Inevitable - ruski

Capitulo 15 - El río.

No sé por qué, pero esta mañana me desperté de
buen humor. Me estiré y remoloneé un poco en la
cama antes de dirigirme a salir, ya que aún no
quería deshacerme del calor que proporcionaban
las mantas. Rus, en cambio, se había levantando
hace un rato, como siempre.

Finalmente decidí que ya iba siendo hora de
vestirme. Abrí el armario de Rus –que ya tenía
varias cosas mías– y me puse unos vaqueros y un
jersey suyo. Hice la cama antes de salir de la
habitación.

Rus, Juanjo y Paul ya estaban en la cocina
desayunando. ¿Por qué siempre era la última en
levantarme?

–Buenos días –saludé en general.

Me devolvieron el saludo y siguieron a lo suyo.

Bostezando, me serví café en una taza y puse en un
plato un par de tostadas que Paul había preparado.
Lo dejé todo en la isla al lado de Rus. Sin
embargo, antes de sentarme y aprovechando que
nadie miraba, me coloqué detrás de ella,
abrazándola por los hombros y dándole un beso en
la mejilla.

–Hola –murmuré.

-Hola –me contestó con una sonrisa.

–¿Sabes que hoy estás muy guapa?

Ante mi comentario, se echó un poco hacia el lado
para poder mirarme mejor.

–¿Qué quieres? –preguntó, desconfiada.

–¿Qué te hace pensar que quiero algo?

Rus me miró alzando una ceja, dándome a
entender que no creía en absoluto lo que decía. En
respuesta, la miré de la misma manera.

Aunque sí, quería pedirle algo.

–Si esto fuese una película, ahora sería un
momento beso perfecto –comentó Paul, untándose
una tostada.

–Ya, pero eso no va a pa...

Antes de que pudiera terminar la frase, Rus giró
mi cara y me besó en la boca. No fue un beso largo,
simplemente presionó sus labios con los míos
durante unos breves segundos, pero fue suficiente
como para que me tuviese que sujetar a ella para no
caerme de la impresión.

Cuando se separó, la miré buscando alguna
explicación la cual no llegó. Solo se limitó a seguir
comiendo. Me senté a su lado y comencé a remover
mi café, aún asimilando.

–Oye, ¿eso de los besos entre amigas es muy
común? Porque yo también quiero unirme –se
quejó Paul.

–No –zanjó Rus.

–Buen intento –rio Juanjo, disfrutando del
espectáculo.

Resopló unas tres veces para recalcar que no
estaba de acuerdo con la decisión –bromeando, obviamente – y continuamos desayunando como
si fuera una mañana más.

Quince minutos más tarde echamos a suertes quién
fregaría los platos del desayuno, excluyendo a Paul
que era quién lo había preparado, y perdí yo. Así
que mientras Juanjo y Paul se iban a clase y Rus
terminaba de prepararse, me puse a recoger la
cocina.

Cuando casi había terminado, noté a Rus pegarse
a mí por la espalda depositando un beso en mi
hombro. Me di la vuelta.

–Creí que no querías que nadie se enterara de lo
que pasaba entre nosotras.

–¿Cuándo he dicho eso?

–No lo has dicho, pero lo pensaba.

Rus sacudió la cabeza mientras se acercaba para
darme otro beso, pero antes de que pudiera
hacerlo, como me sentía malvada, puse mis manos
húmedas y frías por haber fregado en su nuca
haciendo que se retorciera. Y, claro, empecé a
reírme descaradamente.