CAPÍTULO 15 - ¡DIOS, QUÉ GRANDE! (HETERO)

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Otra tarde que estaba tumbada en el sofá, con un puto calor de cojones y sin nada que hacer. Mi marido estaba con una cerveza en la mano tumbado en el otro sofá mientras tenía en la televisión el programa que veía todas las putas tardes.

Ya había perdido la cuenta de las semanas que llevábamos sin hacer nada, y mi cuerpo pedía acción, pero él no me la daba.

Me ponía excusas de cualquier tipo:

"Estoy cansado"

"Carmen, ahora no tengo ganas"

"Luego, espérate a que termine el programa"

"Tú ve a la cama y en un rato voy"

"No me apetece"

Así que así estaba, a dos velas. Parecía una milanesa, vuelta y vuelta en la cama y nunca hacíamos nada. La única imagen que tenía de mi marido desnudo era cuando iba a dejarle la toalla en la ducha. ¡Nada más!

Así que allí me encontraba, en el sofá con ganas de sexo pero sin la persona necesaria para hacerlo. Bueno, en realidad sí que tenía la persona, pero no estaba segura de que estuviese dispuesta a hacerlo, seguramente me diría que no.

Los brazos que tenía ese hombre no eran ni medio normales, su trabajo lo había llevado a tener ese cuerpo tan definido, sus cara parecía esculpida por los ángeles, y sus manos podían levantar en volandas todo lo que se propusiera sin ningún problema.

¿Estaba corta de butano? No ¿Pero de sexo? Me hacía falta un buen meneo. Así que al final decidí hacer la llamada.

Pitido. Pitido. Pitido. Hasta que al final respondió:

-Dime Carmen, que necesitas.

-¿Podrías traerme dos bombonas? Se me ha terminado una y tengo comida familiar, necesitaré calor.

-Te llevé dos la semana pas...

-Es urgente, por favor.

-De acuerdo, intentaré hacer hueco y paso esta tarde.

-Perfecto, muchas gracias.

-A ti guapa.

Colgué y me decidí a esperarlo hasta que llegase. Mi marido estaba dormido en el sofá, cabrón, ojalá se diese cuenta de que me hacía falta un buen polvo. Me preparé un poco vistiéndome para la situación aún desconocida.

Eran alrededor de las cinco cuando llamaron al timbre.

-¿Diga? - respondí

-Carmen, te subo las bombonas.

-Perfecto, te abro.

Cuando llegó arriba me dijo:

-¿Dónde te las dejo?

-Si no te importa, ¿me podrías colocar una tú hoy, porfavor? Te pago un poco más.

-Por supuesto, dime dónde la quieres.

"Hasta el fondo." Joder, céntrate, Carmen.

-¿Me la puedes meter debajo del fregadero?

No sé si sonó peor de lo que pensé o lo que dije, pero una cosa quedaba clara: necesitaba tenerla dentro.

Él se metió bajo el armario del fregadero y pude ver a través de su mono el paquete que tenía entre las piernas, joder, tenía mucha necesidad de tenerlo dentro.

-¿Crees que podrás engancharlo?

-Por supuesto mujer, esto cuesta un poco pero al final siempre cede.

101 Microrelatos EróticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora