Capítulo 8

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A Stelle no le gustó para nada la forma en que la miraba, ni la manera en que hablaba de Argenti como si fuera un objeto que sobrara. De hecho, la propia entonación de sus palabras la exasperó, pero se dijo a sí misma que tenía que mantener la calma, pues la situación lo ameritaba, además de que estaba ya bastante nerviosa con todo eso como para ponerse a discutir.

— No es un buen momento. — Intentó decir.— Agradezco la intención, Boothill, y lamento tener que...

— Al contrario, es el momento perfecto.— La interrumpió. Su voz estaba llena de insistencia, abandonando la imagen comprensiva que le había presentado un día antes. Era todo una consecuencia de la presencia de Argenti, a la que maldijo. Si no estuviera ahí, entonces las cosas se habrían desarrollado de manera distinta.

— Lamento entrometerme, pero me parece que Stelle necesita un poco de espacio.— Argenti habló por encima de sus propias expectativas, intentando calmar la situación. El asunto era entre Stelle y Boothill, y él realmente no tenía por qué presenciar el desenlace de todo eso; sin embargo, tampoco podía pasar por alto la incomodidad de la chica.

— Demonios, no tienes ni idea de lo que ella necesita.— Al contrario de lo que Argenti pensó, Boothill no se alejó de Stelle. Más bien usó su mano libre, en la que no cargaba la bolsa con comida, para atrapar su cintura con clara posesividad. Stelle tampoco hizo nada para escapar, por lo que Argenti se sintió un poco decepcionado.

Recordó lo que ella le había dicho antes, todo eso sobre que no quería ser cruel con los sentimientos del varón, de modo que tenía que ser precavida con sus acciones y el mensaje que le trasmitía, y continuó.

— Se hace tarde. Deberías dejarla descansar. Puedes contactarla otro día tranquilamente.— Argenti extendió su mano para que Stelle la tomara. Viéndolo como una oportunidad sutil para apartar a Boothill, ella la tomó y Argenti la atrajo con cuidado hacia su cuerpo.

— Stelle puede tomar decisiones por su cuenta, deja de fastidiar.— Antes de que pudiera alejarse por completo, Boothill capturó el brazo de Stelle, quien terminó quedando en medio de ambos. Por un lado, sintió que la situación se estaba saliendo de control. No sabía qué hacer, ni qué decir. Por el otro, también sentía curiosidad acerca de cómo terminaría aquel encuentro, ya que la personalidad de ambos era tan contrastante.

— Seré más directo, porque no pareces ser muy bueno leyendo el ambiente...— Inesperadamente, la voz de Argenti sonó firme y autoritaria.— Stelle y yo ya teníamos planes y tu presencia nos está incordiando. Te sugiero retirarte.— Boothill pareció reaccionar mal ante su comentario, ya que cualquier expresión contenida en su rostro se desvaneció y solo quedó una mirada dura y álgida.

— ¿Crees que si Stelle conociera lo que sientes por ella, todavía aceptaría hacer planes contigo?— Argenti sintió que se paralizaba. Incluso Stelle pudo notar el agarre en su mano más tenso, perdiendo toda su delicadeza. Quiso hablar por fin, detener toda la locura sin sentido que se estaba desarrollando frente a sus ojos, pero Boothill continuó su hostigamiento.— No vengas a hacerte el valiente frente a mí cuando no te atreves ni siquiera a decirle algo como eso.

— Lo estás malinterpretando, Boothill. Argenti es solo un amigo...— Stelle comenzó a hablar con fuerza, pero pronto sus palabras se esfumaron en la noche. Argenti parecía especialmente afectado.

— No lo defiendas, Stelle, solo míralo. ¿Alguien luciría tan triste si lo acusan con mentiras?— Stelle se negó rotundamente a seguir siendo partícipe de tantas incoherencias. Boothill estaba sobrepasando un límite que no le había permitido cruzar, por lo que esta vez sí se liberó de su agarre.

— Detente.— Hasta ahora, había priorizado actuar con mesura porque no quería lastimarlo, pero ya se estaba comportando de una forma insoportable, y no tenía por qué recibir tanta consideración.— Es hora de que te vayas, Boothill.

— Eres la única que no se da cuenta. Intenta preguntárselo tú directamente y verás que tengo razón.— Boothill se encogió de hombros, fingiendo desinterés mientras se obligaba a darles la espalda para continuar su camino. En realidad, tenía el orgullo herido. Lo fastidiaba que Stelle hubiese preferido permanecer al lado de Argenti y no con él, pero sobretodo le parecía doloroso el desplante que le estaba haciendo. No era su culpa no haber podido adivinar que llegaría con alguien más a casa, y que lo que él había planeado como una velada casual se transformaría en un desagradable enfrentamiento.

Stelle esperó hasta que Boothill estuvo suficientemente lejos de ambos. No le gustó en absoluto verlo retirarse de esa forma, ni mucho menos haberlo tratado así, pero tampoco podía permitir ese tipo de discordancias justificando su actitud con un simple "así es él". Sin embargo, había algo más importante por aclarar frente a sus ojos, aunque ella prefería más bien evitar el tema por completo y seguir su plan. De hecho, lo intentó.

— Lamento lo que pasó. No tenía idea de que justamente iba a aparecer ahora. Si todavía estás de humor, podemos cocinar algo juntos.— Miró con expectación a Argenti, pero él todavía lucía perdido. Tenía los ojos puestos en ella, aunque no emitía ni una palabra.— No tomes en serio todo lo que dijo. Estaba herido, o quizá celoso. La gente actúa de forma tonta cuando se siente así.

— Yo también debería retirarme.— Se apresuró a contestar. Quería precipitarse y simplemente huir de todo, pero tampoco se sentía capaz de moverse de ahí.

— No te dejes afectar por toda esa palabrería. Lo importante es que los dos sabemos que es falso.— Stelle esbozó una gran sonrisa, intentando aligerar el ambiente. Sin embargo, Argenti simplemente suspiró, y sus labios formaron una línea de desilusión.

— Lo siento, no soy capaz de mentirte por más tiempo...— Se preguntó si esconder información era equivalente a engañar, y concluyó que solo era igual de funesto.— Tal vez Boothill tiene razón y yo debí tener el valor de enfrentar mis sentimientos antes, pero no quería acabar con la relación que tenemos ahora.— Stelle dejó de sonreír, tomando una bocanada de aire, sin saber si quería enterarse o dejar de escuchar.

— No hagas esto, Argenti...— A pesar de sus palabras, Argenti se acercó a ella un poco más, con la necesidad casi palpable de soltarlo todo ahora que había dado el primer paso. Sería la primera y única vez que se iba a atrever a desobedecer una petición suya.

— Quería ir a mi propio ritmo para hacerlo. Y si no me atrevía, entonces simplemente disfrutaría ser tu amigo.— Admitió. El rostro se le acaloró cuando sujetó entre sus manos la cintura de Stelle, sin ninguna intención más allá de no perder su atención.— Esto tampoco es fácil para mí... Desde que acepté que sentía algo diferente, algo más allá, me he preguntado si me será posible lograr algún progreso y si vale la pena tan solo intentarlo. Sin embargo, últimamente me cuesta controlarme si veo tus ojos, tu sonrisa...— Una de sus manos se separó de aquel cuerpo delgado, buscando la mano de Stelle. La llevó al centro de su pecho, permitiéndole sentir su corazón.— Incluso la forma en que caminas me tiene atrapado por completo. ¿Cómo podría evitar sentirme cautivado por tanta belleza?— Finalmente, subió la otra mano hacia su rostro. Recorrió detrás de su oreja un mechón de cabello. Sus dedos se deslizaron suavemente por detrás de la misma, únicamente con el pulgar acariciándole la mejilla tan delicadamente como si fuese a hacerle daño de no ser así.— Debí ser claro desde el inicio, pero me gustas tanto que me aterra. Nunca fui tan cobarde hasta que te conocí.— Le sonrió gentilmente, antes de depositar un beso discreto en la comisura de sus labios. Hacer menos habría sido tortuoso y hacer más habría sido imprudente.

Stelle se sintió conmovida por su delicadeza y agradecida por el autocontrol demostrado. Le apenaba profundamente tener que rechazarlo, incluso sabiendo que el carácter tranquilo de Argenti le haría tomárselo con calma. De hecho, él ya sabía qué respuesta le daría incluso antes de que ella se preparara para comenzar a hablar, pero dejó que se expresara por su propio bien. Necesitaba lidiar con el rechazo para por fin superarla.

— Esto es más complicado de lo que pensé...— Stelle sonrió otra vez, más por nerviosismo que por alegría. Le tomó las manos a la altura del torso, pensando en qué decir y qué omitir. Primero se reprendió a sí misma internamente: para evitar esos malentendidos, tal vez debió aclarar desde el primer segundo en que los conoció que a ella le gustaban las mujeres.

Íntima Enemistad | Boothill & Argenti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora