17. Un ángel.

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Todo un fin de semana sin ver a Israel, ¿Por qué?

El clásico.

Ayer por la tarde había salido con rumbo a Guadalajara, dándome así el fin de semana libre. Que detallazo, ¿no?

Todo sería increíble, podría descansar y pensar bien las cosas, alejarme de él un par de días, desintoxicarme de Israel Reyes.

DesIsraelarme, como le gustaba decir a Fernanda.

La cosa era la siguiente: Israel no estaba cooperando.

Julieta, ¿cuándo me toca mi próxima cita con el dentista?

Suspiré. Cómo dije, Israel no cooperaba.

El próximo domingo.

Gracias.

Y así llevaba todo el bendito día, ¿por qué no se daba cuenta de que lo único que quería era descansar de él? De verlo todos los días y tener que aguantarme las ganas de abrazarlo, de besarlo y decirle cuánto le quería.

Decirle que no debía casarse con esa estirada, que debía casarse conmigo.

—Hola.

Dijo una voz conocida entrando por la puerta del restaurante.

Al ser sábado, Fernanda y Alfredo tenían planes y no estaban aquí.

Yo era la única sin vida social que debía fregar los platos y atender las mesas hoy.

—Axel.

Sonreí mientras el castaño me daba un beso en la mejilla.

Axel y yo nos habíamos acercado últimamente, que alguien esté en uno de tus peores momentos y no se vaya de tu lado, no es algo para tomar a la ligera.

El día que Israel me había dejado en claro que ya no quería tener nada que ver conmigo en aquella cafetería, él apareció.

Después de que dejara su estúpido billete sobre la mesa y saliera, Axel, el mesero, se había acercado a mí para preguntarme si estaba bien.

Me había pedido un taxi e incluso me acompañó hasta mi casa para asegurarse de que llegara bien.

Hasta hoy, no había un solo día en el que no me mandara mensajes preguntándome cómo me sentía.

Era un ángel.

Axel tenía 22 años igual que yo, su cabello era castaño y sus ojos eran de color marrón.

Era delgado y realmente alto, tenía las cejas pobladas y un acento regio que dejaba helada a cualquiera.

Se había mudado a la ciudad hacía dos años, después de una pelea con su padre. Eso era lo único que sabía de él hasta el momento.

—¿Cómo estás?

Se sentó frente a mí y yo me encogí ligeramente de hombros.

—Mejor que ayer, supongo.

—Es un avance.

Dijo señalandome con el dedo índice, yo reí.

Aprender a soñar. ||Israel Reyes||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora