CAPÍTULO 33 - ¿QUÉ DESEA? (GAY)

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-¡Hijo de puta! Sal de mi habitación ahora mismo, no quiero volver a verte el puto pelo en lo que queda de viaje y espera que cuando regresemos a casa no te encuentres tus cosas en llamas.

La cara de Andrés era un poema, pero el verdadero cuento era que yo había llegado a la habitación y me lo había encontrado follándose a otro tío. Disculpadme si me equivoco, pero tenía motivos de sobra para enfadarme con mi novio.

-Quiero que sepas que estás equivocado - me dijo Andrés (gilipollas) - No sabes lo que te pierdes al dejarme ir por esa puerta.

-Sal. Ahora. Mismo.

Su mirada rebosaba desesperación. Estábamos en la otra punta del mundo, no tenía dónde ir y yo le estaba mandando a la mierda, también era normal.

Cogió su maleta y se fue de la habitación. ¿Estaba siendo un poco duro? Puede ser. ¿Me la sudaba bastante? También.

Me tumbé en la cama y, no os voy a mentir, lloré... mucho. Pero al fin y al cabo, todo empieza y todo termina, me costaba poco pasar página.

Me senté en la cama y empecé a mirar lo que había en el servicio de habitaciones. Todo eran Sándwiches, ensaladas y postres. Pasé la página y encontré justo lo que necesitaba: Bebidas y bodega.

Para que el alcohol no me subiera muy rápido, me pedí una ración de uvas y melón. No sé si sería buena combinación, pero me daba igual, me gustaba.

Cogí el teléfono y me respondió un chico a los pocos segundos:

-Servicio de habitaciones ¿Qué desea?

-Buenas, me gustaría una ración de uvas y un plato de melón.

-Perfecto ¿A qué habitación hay que enviarlo?

-A la 847 por favor.

-En 5 minutos lo tiene allí.

Y así fue. A los 5 minutos, tocaron la puerta y me lleve una grata sorpresa cuando un hombre de unos 1,90 m de alto (6" 3') con unos brazos trabajados estaba sujetando la bandeja con mi pedido.

-Aquí tiene, señor.

-Mu... Muchas gracias.

Mi ojos se quedaron clavados en los suyos, que me miraban esperando a que yo cogiera la bandeja y él pudiera marcharse. Solamente me tapaba una toalla de cintura para abajo, así que tenía casi todo el cuerpo al descubierto.

La cogí con las fuerzas que me quedaban tras haberme corrido internamente con su presencia y cerré la puerta. Si quería volver a ver a ese hombre, tendría que acostumbrarme al servicio de habitaciones, eso me iba a costar una pasta.

Cuando terminé el primer pedido, decidí que iba siendo hora de empezar con la bebida. Cogí el que más se adecuara a mis gustos y lo pedí de nuevo por teléfono.

Escuché la puerta de nuevo y me bajé la toalla para insinuarme un poco más, pero sin enseñar nada... de momento.

La abrí y volví a ver al chico, esta vez solo sostenía una cubitera con la botella.

-¿Quiere que se la deje dentro?

-De acuerdo.

Pasó como si fuera su casa, aunque tenía la habitación un poco patas arriba por la movida con Andrés, estaba decente.

-Se la dejo por aquí.

-Un momento.

Me puse delante de él y me agaché para acomodar un poco el suelo y hacer hueco a la cubitera. Sabía que la toalla me marcaba el culo ya que era fina, era imposible que me agachara y el hombre no se fijara en mi trasero.

101 Microrelatos EróticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora