La verdad del adiós

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La vida es un constante ciclo de cambios. Las personas entran y salen de nuestras vidas, algunas dejando huellas profundas, mientras que otras desaparecen casi sin que nos demos cuenta. Es un hecho inevitable que, por más que queramos retener a alguien a nuestro lado, en algún momento sus caminos tomarán una dirección diferente. Las vidas se separan, y nos quedamos con la incógnita de si esa persona volverá o no. Este es el tema que voy a desarrollar en este capítulo.

Es natural que llegues a querer mucho a una persona, pero es fundamental aceptar que no puedes forzar que se quede en tu vida. Lo que realmente importa no es solo el hecho de que alguien se vaya, sino la forma en que lo hace. Se dice que a las personas se las conoce mejor por cómo terminan las cosas que por cómo las comienzan. La manera en que alguien elige salir de tu vida dice más de su carácter que cualquier palabra o gesto previo.

La última imagen que una persona te deja es la que define quién es verdaderamente en ese momento. Aunque los recuerdos bonitos y las experiencias compartidas puedan ocupar un lugar especial en tu corazón, es importante no dejar que ese pasado nuble tu juicio. Romantizar lo que fue puede hacer que te aferres a una versión de esa persona que ya no existe, mientras ignoras las acciones más recientes, que son las que realmente reflejan quién es ahora.

Voy a poner un ejemplo muy sencillo para que lo comprendas mejor: imagina que llevas meses hablando con alguien, compartiendo momentos y sintiendo que todo va bien. Esa persona se ha portado muy bien contigo, pero, de repente, un día deja de responder tus mensajes sin explicación alguna. Le preguntas qué ha sucedido, porque sientes que no has hecho nada mal. Finalmente, recibes una respuesta: "Es que tengo novia." O alguna cosa parecida que genere un alejamiento entre ambos.

En su momento fue alguien considerado y amable, pero su forma de desaparecer, sin explicarte nada, muestra una falta de respeto y madurez para afrontar las cuestiones peliagudas, porque a nadie le gusta hacer daño a otras personas. La consideración y el respeto no son un lujo que exiges, son la mínima decencia que mereces en cualquier relación.

La empatía es una de las expresiones más básicas del amor, y la falta de ella es una señal clara de que esa persona no vale la pena. Si alguien no muestra empatía después de todo lo compartido, no merece ocupar tus pensamientos ni tu energía. Por más difícil que sea, a veces lo mejor que puedes hacer es dejar ir a esa persona. Y si en algún momento vuelve, recuerda quién fue en su última despedida y qué decisiones tomó.

Aceptar el cierre de un ciclo puede doler, pero es también una forma de liberar espacio para algo nuevo y mejor. No te quedes atrapado en lo que fue; enfócate en lo que puede ser y en lo que realmente mereces.

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