Un omega reservado⁰² [yoonseok]

Diecinueve: Una vez

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¿En que momento ambos habían pasado del comedor a la sala? No sabían y no querían descubrirlo.

El pelirrojo estaba a horcajadas del Alfa, besándose, llevaban aproximadamente treinta minutos saciandose de besos y roces atrevidos.

Como justo ahora, Yoongi tenía ambas manos en el trasero del Omega, mientras este se removiá para nada inocente en su regazo, su pene estaba aprisionado entre el pantalon de mezclilla y los muslos gruesos de Hoseok.

Y tocando ese tema, hace unos minutos estaba tan enojado que olvidó percatarse de como iba vestido, un short deportivo de licra ceñido a su trasero redondo, una camiseta grande y el cabello un poco húmedo. Mientras estaba sobre el la licra había subido un poco sobre sus piernas, dejando a la vista unas piernas fuertes y torneadas, lampiñas y de un color canela excepcional.

— Ho...tienes que parar.. — se separó unos centímetros.

El mencionado se alejo un poco, sus labios estaban rojos y brillantes por la saliva compartida.

Hoseok pensó muy bien antes de preguntar.

¿Ellos podían..?

— ¿Quieres ir a mi habitación? — dijo sin titubear.

Sería algo de una noche, quería quitarse esas malditas ganas de una vez y acabar con esto, y el no creía que Yoongi se negara. Solo una vez ¿verdad?

Salió del regazo del hombre y fue a las escaleras. Al ver a Yoongi aún inmovilizado se detuvo.

— ¿Vienes o no? — lo vió, aún de espaldas. — Tal vez podría llamar a mi colegial...

Salió de ahí.

Yoongi sintió como si hubiera dejado una ráfaga de ese maldito olor que lo tenía loco.

¿Dónde había quedado el maldito autocontrol? Pasó de llegar cansado y con los sentimientos revueltos a estar caliente como la mierda.

Ellos eran adultos, sabían bien lo que hacían y era solo la calentura del momento, podía manejar con ello ¿verdad..?

Para pronto su mente dejó de trabajar saltó del sillón con un dolor en la entrepierna, más eso no le impidió llegar a una velocidad sorprendente a la puerta del Omega.

Ni siquiera tuvo que tocar, Hoseok estaba esperando por el, era seguro.

La puerta dejo a la vista un pelirrojo sentado a los pies de la cama, sus piernas estaban dobladas a su pecho, luciendo ¿Lindo? Si, el lo era, hace mucho que lo había aceptado.

— Pensé que no vendrías... — susurró.

Cerró la puerta tras de si y se recargó en ella.

— ¿Te has arrepentido? — dijo, estaba cachondo, si, pero había algo en el que lo hacía lucir inseguro, inseguro de si mismo.

— No...yo-... acabo de recordar que no lo había hecho en mucho tiempo, es tonto... — se encogió de hombros.

— No tenemos que hacerlo...