Argenti sentía que el suelo se desmoronaba bajo sus pies mientras miraba la imagen en su teléfono. Las palabras del mensaje eran claras al punto en que le agrietaban la voluntad. Que Stelle no fuera autora del mensaje no lo hacía sentir mejor.
Mantuvo la calma, respirando hondo mientras cerraba los ojos por un momento. Tenía que pensar con lógica. Ya anteriormente Stelle le había aclarado que sus sentimientos hacia Boothill no eran románticos, y Argenti confiaba plenamente en que le había dicho la verdad. No obstante, eso no significaba que Boothill no tuviera segundas intenciones con ella. A él no lo conocía tan a profundidad, afortunada o desafortunadamente, y aunque no le gustaba ser prejuicioso, pensó en que seguramente no era alguien de fiar.
Por otra parte, Boothill se sentía lleno de satisfacción, como si hubiese realizado una gran hazaña. Lo que había enviado no era personal contra Argenti, pues lo habría hecho igualmente con cualquiera que fuese detrás de Stelle y significara una competencia para él. Era una total coincidencia el hecho de que se tratara de ese hombre.
Pero cuando Stelle comenzó a despertar, una ligera presión se le instaló en el estómago y trató de acomodar el celular nuevamente a un costado de su cuerpo tal como ella lo había dejado, aunque fracasó porque la chica se dio cuenta de que intentaba agarrarlo y lo detuvo.
— ¿Qué estás haciendo?— Dijo con un hilo de voz, claramente somnolienta.
— Estaba intentando ver la hora. Como te quedaste dormida, supuse que era muy tarde.— Sonrió, mintiendo terriblemente mal, y Stelle frunció el entrecejo en consecuencia.
— Ni siquiera ha terminado la película, ¿cómo crees que va a ser tarde?— Omitió por completo la razón por la que Boothill utilizaría su celular y no el de él, continuando.— Fue una mala elección, ya quítala.— Indicó, pero se dio cuenta de que ella tenía el control remoto entre las manos, de modo que se encargó de pausarla.
— Me pareció eterna. Pensé que había durado horas y horas.— Discretamente, quitó el brazo que le había pasado sobre los hombros, aunque a Stelle parecía darle igual todo aquello. Ahora que estaba consciente, Boothill no quería que se diera cuenta de la velocidad de sus latidos.
— ¿Sabes qué sería más entretenido? Que me muestres la canción que habías preparado.— Tomó un trago del jugo que le quedaba. No miró el rostro de Boothill después de hablar, pues no esperaba que la vergüenza le coloreara las mejillas.
— Sí, sí. Ahí voy.— Se levantó de su sitio y fue a tomar la guitarra. La sacó de la funda antes de volver a sentarse, esta vez un poco ladeado en el sofá y unos centímetros más lejos para tener espacio y comodidad.
— Ah, definitivamente tengo que grabar esto. No todos los días me hacen un concierto privado.— Boothill pensó en que ella solo tenía que pedírselo y él la complacería, pero una cosa diferente salió de su boca.
— Espero que nadie más vea ese video. Esto es algo única y exclusivamente para ti.
— No te preocupes, nadie toma mi celular.— Soltó una risita después de decir eso, desbloqueando la pantalla, pero no pudo ingresar a la cámara porque una notificación desvió su atención.— "Utilizar celulares ajenos es de mal gusto, y es aún peor tomar fotos a las personas sin su consentimiento."— Leyó. Su expresión se transformó en una repleta de incertidumbre.— Es Argenti. ¿Te acuerdas de él, el de la cafetería? Bueno, me está enviando cosas muy raras. Creo que se equivocó de número, pero mejor sería preguntarle.
— Hey, no, déjalo ahí. Si fuese urgente lo que tiene que decirte te habría marcado, pero este es mi momento. ¿Vas a volver a dejarme de lado por ese idiota?— Se expresó con repentina energía. Stelle arrugó la nariz, pero le dio la razón. Argenti siempre llamaba cuando era urgente, o directamente la buscaba en casa. Tal vez simplemente le estaba jugando una mala broma para aligerar el ambiente luego de la tensión con la que había concluido su encuentro la última vez.
— Ya está bien, señor autoritario. Muéstrame qué sabes hacer con esa guitarra.— Se le olvidó por completo que iba a grabarlo y dejó su celular boca abajo sobre la mesita en el centro, cruzando sus brazos como si fuese una especie de jueza a punto de impartir un veredicto.
Boothill se aclaró la garganta, tomando una bocanada de aire. Entonces, marcó los acordes con una mano, y con la otra inició un rasgueo suave, lento. Ponía su máximo empeño en no errar, mientras miraba a Stelle y ocasionalmente se fijaba en la nota que tenía que hacer a continuación.
Stelle sentía que la música flotaba en el aire y hacía vibrar su cuerpo, envolviéndola con la combinación perfecta de notas. Boothill cerró los ojos, dejándose llevar por la melodía, mientras sus dedos se movían con precisión sobre las cuerdas de la guitarra. De repente, Boothill abrió los ojos y la miró fijamente, con un tipo de intensidad diferente a la que su personalidad ya llevaba impresa, pues esta vez combinaba pasión y otros sentimientos difíciles de comprender. Inesperadamente, con un tono neutro de voz, comenzó a cantar.
Stelle sintió que era atravesada por una electrizante emoción al escucharlo entonar de esa forma, y abrió más los ojos con expectación, conmovida. La melodía era dulce y la letra tenía una belleza inusual. Hablaba de recuerdos, de buenos momentos y de sentimientos cálidos. Stelle sintió que la idea principal era diferente, algo más cliché: amor.
Cuando la canción terminó, quiso decir algo para aliviar la densidad repentina del aire que la ahogaba, pero al ver a Boothill así, inesperadamente susceptible, desbordando en emociones, supo que había algo más detrás de todo eso.
Después de tanto tiempo, solo había aprendido a lidiar con la versión rebelde de Boothill, pero nunca con esta nueva versión que se acercaba despacio a ella, olvidando el instrumento a un costado de todo para retenerla entre sus brazos contra el sofá, que sin darse cuenta había quedado por completo debajo suyo cuando se recostó. Cedió inconscientemente a lo que estuviera por venir.
— Me gustas, Stelle. Realmente me fascinas...— Boothill unió sus frentes, una vez más cerrando los ojos. Tragó saliva con dureza. De verdad no soportaba un segundo más sin besarla, tocar sus manos y pasearse por su piel. Ya no quería mantener distancia con ella, así que se atrevió a rebasar el límite de la amistad, y se adueñó de sus labios con una suavidad que Stelle jamás pensó que él podría demostrar. Marcó un movimiento lento y sutil, increíblemente relajado.
Ella todavía estaba en shock por la repentina declaración, y se dejó llevar en primera instancia, como si la fuerza se le hubiese ido del cuerpo. Sin embargo, sabía que no podía ser cruel con él, y que todo eso tenía que terminar ahora, antes de que el varón tuviera oportunidad de ilusionarse aún más, pero no fue ella quien concluyó el beso, sino Boothill, que se obligó a recuperar la compostura.
— Boothill, yo...— Susurró torpemente contra su piel, pero él le robó la palabra.
— Si vas a rechazarme, prefiero que no hables...— Una vez más entrelazó sus miradas. Stelle apretó los labios, incapaz de formar una oración con sentido. Boothill sintió que se deshacía en fragmentos ante lo que estaba por ocurrir. Solo quería prolongar un poco más el momento, aunque habló de todas formas para aclarar la situación, porque no podía dejarse llevar por el impulso y obligarla a ceder a sus deseos.— Considera mis sentimientos y la posibilidad de dejarme estar a tu lado, pero de ningún modo tomes esa decisión por lástima. Si en este momento decides poner un límite, yo lo respetaré. No importa qué decisión tomes: si quieres que sea distante, que me inhiba de ser yo mismo en la versión que me provocas, entonces voy a obedecer.
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Íntima Enemistad | Boothill & Argenti
FanfictionCuando Boothill y Argenti, ex compañeros del trabajo que nunca lograron tolerarse mutuamente, escucharon la frase "el mundo es pequeño", jamás imaginaron que se volverían a encontrar compitiendo por el amor de la misma chica. Aún menos se esperaban...