19. Eres guapo, amigo.

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Me mordí las uñas mientras alternaba mi mirada entre la ventana y mi celular, tenía varios días así.

Hoy, viernes, se cumplian cuatro días desde que el abuelo había echado a Alfredo de la casa y el corazón, después de tantos días, aún no se me tranquilizaba.

—Juli, basta. Tienes que desayunar.

Dijo Fernanda desde la puerta, yo solo me limité a negar con la cabeza y ella no insistió. Sabía que necesitaba mi espacio.

Las manos me temblaban al igual que las piernas, ¿dónde estaba mi hermano? ¿por qué tenía el celular apagado? ¿Por qué había tenido que correrlo de la casa?

Estaba molesta con el abuelo, pero sobre todo estaba molesta conmigo.

Estaba molesta porque no le había dado la suficiente confianza a mi propio hermano como para que pensara que podía contarme acerca de sus sentimientos, ¿cómo es que nunca me dí cuenta de que le gustaban los chicos? ¿cómo pude ser tan ciega, si sabía perfectamente que no estaba interesado en tener una novia, y nunca lo había estado?

Una lágrima amarga recorrió mi mejilla, la limpié rápidamente cuando la alarma de mi celular comenzó a sonar como loca.

Era hora de ir a mi propio infierno.

Tomé mi bolso y salí de la habitación, tenía muchas cosas que hacer y organizar ahora que la feliz pareja había decidido que la boda sería tan solo en un mes.

Bueno, ahora tres semanas.

—Julieta, tenemos que hablar.

—Ahora no.

Pasé de largo después de dirigirle esas únicas palabras a mi abuelo, quien estaba esperándome en la puerta.

Caminé lo más rápido que pude, quería huir de esa casa donde habían tratado tan mal a mi hermano, ¡Mi Alfredo!

No tardé mucho tiempo en llegar al edificio y subí, después de saludar a las chicas de recepción.

—Israel, la llave se...

Me quedé estática ante la escena.

—Juli, ven.

Después de tantos días, Israel estaba tomando mi mano.

Me guió al sofá sin soltarme y se sentó junto a mí.

—Tenemos que hablar.

POV Israel.

—Buenos días.

Dije adormilado.

Eran las seis de la mañana y Julián estaba del otro lado de la puerta con su ropa deportiva que indicaba que ya había salido a correr.

Caminé al interior del departamento y él me siguió, cerrando la puerta detrás de él.

—Hola, primito. Sé que te había tenido algo abandonado, pero tú tampoco me avisaste que te ibas a Guadalajara.

Me golpeó el hombro y yo reí.

Abrí la alacena y saqué dos tazas, después prendí la cafetera y dejé que hiciera su trabajo mientras me sentaba frente a mi primo para ponernos al día.

—¿En qué momento te iba a avisar? Estás todo el día en el trabajo y con Alfredo, estoy bastante celoso, yo siempre fui tu mejor amigo.

—Sigues siendo mi mejor amigo, idiota.

—Algo me dice que no estás aquí solo para saludarme e insultarme, suéltalo, Reyes.

—Tienes razón, Reyes, estoy aquí para hablar contigo.

Aprender a soñar. ||Israel Reyes||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora