La vida son dos días

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Si la frase "la vida son dos días" fuera real, viviríamos esos dos días de manera intensa y significativa sobre nuestras prioridades y deseos. La brevedad del tiempo nos obligaría a identificar lo que realmente importa, llevándonos a una meditación profunda sobre cómo queremos gastar nuestro tiempo.

El primer día lo pasaríamos reflexionando y planificando cómo usar nuestro tiempo tan limitado. Nos detendríamos a pensar en nuestras prioridades, valorando qué aspectos de nuestra vida son realmente importantes y cuáles no lo son. Dedicaríamos tiempo a considerar nuestros deseos más profundos y a establecer qué cosas queremos hacer antes de que el tiempo se agote.

El segundo día sería el más difícil, marcado por el arrepentimiento y la melancolía. Nos lamentaríamos de todas las oportunidades que hemos perdido y los errores que cometimos el día anterior. Trataríamos de vivir experiencias significativas de manera acelerada, pero el tiempo al ser limitado haría que todo se sintiera incompleto y no seriamos capaces de disfrutarlo por completo. Y por desgracia, a medida que el día se terminara, aceptaríamos nuestra inminente desaparición sin haber hecho nada de lo que verdaderamente queríamos haber hecho.

Yo pienso que deberíamos de poner a prueba ese ejercicio, ya que nos enseña a valorar el tiempo y nos demuestra que las cosas que tanta importancia le damos verdaderamente no lo tiene. Nos recuerda la importancia de vivir en el presente y tomar decisiones sin preocuparnos por lo que pasará al día siguiente. Nos ayuda a apreciar cada momento y a no dar por hecho el tiempo que tenemos. Al vivir cada día como si fuera uno de nuestros dos días, podríamos aprender a enfocarnos en lo que realmente importa, dejando de lado las preocupaciones y distracciones que no favorecen a nuestra felicidad.

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