PALOMA Y LOLA

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En aquel entonces, Paloma aún no había logrado superar la exigente prueba de la oposición que tanto anhelaba, aquella que le abriría las puertas para cumplir su sueño de convertirse en profesora. En su camino hacia esa meta, se encontraba en un período de transición, sumergida en un mar de incertidumbre y esfuerzo constante. Para sostenerse económicamente mientras perseveraba en su objetivo, había optado por impartir clases particulares, convirtiendo su pasión por la enseñanza en una fuente de ingresos temporales.


La pequeña habitación de su apartamento se había transformado en un modesto salón de clases, decorado con pizarras, estanterías repletas de libros y un escritorio donde Paloma preparaba con esmero cada lección. En ese ambiente acogedor y lleno de conocimiento, Paloma se dedicaba a compartir su amor por la enseñanza con aquellos que buscaban mejorar sus habilidades académicas.


Fue entonces cuando Lola, una joven en busca de ayuda académica, se cruzó en su camino. Lola, con su mirada inquisitiva y su determinación palpable, buscaba no solo mejorar sus notas, sino también entender el mundo que la rodeaba de una manera más profunda. Intrigada por la reputación de Paloma como una tutora dedicada y apasionada, decidió inscribirse en sus clases particulares, con la esperanza de encontrar en ella la guía que necesitaba para alcanzar sus metas.


Quedaron en casa de Paloma, donde Lola llegó entusiasmada para comenzar su aprendizaje del idioma italiano. La primera clase fue una experiencia gratificante para ambas: Paloma se entregó con pasión a la enseñanza, compartiendo su conocimiento lingüístico con entusiasmo, mientras que Lola demostró ser una excelente alumna, absorbida por cada palabra y concepto nuevo.


Con el tiempo, las lecciones se convirtieron en un ritual semanal al que ambas anticipaban con emoción. Paloma se esforzaba por diseñar actividades creativas y dinámicas, adaptadas a las necesidades y preferencias de Lola, mientras que Lola absorbía cada nueva palabra y estructura gramatical con avidez.


Sin embargo, a pesar del éxito inicial, pronto todo se derrumbó. Una serie de circunstancias imprevistas comenzaron a afectar la dinámica de su relación de profesora y alumna. Paloma se encontró enfrentando presiones adicionales en su vida personal y académica, lo que la dejaba agotada y con menos tiempo para dedicar a las clases. Por otro lado, Lola, aunque seguía comprometida con su aprendizaje, comenzó a sentirse frustrada por la falta de consistencia en las lecciones y la ausencia de un plan estructurado.


La tensión entre ambas aumentó gradualmente, erosionando la confianza y la conexión que habían cultivado inicialmente. Paloma se sentía abrumada por la culpa y la frustración al no poder cumplir con las expectativas de Lola, mientras que Lola se sentía desilusionada y abandonada por la persona en la que confiaba para guiarla en su viaje de aprendizaje.


Finalmente, llegó un punto de quiebre en el que ambas se dieron cuenta de que la relación ya no era sostenible. Con pesar en sus corazones, tomaron la difícil decisión de poner fin a las clases de italiano. Aunque lamentaron la pérdida de lo que alguna vez fue una conexión significativa, ambas reconocieron que era lo mejor para ambas partes.Aunque su relación como profesora y alumna llegó a su fin, Paloma y Lola conservaron un profundo respeto y aprecio el uno por el otro.


En los meses siguientes, cada una siguió adelante con su vida por separado, tratando de superar el vacío dejado por la disolución de su relación como profesora y alumna. Paloma se sumergió aún más en sus estudios y en la búsqueda de estabilidad en su carrera, mientras que Lola se concentró en sus propios proyectos personales y en encontrar un nuevo rumbo en su aprendizaje del italiano.


Sin embargo, a medida que se acercaba la víspera de Año Nuevo, una sensación de nostalgia y anhelo se apoderó de Paloma. Recordó los momentos compartidos con Lola durante sus lecciones de italiano, los momentos de conexión y aprendizaje mutuo que habían compartido juntas. A pesar de los desafíos que habían enfrentado, Paloma no podía evitar preguntarse cómo estaba Lola y si quizás, solo quizás, todavía podrían mantener una conexión.


Con un nerviosismo palpable, Paloma finalmente se armó de valor y decidió enviar un mensaje por WhatsApp a Lola, su exalumna. Escribió cuidadosamente las palabras, tratando de expresar su deseo de reavivar la comunicación sin parecer demasiado insistente o intrusiva. Con el corazón latiendo con fuerza, presionó el botón de enviar y esperó con ansias una respuesta.

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