Capítulo 21 - Apurando.

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Durante la siguiente semana Rus no salió de la
habitación, por no decir de su cama. Además, al
contrario de lo que yo creía, decía que no quería
estar sola así que estuve con ella todo el tiempo que me fue posible. Únicamente nos permitía entrar a
Juanjo, Yuliya o a mí, por lo que el día que tuve
que ir a la universidad a hacer mi último examen Juanjo fue quien se quedó con ella. Al menos a partir de ahora tenía unas semanas libres y podía
despreocuparme un poco de los estudios.

Rus se había estado saltando los ensayos de su
obra de teatro con la excusa de que se había
resfriado y se encontraba demasiado mal como
para salir de la cama. Lo que sí que había que
admitir era que ya casi no quedaba ni rastro de los
golpes que tenía por la cara, nadie diría que hace
un par de días había tenido heridas por toda esa
zona. La única señal que quedaba en el cuerpo de
Rus sobre lo que había pasado era su estado de
ánimo decaído y las pocas tres o cuatro palabras
que soltaba a lo largo del día.

Yuliya también venía a visitarla a diario. De
normal se quedaban hablando a solas durante una
hora y cada vez que volvía a la habitación notaba
a Rus un poco mejor de ánimo. Se notaba que esas
pequeñas charlas le venían bien y que Yuliya sabía
perfectamente cómo tratar el tema.

Bueno, el tema.

Ni Yuliya, ni Juanjo, ni yo habíamos comentado
una palabra desde aquel día, y con Rus muchísimo
menos. Nos importaba más él asegurarnos de que
Rus estuviera bien que pensar en eso.

Dos semanas más tarde Rus, por fin, salió de la
habitación. Estaba un poco reacia a que se le
acercará demasiado la gente, pero el salir ya era
un gran avance. Me pidió si podía acompañarla a
los ensayos puesto que no quería ir sola, al menos
de momento, y accedí sin ningún problema.

Íbamos ligeramente todos los días al teatro y allí
nos podíamos pasar fácilmente más de cuatro
horas. El tercer día ya conocía perfectamente a los
dos hombres enormes de seguridad –George y
Matthew– con los que me solía quedar un rato
charlando, y a sus dos profesores –Manu y Noemí–.

El salir de casa para ir a los ensayos le estaba
viniendo muy bien a Rus, era como si durante
todas las horas que duraban se olvidase
completamente de la realidad. No se le notaba ni
incómoda ni preocupada, simplemente estaba
inmersa haciendo su papel y se notaba su cuerpo
notablemente más relajado. Por no decir que al
terminar siempre estaba de muy buen humor.

Había pasado tanto tiempo sentada en la butaca del
auditorio mirando cómo pasaban la obra una y otra
vez, que me sabía de memoria el diálogo de todos
los personajes. También había aprendido la
manera en que se organizaban para preparar la
función. Noé se encargaba de la parte visual, la
escenografía, las posiciones...mientras que Manu
era el responsable de toda la parte interpretativa.

Manu y yo nos solíamos sentar juntos para ver los
pases. Él siempre me decía al oído las correcciones
que iba a hacer para que fuese aprendiendo poco a
poco y, la verdad, era bastante interesante.

–Chiara, creo que tienes el conocimiento suficiente
como para saber qué le voy a decir a uno de ellos –
señaló Manu con un bolígrafo a los tres chicos que
estaban sobre el escenario.

Vi un poco más de la escena que estaban
interpretando, tratando de fijarme en el más
insignificante detalle. Reparé en un chico pelirrojo
que estaba hablando con las manos rígidas
completamente pegadas al cuerpo.

–¿Te refieres al chico que no mueve las manos? –
pregunté.

–Vas aprendiendo, eh –comentó orgulloso.

Inevitable - ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora