Escondite

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—Sesshōmaru, yo... ¡Ay!

—Grita, quiero escucharte gritar —exigí, quería que todos escucharan quién era el único que realmente la follaba.

—¡Sí, así! ¡Dame más, quiero más!

Kagome inundó mis oídos con sus gemidos. Enloqueciendo mis sentidos. Logrando que me enterrara más y más en su chorreante intimidad.

Sin pudor le di la vuelta para pegar sus pechos contra una inmensa piedra. Rápidamente le abrí las piernas, metiendo mi miembro en medio de estas. Ella gritó cuando mi dureza la invadió, haciéndola arañar la roca con las uñas. Con posesividad jalé su melena; enrollando sus hebras en mis manos, mientras la otra la cogía por la cadera.

Mi hembra se arqueó, jadeante de excitación. La sacerdotisa en ese instante había olvidado el pudor. Uno que perdió cuando se entregó a la rudeza de mi pasión que agonizantemente la llevó a los confines del infierno.

Kagome se masajeó los senos, pellizcándolos con sus dedos. Mi mujer los apretaba a medida que mis estocadas aumentaban. Mi boca salivaba al querer morder esa piel delicada que ella estimulaba. Sin dejar de penetrarla subí mis garras para amasar lo que tanto me excitaba.

Ella gritó y con mayor fuerza se meneó, sincronizando su vaivén a la perfección con mi erguida virilidad que yacía en su interior.

Nuestros sexos hacían una sinfonía sin control y el olor a celo me perturbó. En ese momento, solamente quería que ella desfalleciera con mi falo dentro de su ser.

Mi mujer volvió a apoyar las manos en la piedra, luego yo levanté una de sus piernas. Ella la enrolló en mi cadera, al mismo tiempo que me impulsaba para que con rudeza la penetrara.

Con obediencia cumplí sus deseos, profanando la inmensidad de su cielo. Sus paredes se contrajeron, apretando mi miembro; mientras ella se balanceaba para alcanzar la cúspide de sus deseos.

Kagome explotó en mis brazos, liberando en un grito el orgasmo.

Los espasmos de su intimidad destruyeron mi virilidad; así que, la embestí una vez más, derramándome en su cavidad.

Poco me importó si la llegaba a preñar, pues era mejor que cargase con mi semilla que con la del imbécil de hermano.

—Estuviste maravilloso, Sesshōmaru. Sin embargo, si seguimos así, mis poderes se van a debilitar y el campo de protección que hice se perderá —anunció, agitada. Me gustaba mucho ver el brillo de su piel después de ser ultrajada.

—Eso no me importa. Sabes que soy el yōkai más poderoso de la región —espeté con arrogancia. Nada iba a cambiar lo que era una realidad—. Me da igual si algún demonio insignificante nos intenta atacar.

—Y te daría lo mismo si al verme gritar de placer, me quisieran poseer —musitó, colgándose de mi cuello. Esa mujer sabía muy bien cómo hacerme enloquecer—. Dime, Sesshōmaru. Eso también te da igual.

—Nadie; escucha bien esto y que se te quede: Nadie más que yo tiene el derecho a tocarte —sentencié, metiendo sin pudor mis garras dentro de su ser—. Entendido.

—¡Sí, sí! —gimió—. Sesshōmaru, cógeme otra vez.

Una vez más la hice mujer. Una vez la tomé, dejando huellas de mis garras sobre su piel. Una piel que solo le pertenecía a mi ser.

Sin importar que ella fuese compartida.

Continuará...

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¡Hola!

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¡Hola!

¿Cómo están?

Hoy es un día muy especial, pues mi querida amiga AbbyTaisho está de cumpleaños. Por ello, esperé hasta esta fecha para actualizar.

Amiga hermosa, espero estés disfrutando tu día con todos tus seres queridos. Te amo y te mando el más fuerte de los abrazos.

Los quiero y agradezco muchísimo todas sus muestras de amor para la historia.

Nos leemos pronto.

Con amor.

GabyJA

Tú, eres mía [SesshOme]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora