Búsqueda de la felicidad

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Siempre nos dicen que debemos ser felices, como si la felicidad fuera el destino final al que todos debemos llegar. Pero lo curioso es que, a menudo, no nos damos cuenta de que estamos viviendo esos momentos de felicidad hasta que ya se han ido. Estamos tan enfocados en buscarla, en correr detrás de ella, que no vemos que quizá ya la teníamos frente a nosotros, en esos instantes simples que, en su momento, parecían rutinarios. Y es solo cuando los perdemos, cuando se convierten en recuerdos que miramos con nostalgia, que entendemos lo felices que éramos, aunque no lo supiéramos.

La vida siempre está en movimiento, un vaivén de emociones, de experiencias. A veces estamos arriba, otras veces abajo, y aunque puede ser frustrante, esa dualidad es inevitable. Es como si estuviéramos en una constante danza entre lo bueno y lo malo, lo alto y lo bajo. Al final, es natural que lo que sube también baje, igual que lo enseña la ley de la gravedad de Newton. Lo mismo pasa con nuestras emociones y nuestros días; lo que hoy parece estable, mañana puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Pero lejos de ser algo malo, es eso lo que hace que la vida tenga profundidad, que sea tan rica y llena de matices.

Al igual que la economía tiene sus ciclos de abundancia y escasez, o el universo que sigue en constante expansión y transformación, nuestras vidas también están llenas de cambios. Ningún momento, por más hermoso o doloroso que sea, dura para siempre. Y aunque algunas caídas duelen más de lo que nos gustaría, es precisamente esa inestabilidad lo que nos permite apreciar de verdad los momentos de alegría. Si todo fuera constante, si nunca conociéramos la tristeza o la pérdida, la felicidad no tendría el mismo valor, no nos llenaría de la misma manera.

Quizá la clave no está en pasarnos la vida persiguiendo la felicidad, sino en aprender a estar presentes, a aceptar cada momento tal y como es. Entender que la vida no es una línea recta, ni perfecta, y que eso está bien. Porque es en esa imperfección, en esos altibajos, donde reside su verdadera magia. Al final del día, son todos esos momentos son los que nos hacen sentir vivos de verdad.

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