CAPÍTULO 28 - MOJADOS (HETERO)

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Llegué a casa reventado del trabajo, no sabía porqué tenía tanto cansancio encima. Estaba solo en casa, me preparé algo rápido de comer. Me tumbé y decidí que esa tarde cancelaría todos los planes y me quedaría en casa para descansar.

No pasó media hora desde que me desperté de la siesta cuando, para relajarme, me metí en la bañera. Seguía solo en casa, así que me puse un poco de música para que el ambiente acompañase a la situación.

Puse una bomba aromática y unas sales en el agua. La música resonaba suavemente desde los altavoces, dejando un panorama muy agradable que mentalmente me dejó muy tranquilo.

Me desnudé y me metí dentro, el agua no estaba ni fría ni caliente, simplemente estaba perfecta. Me dejé llevar por el momento y mis ojos se cerraron. Mi cuerpo se fue relajando poco a poco y noté como mi peso se iba dejando caer hasta quedar como un muerto dentro del agua.

Al cabo de un rato escuché la puerta de casa y supuse que sería mi padrastro pero, para mi desgracia, no lo era. La persona que entró era la que llevaba amargándome la existencia los últimos 3 meses, mi hermanastra.

-¡YA ESTOY EN CASA! - gritó.

No respondí y simplemente dejé que mi mente hiciera ver que no la había escuchado y todo era un mal rato de mi mente.

Pero fue en vano cuando entró al baño para asearse después de la universidad.

-Uy, hola, pensaba que no había nadie en casa - me soltó.

Otra vez me hice el sordo. No me malinterpretéis, pero no me amargaba la existencia a malas. Pero cada vez que veía ese cuerpo el mío reaccionaba de una manera que no podía controlar. Y ella, que lo sabía, me provocaba para luego recordarme que no podíamos hacer nada.

Como estaba pasando en ese momento. Se empezó a quitar la ropa para entrar en la ducha y yo la vi reflejada por los azulejos. Se pasó las manos por el cuerpo y, sin mi permiso, cogió el mando de los altavoces y cambió la música a una más sensual y movida. Subió el volumen y entonces ya sí que el momento de calma había terminado.

Yo estaba desnudo, igual que ella. Pero no podía levantarme de la bañera, si lo hiciera, se me notaría la leve erección que tenía por verla de esa manera. Ella me echó una mirada provocativa antes de entrar y yo, como siempre, intenté a toda costa evitarla.

Abrió el grifo y el agua empezó a caer por su cuerpo. Mi mente no podía evitar imaginarse la escena. Mis ojos veían su silueta dibujada en los azulejos de la pared y me estaba poniendo muy cachondo, no os voy a mentir.

Sus manos empezaron a recorrer su cuerpo y a acariciarse lentamente. Escuché que soltaba algún gemido leve, pero intenté hacer oídos sordos. Cuando terminó de ducharse, salió con la toalla y empezó a secarse frente a mí, mirándome a los ojos.

-Sé que te has puesto cachondo - me dijo - pero recuerda que no podemos hacer nada.

-No estoy cachondo.

Me miró y se acercó a mí.

-Entonces si busco entre la espuma no me voy a encontrar ninguna sorpresa.

-No puedes hacer eso.

-¿Si me la encuentro qué hago?

-Comértela.

Se puso blanca, no se esperaba esa respuesta.

-¿Ahora ya no quieres buscar? - le pregunté - Nunca sabrás si tenías razón.

Pero ella, cabezona, se acercó y metió la mano en la bañera, buscando mi erección. No tardó mucho en encontrarla debido al tamaño de mi polla.

-¿Lo ves? Sí que había sorpresa - le dije - Ahora te toca cumplir con tu parte.

Ella se quitó la toalla que la envolvía y se quedó con su cuerpo al descubierto frente a mí. Se metió en la bañera y, sacando mi cuerpo para afuera, cogió mi polla y se la metió de golpe en la boca.

Fue todo tan rápido que mi cabeza tardó un par de segundos en asimilar lo que estaba pasando. Ví de repente a Claudia frente a mí, con mi pene entre sus labios y chupándoselo con ímpetu. Su boca empezó a subir y bajar por mi miembro.

Lo dejó bien mojado cuando dirigió su coño a mi boca, la cual no hizo amago de rechazar la oferta. Mi lengua se movió por todos los rincones de su entrepierna y ella me cogió del pelo en señal de agrado por lo que estábamos haciendo.

La cogí de las nalgas y apreté su cuerpo contra el mío. Mi mano derecha empezó a moverse por su clítoris, haciendo círculos sobre él. Sus cuerpo se tensaba y su espalda se arqueó cuando mi otra mano empezó a subir por su cuerpo, acariciando su abdomen y apretando sus pechos. Después saltaron a su cuello y finalmente a su boca.

Tras unos minutos ella se posicionó sobre mi cuerpo y los dos nos dejamos caer sobre la bañera. Mi polla notó que su mano la movía, ella se colocó y noté que poco a poco fui entrando en su interior.

Se movió arriba y abajo con suavidad, notando cada centímetro de mí entrar y salir de ella. Me dije a mi mismo que esto era una locura, pero tenía que disfrutar del momento.

El agua salpicaba por el suelo al caer de la bañera por el meneo que le estábamos pegando. Su cuerpo se erizaba cada vez que mi polla llegaba hasta lo más profundo.

Agarré sus pechos y jugué con ellos hasta que ella se terminó corriendo sobre mí.

-Y luego decías que no querías hacer nada - le dije - Y mirate, acabas de correrte con mi polla dentro.

-De esto ni una palabra a nadie.

Entonces la volví a coger por las nalgas y volví a introducir mi polla en ella. Esta vez más fuerte y más rápido. Ella no pudo ahogar sus gritos y dejó que mi cuerpo llevase el control mientras gemía mi nombre a los cuatro vientos.

Me terminé corriendo también en su interior. Dejando su coño goteando de semen y por toda la bañera.

Sin duda alguna, esa tarde fue el comienzo de una cosa que nunca tendría que haber pasado.

101 Microrelatos EróticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora