Pov Rus - Confirmamos Sospechas.

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No me lo podía creer cuando vi la hora en el
despertador. Me había quedado dormida. Era
algo que no me había pasado en años.

¿Qué digo en años? No me había pasado nunca.

Me vestí sacando las dos primeras prendas que
localicé en el armario para tardar el mínimo
tiempo posible. Vamos a obviar que en un
intento de ponerme los pantalones rápido me
caí de bruces contra el suelo.

Hoy era uno de esos días en los que no podía
llegar tarde porque tenía ensayo a primera
hora y las consecuencias de retrasarse eran
horribles, sobre todo con la obra a tan pocos
días. Salí disparada de mi habitación, no
encontrando a nadie en la cocina.

Normal, todos se habrán ido ya. Maldije de mil
formas, tanto en mi mente como hablando al
aire, y salí del departamento sin desayunar. Ya tomaría algo al llegar a la universidad.

Casi lloro de felicidad al ver a Chiara esperando
al ascensor, que se abrió en cuanto pisé el rellano.
Me apresuré en poder entrar con ella antes de
que se cerraran las puertas.

–¡Espera! –grité.

–Pensaba que ya te habías ido –comentó,
divertida, cuando estuve a su lado.

Pulsó el botón del garaje, dejando que yo
recuperarse el aire de mi pequeña carrera a
contrarreloj. Bueno, por lo menos, el hecho de
que Chiara siga aquí me indicaba que llegaba
tarde, pero no mucho.

Saqué mi móvil, mirando la hora una vez más.
Tenía un total de treinta y siete minutos para
llegar. No podía dejar de morder un padrastro
que tenía en mi dedo pulgar, canalizando los
nervios, mientras mis ojos no se despegaban de la pantallita de los números. Estaba ordenándoles
con la mente que descendieran más rápido, a ver
sí con un poco de suerte daba resultado.

Un estruendo seguido de una fuerte sacudida hizo
que Chiara y yo nos agarrásemos de la mano para
no perder el equilibrio. Miré confundida a mi
alrededor, queriendo gritar en cuanto vi la
pantalla congelada en la transición del tercer piso
al segundo.

–No, no, no, no –repetía atropelladamente.

Esto no podía estar pasando.

Me acerqué al panel de los botones, comenzando
a pulsar insistentemente el que marcaba el garaje.

Venga, funciona joder.

Al ver que pulsarlo no servía de nada, pasé a los
golpes.

–No hace falta que rompas aún más el ascensor –
se burló Chiara.

–Al menos yo estoy intentando hacer algo. ¿Qué
estás haciendo tú?

–¿Llamar al servicio técnico? –mostró su móvil
–. Han dicho que tardarán una hora en llegar,
aunque intentarán estar antes.

¿Puedo saber en qué momento había llamado?
No había escuchado nada.

Como llegar tarde a clase ya era un hecho del
que no me iba poder escapar, decidí aceptarlo y
relajarme. Pasé las manos por mi pelo,
expulsando el aire y girándome hacia Chiara, que
seguía mirándome como si le estuviera haciendo
un espectáculo privado de comedia.

Inevitable - ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora