18. Libres.

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POV Alfredo.

—Necesito tres copias de este documento, por favor.

Dijo Julián entregándome un papel, yo lo tomé de inmediato.

No podía evitar quedarme como un tonto viéndolo cada vez que tenía oportunidad, era uno de las personas más hermosas que había visto en mi vida.

Sus ojos eran tan azules que casi podía sentirme naufragando en el océano cuando me miraba fijamente, ¿por qué Dios le daba a alguien el privilegio de ser tan hermoso?

No tenía una respuesta a esa pregunta, lo que si sabía era que no podía estar más agradecido de aquello, porque podía decir que Julián, este hombre con rostro de Adonis, era mi novio.

—Me estás poniendo nervioso.

Soltó seguido de una risa, sin despegar la vista de los documentos que descansaban sobre el escritorio.

—Que bueno que te pongo nervioso, ¿eso significa que te gusto?

Bromeé y él chasqueó la lengua.

—Lo siento, solo tengo ojos para mi novio.

—¿Ah sí? ¿Y es guapo?

Logré obtener toda su atención, sus ojos ahora me miraban a mí en lugar de a aquellos documentos y su mirada, divertida, iba viajando entre mis ojos y mis labios.

—Es el tipo más guapo que he visto en mi vida, después de mi reflejo en el espejo.

—Idiota.

Reí y él me atrapó entre sus brazos.

—Soy tu idiota.

—Sigues siendo idiota.

—Pero tuyo.

Dejó un corto beso sobre mis labios, yo me aparté de inmediato.

—Aquí no.

Después de la plática que habíamos tenido esa noche en aquel hotel de Atlanta, Julián estaba intentando ser más expresivo, un poco más cariñoso y menos huraño de lo habitual.

Ahora era yo el que tenía miedo, no quería que este tipo de cosas pasaran aquí, en este barrio donde todo el mundo conocía a mi abuelo y por consiguiente, a mí.

—Solo uno.

Reí mientras me dejaba llevar, sentir el cariño de Julián siendo tan él, tan libre, me daba un poco de valor.

Sus labios viajaron de mis mejillas a mi frente, y de la misma a mi boca. El contacto de sus labios sobre mi piel estaba comenzando a volverme loco.

—¡Alfredo!

¿Han sentido ese calor que recorre tu pecho, tus brazos, tu cara hasta la punta de tus dedos cuando algo te pone tan nervioso que la respiración también empieza a fallar?

Eso era justamente lo que había sentido con ese grito.

—Abuelo, no...

Un golpe.

—¿Qué le pasa?

Gritó mi novio mientras se agachaba en el piso hasta quedar a mi altura.

—¡¿Qué es lo que están haciendo ustedes?! Dando ese espectáculo horrible, son un par de... de degenerados.

Hablaba tan rápido que en lugar de preocuparme por mí, comencé a preocuparme por él, por su salud.

—Déjame explicarte.

Dije desde el mismo lugar, mientras que mi pareja se ponía de pie.

—¿Qué me vas a decir? ¿Qué todo esté tiempo me has estado viendo la cara diciéndome que vienes a trabajar con este enfermo cuando en realidad vienes aquí a meterte con él? No, ni siquiera puedo decirlo. Son un par de enfermos, me dan asco.

Aprender a soñar. ||Israel Reyes||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora