4. Arrepentimiento

338 27 54
                                    




Las sábanas se pegaban en su cuerpo a causa del sudor. Era mediados de septiembre, pero se sentía como si aún estuviera en pleno verano. Xiao se despertó, acalorado y sobresaltado. Todo le daba vueltas y lo único que quería era vomitar de nuevo. Sin embargo, a medida que sus ojos se abrían y enfocaban su alrededor los recuerdos vagaron por su mente. ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era la pastilla que tomaron antes de salir al escenario. ¿Con quién había pasado la noche? No había nadie acompañándolo en la cama y no parecía el cuarto de Aether y tampoco el suyo.

Se levantó y tuvo que sentarse de nuevo. La cabeza le dolía mucho y sintió un fuerte pinchazo que le hizo soltar un quejido. El teléfono móvil estaba sobre la mesilla y lo tomó para avisar a sus amigos de que estaba bien, aunque no les dijo que no estaba en casa, solo que no había fallecido en un callejón a causa de una sobredosis o de un coma etílico.

Logró ponerse en pie y buscó el baño, pero lo que se encontró fue mucho peor. En el salón de aquel apartamento estaba la peor de sus pesadillas: Zhongli.

—¿Qué haces aquí? —preguntó confuso y volvió a soltar un quejido a causa del dolor de cabeza.

—Vaya, por fin despiertas —dijo el mayor con un café en la mano y una expresión tranquila—. ¿Qué tal la resaca?

Xiao iba a decir algo pero se llevó la mano a la cabeza. Le dolía y mucho. Miró hacia abajo y vio que sus prendas habían sido sustituidas por una camisa blanca abotonada. ¿Qué había pasado?

—¿Has abusado de mí aprovechando que estaba drogado? —cuestionó Xiao—. Auch, mi cabeza.

—¿Quién te crees que soy? —respondió Zhongli, ofendido, y se acercó a él. Llevaba una pastilla en la mano y un vaso de agua que había agarrado en algún momento—. Toma, para el dolor de cabeza. Avisé a tu madre de que estabas aquí, por si no te acuerdas de lo que pasó anoche. Creí conveniente que no te viera en ese estado.

A pesar de que quería hacerse el duro necesitaba esa pastilla para acabar con ese insufrible dolor. Se la tomó y bebió el agua como si llevara meses sin beber. Poco a poco los recuerdos se iban ordenando en su cabeza. Recordó encontrarse a Zhongli en el baño y luego irse con él.

—Ya, bueno, ¿dónde está mi ropa? —Esperaba que no se hubiera potado encima mientras dormía, aunque tal y como estaba sintiendo la resaca lo veía probable.

—En la habitación —respondió el mayor y volvió para limpiar su taza de café, que ya estaba vacía—. Te la quitaste antes de quedarte dormido e insististe en que querías mi camisa.

La vergüenza comenzó a invadir al menor. No recordaba nada de lo que había dicho, tan solo eran imágenes borrosas en su cabeza, pero sí recordó el tacto del pecho de Zhongli contra su mano y lo cerca que había estado de él. Su corazón latía con fuerza y su rostro se había sonrojado más de lo que debería. Se mantuvo en silencio y fue a por su ropa, cerrando la puerta tras de sí.

Se cambió lo más rápido que pudo y tomó sus cosas. No sabía dónde estaba, pero podía usar google maps. Apenas tenía batería, aunque consideraba que ese diez por ciento le ayudara a llegar a su casa.

—Adiós —se despidió y se dirigió hacia la entrada.

—¿A dónde vas? —cuestionó Zhongli.  Tenía sus brazos cruzados sobre el pecho mientras le observaba desde la entrada—. ¿Piensas volver a casa andando? Ni siquiera sabes dónde estamos.

Señaló su teléfono. Por alguna razón el hecho de no pensar que podía buscar la ubicación en el móvil le hizo reflexionar acerca de lo mayor que era con respecto a él y, aún así, le atraía más de lo que debería, pero no era algo que debiera pensar.

Llámame papi (Zhongxi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora