04. BLANCO

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La carrera de Miami se da en el Autódromo Internacional. Está lleno esta vez, la temporada es ardiente y se sabe desde las primeras carreras. Todos quieren ver al gran Brown en su final, todos quieren apreciar a West White en su imponente comienzo. La rotura de la dominancia del campeón tiene emocionados a los fanáticos.

Hace calor, estoy vestida de los colores del equipo, demasiado detallista como para pasar desapercibida. Cualquiera diría que lo que hay que hacer para resaltar en el cerebro de un hijo de puta es ir contra la corriente y darle batalla, pero cualquiera que dijera eso claramente no conoce a quien se está enfrentando en esta competencia.

Tengo un guía exacta qué seguir, me pregunto si en general las chicas no se dan cuenta de las intenciones vacías de los hombres como él, cuando las mueve de un lado al otro sin preguntar mucho, cuando solo habla de él, cuando lo único que resalta es qué tan bonita eres.

Al llegar una persona me indica donde sentarme a verlo, me camuflo entre los demás fans de la escudería aunque pese al entusiasmo alrededor mío, aquella es la hora y no sé cuánto más aburrida de mi año, los autos son demasiado rápidos en persona, los ves por unos segundos y si parpadeas no lo haces.

Demasiado ruido, demasiada gente hablando en diferentes idiomas, demasiados gritos inútiles. No veo las estadísticas ni los diferentes ángulos como lo haría si viera alguna transmisión. Solo sé que el piloto por quien apuesto va segundo.

Un largo rato bajo el sol, viendo como existe una clara ventaja y ni siquiera hay vendedores de dulces cerca para distraerme comiendo. Si no estuviera en un buen asiento, con mucha conmoción a mis costados, me hubiera quedado dormida.

Trato de entretenerme jugando un videojuego en mi teléfono hasta que la reacción en las gradas me informa que ha ganado el que desde las primeras vueltas se vio que iba a ganar. Wow. Qué sorpresa. Qué entretenido. Muero de la emoción.

Las personas que trabajan con él me ayudan a moverme de sitio a sitio como una muñeca, son atentos y me tratan con demasiada atención como para conocerlo hace un par de días. Supongo que a cualquier niña esto le sorprendería, por supuesto que se las gana haciéndoles creer que son las elegidas por su varita mágica. Mi sonrisa no es fingida, pero no es por la razón que ellos creen.

Lo veo en las cámaras en el cuarto de refrigeración, me pregunto qué cruza por su cabeza. Si es que algo lo hace. Dudo que haya otra frase más que "soy el rey de esta mierda". No lo dice en voz alta porque el puesto 2 y 3 están sentados al lado suyo.

Me pasan justo frente al podio, la champaña se descorcha de un golpe, se bañan en la misma. Se parece a los cientos de videos que ya he visto sobre esto, tengo una coreografía, me sostengo del barandal, él puede verme saltar y aplaudirle llena de júbilo. Sé que lo hace pero, por supuesto, va a pretender que no le importa hasta que baje y luego de correr a quien tenga que hacerlo, vendrá directo a mí. de hecho, puedo predecirlo en

3... 2... 1...

—¡Viniste! —exclama al extender los brazos hacia mí, siento su traje empapado, su rostro sudoroso y el aroma que está impregnado justo en mi—. Te extrañé.

«Dios, dame fuerzas para mentir descaradamente».

—¡No puedo creerlo! ¡eso fue increíble! Estuviste a tope, estoy muy, muy feliz.

—Lo sé, lo sé —se aparta, tiene la respiración agitada, su mano acaricia mi cabello dando palmaditas—. Parece que eres mi amuleto de la suerte.

Creo recordar que dijo que no necesitaba suerte, hace menos de 24 horas.

—Eres un fenómeno natural. —bromeo, pero estoy bastante segura de que no entendió mi tono burlón porque justo en ese instante sus manos se posan en la parte baja de mis mejillas y siento que me estira hasta que mi estomago queda contra la valla.

No apto para cobardesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora