Encuentro

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Tal y como se lo había prometido, él llegó a visitarla. El demonio entró con sigilo a la morada pasada la medianoche, luego de cerciorarse que ningún ser humano en la aldea se encontrase despierto. Sobre todo, esa astuta anciana que se había convertido en una posible amenaza.

No obstante, en ese instante, nada más le importaba, pues lo único que deseaba era que la mujer que tanto anhelaba, retozara entre sus brazos.

—Se-Sesshōmaru —balbuceó, abrazándolo con las piernas para apretarlo más contra su anatomía—. ¡Más, dame más!

El yōkai del oeste dibujó una diminuta y casi inexistente sonrisa en la comisura de sus labios; detalle que enterneció a la joven que estaba profanando. Él la jaló por los cabellos para que la mujer echara la cabeza hacia atrás, enredando las garras en las sedosas hebras azabaches. Kagome jadeó por la brusquedad, arañando con sus uñas el futón donde su amante la estaba poseyendo.

Manchando con su pecado el sitio que compartía con quien se suponía era su amado. Dejando impregnado en la suavidad del colchón, los rastros del sexo desenfrenado que estaba teniendo con su cuñado.

Sin embargo, ¿cómo podía considerarse pecado entregarse al ser que estaba amando? ¿Cómo era posible que tuviese que negarse a la oportunidad de estar entre sus brazos? ¿Cómo no podía estallar si cada vez que la tomaba la hacía levitar hasta tocar el cielo con ambas manos? ¿Cómo podía decirle que no al único ser que le hacía el amor?

Sí, el amor. Lo que ellos hacían era el amor. Quizá al principio fue sexo sin control, caricias efímeras que solo complacían su intestino animal, un instinto que era difícil de saciar. No obstante, a medida que avanzó su relación, la sacerdotisa entendió que lo que hacía con Sesshōmaru era el amor. Ella se entregaba a él sin pudor, dejándolo conocer cada fibra de su ser. Abriéndose a él para que la tomara a su manera, develando todo lo que había en su interior.

Cediéndole el derecho de llegar hasta donde nadie logró tocar. Dándole el permiso para que se lograra meter en su intimidad. Allá donde vibraba solo por él. Donde su alma le aseguraba que ella era su mujer.

»—¡Ay! ¡Ay! —gritó, arqueando la espalda para darle mayor profundidad—. Yo voy a... ¡Ay!

—Sí, sí. Córrete para mí —exigió, apretando sus senos. La imagen de placer en el rostro de la mujer lo enloqueció, haciéndolo arremeter con fuerza en su interior.

La sacerdotisa se mordió el labio inferior, tirando de los platinados cabellos que caían por el rostro del demonio que la sometió bajo su merced. Ella se liberó, expulsando de su boca el nombre del yōkai que la profanó. Derramando sus fluidos en la virilidad que palpitaba en su intimidad.

Él la penetró una vez más, llegando hasta el tope de su cavidad. Arremetiendo una y otra vez hasta alcanzar expulsar los líquidos espesos que salían de su ser. Llenándola por completo como solo él lo podía hacer.

La mujer tiró de él para que cayese sobre su cuerpo sin salir de su interior. Él la complació, recostándose en los redondos senos que eran su perdición.

—¿Qué fue lo que me hiciste para que te desee tanto? —inquirió, pasando sus finos dedos por sus cabellos—. Esto está mal, pero aun así no lo puedo evitar. Yo te a- —musitó, pensando mejor la frase que iba a pronunciar. Quizá era muy pronto para develar la verdad—. Yo te anhelo, Sesshōmaru.

—¿Esa misma pregunta te la hago yo a ti? Jamás pensé desear tanto a una mujer. Jamás creí —espetó, clavando sus dorados en los orbes brillantes de la mujer— desear tanto a una humana.

—Crees que la anciana Kaede ya no preguntara nada. Pero no lo sé, me da la sensación que no se quedó conforme con mis respuestas.

—Tranquila, esa anciana ya no dirá nada. No tendrá motivos. Además, si llega a hacerlo yo-

—¡Me niego a que la mates! Ella me ha cuidado y protegido como una madre —esbozó. Honestamente, no quería que eso llegase a pasar—. Mejor actuaré con más cuidado.

«Si esa anciana hablara, me haría un favor. Aunque tampoco quiero matar a mi hermano. Sin embargo, si debo hacerlo para quedarme contigo, lo haré. Porque tú me perteneces. Eres mía, únicamente mía, Kagome» pensó, antes de besarla para que dejasen a un lado esa conversación.

La noche era para los dos; una noche para amarse sin control. Así que, olvidarían esa conversación para darle rienda suelta a la pasión.

Una fogosa y necesitada pasión que los arrastraría a quemarse en la hoguera. Una y otra vez hasta saciar su excitación.

Continuará...

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¡Hola!

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¡Hola!

¿Cómo han estado?

Pasaba a compartirles un capítulo más de esta historia llena de engaños y placer.

Estos dos cada día caen más al fuego de la pasión; sin embargo, el que juega con fuego se quema o eso dice un dicho muy popular.

Tocará averiguar qué pasará.

Los quiero y mil gracias por el apoyo incondicional. Es fundamental.

Nos leemos pronto.

Con amor.

GabyJA

Tú, eres mía [SesshOme]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora