Capitulo 4 - Gofres.

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–No vuelvo a beber –se quejó Paul mientras
escondía su cara en sus manos.

–Creo que no tomaste ni dos cervezas – me reí
sentándome a su lado con mi taza de café y mi
tostada de mantequilla con mermelada.

–No sé cómo puedes comerte eso, está asqueroso.

–¿Lo has probado?

–No.

–Entonces no puedes opinar.

Hizo un gruñido y dejó caer su cabeza sobre la
encimera . Lo cierto era que yo también estaba
muerta de sueño. Anoche entre una cosa y otra
termine yéndome a mi cama pasadas las tres y
media de la madrugada, cuando ya noté que
no me estaba enterando del capítulo.

Sinceramente, si fuera por mí, me habría quedado
toda la noche y, aunque Rus me pidió que me
quedará un poco más – cosa que me encantó más
de lo que me gustaría –, Paul me comentó un día
que a ella no le gustaba dormir con nadie. Y yo
estaba segura de que no tardaría en quedarme
dormida.

–Buenos días –Rus salió de su habitación.

¿Algún día me acostumbrare a su voz roca de las
mañanas? Yo digo no.

Se acercó a la cocina y me dio un apretón en el
hombro para después rodear la isla de la cocina
y empezar a preparar su desayuno.

–Buenos días –le dije antes de beber un trago
de café.

Paul hizo otro gruñido extraño para saludarla, aún
con su cabeza sobre la mesa.

–¿De quién es el móvil que está aquí cargando? –
pregunto Rus sirviéndose un vaso de zumo.

–Mío, ¿por? –contesté.

Anoche se me olvidó completamente ponerlo
a cargar.

–Te están llamando

Me levanté del taburete.

–Uh, Taylor echa de menos a alguien. –dijo Paul
en tono burlón, girando la cabeza para mirarme.

–No es Taylor, es una tal... Vio.

Al escuchar ese nombre salir de la boca de Rus,
corrí el poco espacio que había hasta su lado y
agarre el teléfono. Desenchufé el cable y descolgué.
No me lo podía creer.

–¡Mi amor! –grité nada más descolgar.

Paul levantó la cabeza mirándome pasmado
mientras que Rus tenía una ceja enarcada. Les
eche una mirada a ambos sin entender su
expresión, pero volví a mi llamada en cuanto
Vio me contestó.

–¡Hola cariño! –dijo con el mismo entusiasmo
que yo.

–¿Se puede saber dónde estabas metida?

Sujete el teléfono entre mi mejilla y mi hombro
para así tener ambas manos libres y poder llevar
mi desayuno a la habitación para hablar más
tranquilamente.

Una vez dentro, puse el altavoz y me senté en
la cama.

–Es que te vas a reír... –comenzó Vio– pero
el otro día estaba de fiesta y se me cayó el
móvil dentro del aseo.

–Dime que no metiste la mano para sacarlo.

–Tenía la tarjeta de crédito dentro de la carcasa,
obviamente metí la mano.

Casi me atraganté con la tostada.

–¡VIO!

–Era una emergencia de vida o muerte, Guiri.

Inevitable - ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora