Argenti quiso huir con urgencia a un lugar donde pudiera recuperar la compostura, pero no era capaz de moverse de ahí. El ambiente se había tornado opresivo, matizado con la actitud indecorosa de Boothill. Todos a su alrededor aplaudían, como si verdaderamente hubiese hecho algo digno de elogio, y aquellos silbidos animados él los sintió como una burla. Era como ver algo prohibido. Una escena que no le correspondía y, sin embargo, no podía evitar mirar.
Había intentado apartar los ojos de ahí y no lo había logrado, absorto en una escena que lo dañaba profundamente. ¿Y qué podía esperar? No habían firmado un juramento de exclusividad. Ni siquiera tenían una relación o un lazo al que pudiera aferrarse para reclamarle.
Reaccionó por fin cuando ellos dos se separaron, tras unos segundos que se le antojaron eternos. Se dio la vuelta y recogió sus pasos, volviendo exactamente por donde había venido. Se encontró de frente con la chica de antes, pero esta vez no se detuvo y pasó a su lado. Continuó andando en esa dirección, hacia los baños.
Entró sintiéndose agitado, incapaz de comprenderse a sí mismo. Fue hacia el lavamanos y se echó agua en el rostro, como si refrescar su piel pudiera también refrescarle la mente. Levantó la cara solo para mirarse en el espejo y se analizó, pero no encontró dignidad en aquella silueta reflejada. Estaba sobreactuando, o al menos así se sentía, y cuando se creyó listo para salir y continuar la velada, para ignorar la crudeza de sus sentimientos, se encontró con Boothill de frente. No fue capaz de moverse porque él ingresó sin ninguna preocupación y se sintió atontado con su actitud hilarante.
De hecho, tampoco pudo salir porque Boothill cerró la puerta tras de sí con un movimiento lento y calculado, dejando claro que no había entrado ahí por casualidad, sino por algo que quizás tenía más que ver con curiosidad y un desafío tácito.
— ¿Te cansaste de jugar a ser el espectador? Te vi salir corriendo.
Argenti lo miró, aún apoyado en el lavamanos, intentando recuperar su calma. No quería darle la satisfacción de verlo afectado, pero el nudo en su estómago lo traicionaba. Tragó saliva, tratando de ignorar el efecto que le producía tenerlo tan cerca, la peligrosa mezcla de deseo, celos y enfado.
— ¿Por qué crees que mi vida gira en torno a ti? Sabía de tu narcisismo, pero no pensé que fuese tan drástico.— Se esforzó por sonar indiferente mientras paseaba la mirada por los cubículos. Todos tenían la puerta abierta, desocupados. No había nadie más con ellos.
Boothill no respondió de inmediato. Se limitó a acercarse, deshaciendo la distancia. Su mano se deslizó hasta el borde del lavamanos, atrapando a Argenti en esa posición incómoda e inevitable. Su mirada ya no tenía el mismo deje burlón de antes; era intensa, penetrante, como si estuviera explorando cada rincón de su expresión.
— Porque me estabas desvistiendo con la mirada y luego huiste. ¿No te gustó la última escena, el punto final de la obra?
Argenti sintió cómo la tensión en el ambiente se hacía insoportable y el silencio se volvía pesado y espeso. Por un momento, se debatió entre responder o simplemente salir de ahí, pero algo lo retenía, como una fuerza invisible que lo mantenía atado a ese lugar, a ese momento, a Boothill.
Finalmente, en un acto de pura impulsividad, dejó que sus manos se movieran hacia el rostro de Boothill. Le tocó las mejillas, le acarició los labios y rozó su mentón con el pulgar. Se vio tentado a besarlo, pero cambió de idea y bajó el tacto por su espalda en una ruta hacia su cadera, como si con las manos ardientes marcara su cuerpo completo para que nadie más pudiera tocarlo después o siquiera acercarse. Estaba demasiado tranquilo para un acto tan posesivo.
No había espectadores ni aplausos, solo ellos dos. Boothill pensó entonces que Argenti había caído en su provocación y lo castigaría, aunque fuera un poco, por haberse portado mal frente a sus ojos. En cambio, lo escuchó hablar, apasible. Todo apuntaba al fracaso.
— No contestaste mi llamada. Eso fue... Lo que no me gustó.— Estaba susurrando muy cerca de su rostro, pero no tanto como para perder el control.
— ¿De qué llamada estás hablando?— Preguntó, haciendo memoria. Luego, recordó aquel número desconocido que había ignorado por la tarde y arqueó las cejas.— Ah, ¿eras tú? ¿Qué querías?
— Invitarte a la fiesta.— Apretó los labios, indispuesto. No quería decirlo, pero tenía que decirlo. Entonces, solo lo dejó salir.— Quería que fueras mi cita esta noche. Parece ser que llegué tarde.— Ahora de verdad quiso escapar. De hecho, luego de decir eso liberó su agarre e intentó salir del baño porque era hora de volver a la realidad, más allá de sus fantasías románticas.
Tomó la manija e iba a abrir la puerta, pero Boothill le quitó la mano de ahí y capturó fuertemente su brazo, poniéndole seguro. Argenti apenas pudo procesar lo que sucedía. Todo fue demasiado veloz y se sintió desconcertado. La declaración había diluido adrenalina en su sangre, poniéndolo nervioso.
—¿Querías que fuera tu cita? Creo que no escuché bien.— Susurró Boothill, con voz baja. Sus ojos brillaban y su mirada se veía oscurecida e intensa al mismo tiempo.— Vamos. Contéstame.
— Sí, eso quería. Quería que te negaras a Stelle y me eligieras a mí. ¿Qué hay con eso?— Se humedeció los labios, pero sentía la garganta seca. Su cuerpo parecía mandarle señales para que guardara silencio y no se enterrara en verdades de las que luego no podría salir.
— Oh, tan iluso. ¿Crees ser más importante que...?— Argenti no le dio tiempo de terminar de burlarse, atrapando a Boothill en un beso feroz, rápido y lleno de una necesidad contenida por demasiado tiempo. No había lugar para dudas o titubeos. No había espacio para burlas y desdén. Si iba a rechazarlo, debía demostrárselo más explícitamente.
Pero no pasó. Ambos se agarraron con fuerza, devorándose como si temieran que alguien viniera a separarlos. Las manos de Argenti recorrían su cintura desnuda con una intensidad desesperada, mientras Boothill respondía en igual medida, aferrándose a él, ignorando cualquier pensamiento que no fuera el calor que brotaba de sus labios, de sus cuerpos.
Justo cuando la intensidad explotaba entre ellos y sus besos se tornaban más urgentes y sus lenguas empezaban a explorar sin reparos, un golpe en la puerta los hizo detenerse en seco. Ambos se quedaron congelados, mirándose con los rostros enrojecidos y el aliento agitado, mientras otro golpe resonaba con insistencia al otro lado de la puerta.
— Estamos en un lugar público. ¿Por qué no nos comportamos?
— ¿Y qué más da? No seas cobarde. Nadie tiene la llave que abre la puerta de un lugar así.
Entonces, la tentación fue más fuerte que la interrupción. Boothill apenas soltó una sonrisa desafiando el momento, y Argenti, atrapado en la mezcla de adrenalina y deseo, respondió volviendo a besarlo con la misma ferocidad, contra uno de los muros. El mundo exterior parecía difuminarse mientras se hundían en la intensidad del otro, incapaces de contenerse. Las manos de Argenti se habían encargado del cinturón de Boothill y la hebilla metálica hizo ruido al chocar contra el suelo. Estaba desabotonándole el pantalón cuando el silencio detrás de la puerta se hizo presente.
— Parece que se rindieron...— Dijo, mordiéndole los labios a Boothill; él asintió. Le agarró la cintura con fuerza, ya que parecía pedirlo a gritos estando tan descubierta.
Empezó a subir las manos hacia su pecho por debajo de la ropa y le rozó los pezones. Boothill jadeó con toda la intención de generar una reacción en él. Entonces, Argenti colocó su pierna entre las dos del varón, completamente cegado de deseo, y comenzó a besarle el cuello.
Duró unos segundos antes de que, de repente, la puerta se abriera de golpe. La luz del pasillo se coló en el baño, revelando a una figura femenina que se quedó inmóvil al verlos, con los ojos muy abiertos. Ambos giraron la cabeza en dirección a la puerta, atrapados en su vulnerabilidad y sin tiempo para cubrir lo evidente.
— Ah... Yo... No sabía que ya se llevaban tan bien.— Dijo Stelle. Argenti y Boothill se maldijeron internamente. Por supuesto, ella era la única que podría coincidentemente tener la llave para esa puerta.
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Íntima Enemistad | Boothill & Argenti
FanfictionCuando Boothill y Argenti, ex compañeros del trabajo que nunca lograron tolerarse mutuamente, escucharon la frase "el mundo es pequeño", jamás imaginaron que se volverían a encontrar compitiendo por el amor de la misma chica. Aún menos se esperaban...