Capitulo 11 - ¿Y ahora qué?

557 32 6
                                    

–Exijo detalles.

Vio y yo habíamos salido a comer aprovechando
que era domingo y hacía buen tiempo. Habían
dado lluvia para gran parte de la semana
que viene.

Le conté absolutamente todo lo que había
pasado anoche cuando llegue al apartamento.
Ella incluso había dejado a un lado su comida
para escucharme atentamente. Tenía ambas
manos colocadas bajo su barbilla haciendo de
apoyo mientras no me quitaba la mirada de
encima, asintiendo.

De vez en cuando se le escapaba alguna sonrisita.

–En resumen de la historia –recapituló –, Juanjo
es un poco inoportuno, tú te quedaste con un
calentón que ni todo el hielo de la Antártida te
podría bajar y yo tengo derecho a decirte el
te lo dije más grande de la historia.

Puse los ojos en blanco y bebí un trago de cerveza.

–Excepto lo último, sí.

–Sobre todo lo último –agarró una patata frita, la
mojo en ketchup y se la comió –. ¿Has hablado
hoy con ella?

–No, cuando me he despertado solo estaba Paul.

–¿Y tienes pensado qué decirle cuando la veas?

–Sinceramente no tengo ni idea.

–Yo tengo una –sonrió maliciosamente–. Cuando
la veas le das el beso de su vida y termináis lo
que empezasteis en el sofá. O en la encimera, que
también tiene su morbo.

–No voy a hacer eso, Vio.

Rodó los ojos mientras daba un trago a su bebida.

–¿Puedo preguntarte por qué lo piensas tanto?

–Porque...–traté de buscar las palabras
adecuadas que pudieran describir todo el lío
de pensamientos que estaban en mi cabeza –, cuando... lo que... lo que siento cuando estoy
con Rus no se parece en nada a otras veces.

–Eso ya lo sé, bebé.

–¿Cómo que lo sabes?

–Chiara Oliver, no nací ayer y te conozco. Además,
Rus es diferente.

–¿A qué te refieres?

–Para explicártelo mejor vamos a enumerar las
chicas "formales" con las que has estado –se puso
derecha en la silla–. Primero, Dana.

–Nunca estuve con ella –me quejé.

–Fueron dos largos meses sin ser nada oficial, pero
cuentan –eso me hizo poner los ojos en blanco,
aunque me ignoró y continuó hablando–.
Segundo, Jessica. Gran mancha negra en tu
historial, por cierto.

–Tampoco estuve con... –conforme recibí su
gran mirada asesina decidí callarme y dejar
que continuará.

–Y, por último, la que no voy a nombrar, pero
que sabes quién es –con los tres dedos de una
mano levantados, me miró fijamente –. ¿Qué
tienen en común estos tres seres?

–¿Que se acostaron con Luis? –justo en ese
instante noté su zapato chocando fuertemente
contra mi espinilla–. ¡AY! ¿Que haces, idiota?

Sin embargo, Vio negaba con la cabeza mientras
me miraba como si fuera una madre enfadada. No
entendía por qué, no había dicho ninguna mentira.

–Céntrate. Lo que tienen en común es que ninguna
de ellas me caía bien.

Dejé a medio camino la patata que me iba a comer
para mirarla, ligeramente confundida.

Inevitable - ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora