6. Quien no arriesga no gana

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—Gracias por dejarme pasar, antes de nada quiero que esto sea secreto, no le digas a nadie que estoy aquí, ni a mi madre —fue lo primero que dijo Xiao al cruzar el umbral de la puerta de la casa de Zhongli una vez le dijo la dirección por teléfono.

—¿Quieres contarme qué ha pasado? —dijo el mayor en tono preocupado.

Ninguno de los dos se había vuelto a dirigir la palabra desde ese día más allá de los saludos cordiales al verse cuando Xianyun y Zhongli quedaban o este se quedaba a dormir en su casa. No lo habían hablado, habían hecho como si no hubiera pasado y quizá era mejor así. Xiao no iba a sacar el tema y menos en ese momento cuando todo su mundo parecía resquebrajarse.

—Me he escapado de casa porque mi madre quiere que deje la banda —explicó como pudo, con la voz ligeramente temblorosa—. Sé que eres su novio y que probablemente no sirva de nada que te diga que no le digas que estoy aquí, pero la banda es mi vida y la música es mi sueño, no puede arrebatármelo así.

Zhongli suspiró pesadamente y se cruzó de brazos. Xianyun le había dado voz para opinar cuando se trataba de Xiao y él mismo la había persuadido una vez para que no obligara a Xiao a dejar la banda. Esta situación parecía mas complicada.

—Pelearte con ella no va a mejorar las cosas, Xiao. Pero entiendo que te duela —comentó el mayor—. Puedes quedarte si lo necesitas, pero tienes que prometerme que hablarás con ella. Puedo ayudarte a hacerlo, si quieres.

—He hablado con ella, Zhongli...

Por primera vez desde que conocía al mayor, dejó que esa fachada de niño rebelde se cayera y se mostrase tal y como era. Le dolía la situación más que a nadie y no quería llorar delante de él, pero no pudo detener las lágrimas que surcaron sus mejillas. No podía seguir así, encerrado en su casa el primer año de universidad, forzado a alejarse de sus amigos y con un hombre en su mente que jamás iba a ser suyo. Estaba harto, harto de que todo fuera cuesta abajo.

—Si no puedes prometerme que no dirás nada me iré y no prometo que sea a un sitio seguro, sino a un sitio en el que sepa que voy a estar lejos del mundo por un tiempo.

—No digas tonterías, no vas a ir a ningún lado —respondió el mayor y por instinto se acercó para abrazarlo. Sentía que lo necesitaba—. No voy a decirle nada a Xianyun. Pero es tu madre y estará preocupada.

Quería decir que le daba igual que se preocupase, que se merecía hacerlo después de jugar con sus sueños, pero el abrazo le dejó sin palabras. Se aferró al cuerpo adverso tan fuerte que se dio cuenta de que necesitaba eso más de lo que debería necesitarlo.

—Gracias, Zhongli... —murmuró.

Habían pasado tres días y Aether seguía sin saber nada de Venti. No iba a clase, no respondía a sus mensajes. Se había esfumado, como si no quisiera volver a verle. Estaba desquiciado, la última conversación que habían tenido se repetía una y otra vez en su cabeza. ¿Qué sentía por él? No lo tenía claro, pero sí que sabía que no quería que le pasara nada malo. No quería estar alejado de él y esos úlimos días habían sido una tortura.

No quiso esperar más, necesitaba una respuesta, necesitaba verle y saber que estaba bien. Por eso mismo se plantó frente a la casa de Venti y respiró hondo. Sabía que su padre podría estar por allí y eso le ponía nervioso, pero no dejó que el miedo le paralizara. Tocó la puerta un par de veces y esperó.

La puerta se abrió y la figura de un hombre calvo, desaliñado y con la barriga prominente apareció con un cigarro en la mano. Alzó la vista, pues era bastante bajito.

Llámame papi (Zhongxi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora