Últimamente, los días de Sunoo eran un desastre.
El escritorio de su casa estaba lleno de cuadernos con notas adhesivas, plumones destapados y hojas esparcidas por doquier; al teclado de su laptop le urgía una buena limpieza y tenía que cambiar el foco fundido de su lámpara.
Y todo eso, era la consecuencia de su próximo gran objetivo.
Luego de asegurar que su trabajo seguiría siendo estable, de confirmar que podría seguir generando el dinero necesario para subsistir gracias al tremendo éxito del bar, por fin se dio a la tarea de concentrarse plenamente en su ingreso a la universidad de Columbia.
Consiguió un par de libros específicamente diseñados para prepararse y aprobar el examen de admisión, aquel que evaluaría sus capacidades de comprensión lectora, matemáticas y escritura.
Su rutina se tornó precisa: por las mañanas repasaba unas cuantas horas, las tardes eran ocupadas en labores domésticas alternadas con descansos bien merecidos, y por las noches se iba a trabajar con un costal de buena actitud.
Simple, pero efectivo.
Y la mejor parte del caos, era que no estaba solo.
Sunghoon siempre estaba ahí. Y aunque él no era partidario de la monotonia, se fue adaptando a los hábitos que Sunoo creó al estudiar.
Comprendió el cambio e incluso llevó consigo varias mudas de ropa, porque era considerado y sabía que el menor necesitaba estar en su espacio; no podía estarse transportando con todos sus útiles de una vivienda a otra.
Sin novedad, se la pasaba desde el amanecer hasta el anochecer con él.
—¿Entonces cuando presentas la prueba?—preguntó, mientras buscaba en su mochila la ropa que usaría ese día.
—El lunes—Sunoo se hallaba en su silla, subrayando las ideas más importantes de una lectura—. Tengo que dar mi cien por ciento, no puedo fallar.
Sunghoon sonrió de medio lado, sacando una camiseta gris con estampado y una sudadera de cierre en el mismo tono.
—Ya, pues si llevas casi tres semanas como sedentario en tu escritorio, dudo mucho que no te acepten—masculló, pacífico.
—No es solo eso—soltó su resaltador fosforescente y suspiró.—Existen las becas.
—Lo sé, no soy tan idiota.El pelinegro entornó los ojos y giró sobre el asiento. Le miró condescendiente.
—No lo digo por eso—farfulló, antes de morder su labio.—Me refiero a que, si puedo obtener una académica, sería lo mejor del universo.
—¿Y no te crees capaz de hacerlo?—alzó la playera e inclinó la cabeza, haciendo una mueca de rechazo.—Yo sé que puedes, solo no te pongas nervioso.
El bufido que emanó el menor, fue bastante claro.
No era así de fácil.—¿No ponerme nervioso?—espetó indignado y enumeró con los dedos—Hoon, llevo más de veinte días revisando libros, haciendo apuntes y resolviendo ejercicios, hay temas que me cuestan trabajo y son horas para entenderlos. No es solo pensar en que soy capaz, es demostrarlo.
Esta vez, fue imposible que no le observara al escuchar el tono amohinado que usó al expresarse.Vislumbró la desesperación y el miedo en sus ojos cetrinos.
La realidad, era que él no dejaba de preocuparse por el bienestar de Sunoo; llevaba días sin descansar como era debido, dormía pocas horas, no comía bien y las enormes ojeras opacaban el esplendor de sus iris.
Lo escuchaba hablar entre sueños, ni en ese momento las preocupaciones cedían, siempre mencionaba algo de "no ser aceptado nunca", removiéndose como renacuajo y revolviendo las mantas.
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Club Bengala || Sungsun
FanficSunoo disfrutaba de su empleo, realmente lo disfrutaba. Se esforzaba al máximo para mejorar cada día y sus compañeros lo trataban bien, brindándole la orientación que necesitaba. Menos Sunghoon. Ese chico maldito, con sus ojos color café y sus pómu...