7. Mil por hora.

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—Esto tiene que ser una broma, Julián. Dime qué es una broma porque si no...

—No es una broma, necesitabas una asistente y te conseguí una, ¿cuál es el problema?

Lo miré atónito.

Brian nos miraba desde su silla, tenía una expresión de diversión en su rostro que me estaba provocando una gastroenteritis.

—No es gracioso.

Dije mirando al moreno, el alzó los brazos.

—No te enojes conmigo, el que te consiguió a tu peor pesadilla como asistente fue el de los ojitos azules.

—Estás haciendo una escena por nada, Isra.

Volteó nuevamente hacia la estufa y la apagó.

—¿Por nada? De toda la gente que hay en el mundo, tú decidiste decirle a la única chica que no soporto, que trabajara conmigo.

—Si tanto te molesta, dile que hubo un error y que ya contrataste a alguien más.

Dijo ya molesto.

—Es una gran idea, eso es lo que voy...

Me detuve en seco.

Aquella conversación que había escuchado me resonó de nuevo en la cabeza.

—Adelante, ¿te paso su número?

Dijo mi primo sacando su celular del bolsillo de su pantalón, yo puse mi mano sobre la suya y la aparté.

—¿Qué haces?

Preguntó Brian.

—Está bien, puede trabajar conmigo.

Si algo era cierto, era que esa chica me caía como patada en el hígado.

Pero también era una realidad que tenían problemas económicos y yo no le quitaría la oportunidad de ganar algo de dinero extra.

—¿Enserio?

Preguntó Brian.

—¿Enserio?

Lo imitó mi primo.

Yo asentí con la cabeza mientras caminaba hacia la alacena a buscar platos para comer.

—Si, pero dile que necesito que empecemos mañana mismo.

—El sábado debe ir a la escuela.

—Bien, tiene el fin de semana libre entonces.

Los chicos se quedaron en silencio por un momento.

Los tres nos sentamos a comer y justo cuando pensé que el tema había quedado en el olvido, Brian comenzó a tocar mi mejilla con su dedo índice.

—¿Qué haces?

Lo miré con una ceja alzada.

—Estoy comprobando que tengamos a nuestro Israel y no seas un nahual o algo peor.

Julián soltó una carcajada y yo rodé los ojos.

POV Julieta.

—Esto tiene que ser una broma de muy mal gusto, Alfredo.

—¡Eres una suertuda!

Dijo Fernanda desde mi cama, yo la miré mal.

—No es ninguna broma, Julián me acaba de enviar un mensaje, dice que necesita que empieces mañana mismo a las 8 de la mañana.

—Cómo se te ocurre que voy a trabajar con ese, ese... ¡déspota!

Dije molesta cruzándome de brazos, mi hermano me miró con una ceja alzada, como si estuviera esperando a que terminara de hacer un berrinche.

Aprender a soñar. ||Israel Reyes||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora