Reencuentro

1K 109 36
                                    

.
.
.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos.

Es más, ni siquiera supo en qué momento pasó un mes. La sacerdotisa estuvo tan ocupada que, cuando menos lo esperó, él volvió. Su esposo regresó.

Los encuentros clandestinos con su amante, en la cabaña que compartía con su marido, llegaron a su fin. Desgraciadamente, tenían que concluir.

Kagome suspiró, mientras recogía unas hierbas medicinales que utilizaría para preparar una infusión. Ella estaba asistiendo a una anciana que no se podía movilizar debido a su edad. Así que, la joven sacerdotisa se ofreció a ayudarla en lo que pudiera para que la mujer no se tuviese que preocupar.

Higurashi era una bendición, una hermosa mujer de noble corazón.

—¿Quieres que te ayude con esas hierbas? —inquirió el hanyō; quien se acercó cuando la vio cortando las plantas. Él caminaba por el lugar, cargando unos cuantos leños. Los cuales servirían para hacer una hoguera en la que el monje Miroku expulsaría unos cuantos demonios—. La cesta se ve pesada y supongo que la cabaña se encuentra retirada.

—Gracias, InuYasha —sonrió—, pero no debes preocuparte. El monje Miroku te debe estar esperando —le dijo. No es que quisiera rechazar la ayuda, pues realmente la cabaña de la anciana se encontraba al pie de las montañas; sino que se sentía miserable de estar a su lado. Ella, vilmente lo había engañado. Mientras que él, solamente la había amado. Es más, unos segundos habían pasado desde que se lamentó porque los encuentros con su amante se habían terminado. Y ahora estaba junto a su marido, sonriéndole como si nunca lo hubiera traicionado. ¡Dios, qué era lo que le había pasado!—. Además, no es tan pesada.

—Kagome, no cuesta absolutamente nada ayudarte —sentenció, levantando el cesto del suelo—. Eres mi mujer. Así que, siempre que te pueda ayudar, lo haré.

«Tu mujer. Yo no soy solo tuya, InuYasha» pensó, recriminándose en el interior. Lo que le estaba haciendo no tenía perdón.

—Muchas gracias, InuYasha. —Kagome fingió felicidad. Una felicidad que no sentía. Un sentimiento que ya no le fluía con su marido—. Solo me faltan las hojas de esta planta y habré terminado.

—Descuida, no tienes que apresurarte.

InuYasha se sentó a su lado, en silencio; mientras la observaba cortar las hierbas. Se veía tan fuerte, tan decidida, tan comprometida con su misión que a él le llenó de orgullo el corazón. Él la amaba. Claro que la amaba.

Ella le devolvió el sentido a su vida; aquel que creyó perdido cuando murió el primer amor de su vida. Él creyó que nunca sanaría el dolor, él pensó que nunca llegaría nadie a curar las heridas de su corazón. Sin embargo, sí llegó. La mujer de sus sueños apareció para darle color a su razón.

Así que, por eso y más la amaba sin condición. La amaba sin control; aunque en su interior hubiera...

—¡Listo, terminé! —anunció, sacando al hanyō de sus pensamientos—. Creo que con esto será suficiente.

—¿Eh? ¿Segura, no necesitas más? —La aludida negó con la cabeza, levantándose del suelo—. Entonces, vamos. Te acompañaré hasta la cabaña de la anciana.

—InuYasha, ¿estás bien?

—Sí, lo estoy. Solo pensaba en lo que aún nos faltaba hacer con Miroku —esbozó para no preocuparla. Sin embargo, existía algo dentro de él que lo tenía un poco perturbado. No obstante, no era importante. Eso que lo tenía inquieto no era relevante—. Por cierto, no te preocupes por la cena. La señora con la que estamos trabajando nos dará como parte del pago algo para la merienda.

—Oh, está bien. Gracias por decirme. ¿Vamos?

—Sí, Kagome. Vamos.

La pareja comenzó su recorrido por el sendero hasta llegar al pie de las montañas. Iban conversando con tranquilidad, mientras disfrutaban del paisaje. Un hermoso y cálido panorama.

No obstante, en los arbustos; escondido como depredador que vigilaba a su presa, se encontraba un ser que despedía ira y frustración. Celos que le fluían por la piel hasta más no poder.

Pero, ¿qué podía hacer? Si la mujer que tanto adoraba estaba casada con su hermano.

«Maldita sea la hora en la que me fijé en ti, despreciable humana. Maldita sea la hora en la que me enamoré de ti, Kagome...» pensó para él mismo, el demonio más poderoso de toda la región.

Continuará...

.
.

¡Hola!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Hola!

¿Cómo están?

Perdónenme la vida por no actualizar la semana pasada, pero estaba trabajando en una week; así que, me concentré en ella. Sin embargo, ya estoy por aquí para continuar con esta historia que, al parecer, tiene más misterios de los que pensamos.

No lo sé, tendrán que descubrirlo.

Mil gracias por su apoyo incondicional; ustedes son fundamentales para mí.

Las quiero con el alma.

Nos leemos pronto.

Con amor.

GabyJA

Tú, eres mía [SesshOme]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora