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Después de la fiesta, Sunoo y Felix se hicieron relativamente unidos al descubrir que tenían una cantidad considerable de cosas en común.

Formaron un buen lazo en pocos días, la conexión fue inmediata; ambos encontraron un verdadero amigo en el otro, un cómplice de travesías y un apoyo emocional que podía proyectarse hasta el futuro más lejano.

Por eso mismo, Sunoo ahora buscaba en el catálogo de la plataforma digital alguna buena película para ver en compañía, en lo que el australiano se encargaba de hacer palomitas en el microondas.

—¿¡Cuánto le pongo!?— llamó Felix desde la cocina.

—¡No sé! ¡Presiona el botón que dice palomitas!—le dijo de vuelta.

—¿¡Hay un botón que dice palomitas!?

—¡Sí! ¡Hasta arriba!

No obtuvo respuesta, porque supuso que su amigo había encontrado el interruptor adecuado.

Siguió navegando en la aplicación instalada en su tele, desplegando las pestañas de categorías en busca de algo interesante y que no terminara durmiendo a ambos. Llevaban reuniéndose casi diario esas últimas semanas, a excepción de los días donde Felix debía cubrir turno en la mañana, su trabajo en un restaurante de comida rápida era solo de medio tiempo.

Veían peliculas, series, jugaban video juegos, salían a comer, a pasear o simplemente se quedaban recostados en la cama del pelinegro, revisando cada quién sus redes sociales.

Sunoo al fin empezaba a conocer más la ciudad gracias a las visitas guiadas del baterista, también lo había escuchado tocar y definitivamente le aplaudió la maestría con la que lo hacía, era muy talentoso.

Dejó de asistir tan seguido a la cafetería con Heeseung y Jake, no porque los hubiese dejado a un lado, pues en el trabajo seguían conversando y riendo de tonterías que los clientes hacían.

Y bueno... con Sunghoon todo seguía siendo inestable.

Enteramente igual, días le hablaba, días le ignoraba. Algunas veces solo le provocaba problemas con sus deberes y en ocasiones lo pillaba observándole con cierto interés que sabía reconocer aunque tratara de ocultarlo.

Él tampoco iba a hacerse el inocente, echaba vistazos constantes a los brazos del ojiazul, a su rostro, a su cuello, a su pecho cuando traía esas camisetas holgadas.

El acercamiento en la celebración de Jake se quedó siendo el más reciente y no había caos con ello, no es que estuviera clamando que Sunghoon lo follase las veinticuatro horas del día, siete días a la semana.

¿Verdad?

Su pulgar presionaba la tecla del control leyendo los títulos de los filmes, hasta que los golpes en su puerta lo hicieron rugir y soñar con tener un robot que se encargara de hacer todo aquello que a él le daba flojera.

Como abrir y ver quién osaba irrumpir en la tranquilidad de su hogar.

Se quedó en su sofá un rato más, esperando a que la insistencia cesara pero tomó mayor protagonismo al oír el puño completo de alguien estrellándose casi con rabia.

—¡Están tocando, por si no has escuchado!—avisó Felix, mientras terminaba de servir refresco en dos vasos.

—Ya sé, ya voy—refunfuñó.

De muy mala gana, acarreó todo su pesar hasta llegar a la entrada y le quitó importancia a ver por la mirilla. Simplemente abrió, encontrándose con un Sunghoon esperando con el semblante serio a que se dignaran a atender su llamado.

Las cejas de Sunoo se dispararon hacia arriba y ladeó su cuerpo hacia la derecha, sacando un poco la cadera.

—¿Hola? ¿Qué haces aquí?—Sunoo interrogó, frunciendo la frente.

Club Bengala || Sungsun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora