Sin protestar

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Sesshōmaru no se hallaba muy emocionado con la decisión que su madre acababa de tomar. Tampoco se encontraba entusiasmado con la alianza que su mujer y su progenitora acababan de formar.

Es que no tenía sentido la estupidez que le acababan de develar, pues él no quería vivir allá. No obstante, nadie se atrevía a refutar una decisión tomada por ella. Nadie en su sano juicio se opondría a la reina del oeste. A la dueña y señora del oeste. Porque la gran Irasue era el demonio más temido en esas tierras.

Ni siquiera él haría esa idiotez, ya que ni a él le permitiría que le llevase la contraria. Así que, lo mejor sería dejarlo pasar y acostumbrarse a vivir en su palacio. En el que también era su hogar.

—Todo lo que necesitan está aquí; aunque si quieren algo más lo pueden solicitar —arguyó, Irasue; mientras pasaba sus enormes garras por la pared de la habitación—. Además, ya pedí que acondicionaran la alcoba del lado para la pequeña humana. También otra para el renacuajo que cargas bajo tus faldas.

—Madre, ese renacuajo también es un demonio —le recordó fastidiado, ya que; aunque no lo demostrase, le tenía mucho aprecio a su fiel sirviente—. Es tan difícil de recordar.

—Ya, ya, da igual. Además, nunca te habías preocupado por él, veo que tu nueva faceta de pareja te doblegó el corazón —dijo un poco asqueada—. Interesante. —Irasue sabía que su hijo tenía aprecio por el pequeño demonio verde; sin embargo, sí la sorprendió el que lo defendiese de sus palabras cuando anteriormente nunca dijo nada. Eso le demostraba el poder que había ejercido en él esa frágil humana, ya que solo ella fue capaz de que su cachorro expresara tanta compasión y cariño por quienes estaban a su alrededor—. Eres otro, Sesshōmaru.

—Madre, no vayas a empezar o tendré-

No pudo continuar, ya que Kagome lo interrumpió, evitando con su intromisión una innecesaria discusión.

—Le agradecemos sus atenciones, señora Irasue. —Kagome hizo una leve reverencia delante de su suegra.

—Humana, te dije que sin formalidades, ¿lo olvidaste? —La sacerdotisa negó rápidamente con la cabeza—. Entonces, no me vuelvas a decir señora. No estoy tan vieja, solo tengo un par de siglos más que tú recorriendo este mundo.

Kagome asintió y sonrió. Aunque, en el fondo de su corazón, esa insignificante frase la sacudió, ya que, si lo pensaba bien, ella no podría vivir todos esos años que su suegra tenía, pues como humana era imposible. No obstante, aunque fuese corta su vida la disfrutaría. Haciendo feliz al demonio que tenía al lado.

Al único amor de su vida.

Irasue notó un deje de nostalgia en su mirada, algo de lo que su astuto hijo no se percató. Sin embargo, no lo mencionó, ya que imaginó cuál era su aflicción, pero eso era un tema que tocarían después. Algo que primero debía conversarlo con él.

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⏰ Última actualización: Jul 27 ⏰

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