CAPÍTULO 12 - LAS MÁQUINAS (GAY)

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Estaba siendo una mañana larga en el trabajo, el teléfono estuvo sonando toda la puta mañana y mi jefe, junto a mis compañeros, solo sabían quejarse.

Salí cansado de allí, no me apetecía ver a nadie. Solamente estar a mi bola y tocarme los cojones tranquilo.

Llegué a mi casa y me hice algo rápido para comer. Me preparé con una lechuga, unos tomates y una cebolla, lo que sería la ensalada de la tarde, llevaba sin comer desde las 6 de la mañana y, obviamente, tenía mucha hambre.

Cuando terminé de comerme mi manjar, me eché un rato en el sofá a dormir.

Me desperté un poco confuso por culpa de la siesta y me aproximé al reloj para ver la hora. Todavía era muy pronto para cenar, pero tarde para ir a dar un paseo. Así que tras meditar mi horario vespertino, decidí que ir al gimnasio sería una buena idea.

Me vestí con la ropa de deporte y me llevé la bolsa con la ropa de recambio. Cogí el coche para dirigirme hasta allí y en apenas 15 minutos ya estaba entrando por la puerta del gimnasio.

Me dirigí a los vestuarios para dejar mi bolsa en la taquilla y me fui con los auriculares a la sala de máquinas, me acerqué a una de ellas y me puse a hacer mi rutina de ejercicios.

Iba alternando de máquina en máquina cuando de repente vi entrar a un chico jovencito al que nunca antes había visto por allí. Iba con la mirada perdida, no sabía dónde tenía que dirigirse y estaba empezando a avergonzarse, estaba ganándose la mirada de todos los presentes.

Al ver la situación tan incómoda, me levanté a ayudarle, el pobre quería que la tierra misma le tragase.

-¡Hola! ¿Necesitas ayuda?

-Hola... emm... sí. Es mi primer día y... no encuentro básicamente nada - me respondió con una risa nerviosa.

-Tranquilo, te haré un mini tour por aquí, en dos días conocerás esto como la palma de tu mano.

Asintió avergonzado y me siguió.

Entramos en el vestuario y dije:

-Esta es la parte más importante, podrás guardar aquí tus cosas y aquí está la sauna.

Él no paraba de asentir mientras yo le guiaba, así que suponía que se estaba quedando con mis indicaciones.

Volvimos a la sala de máquinas y él empezó a mirar a todos lo que las iban usando mientras que decía:

-Madre mía, esto tiene pinta de ser muy complicado.

-No te creas, es mucho más sencillo de lo que piensas.

Vi que había unas pesas sueltas y me acerqué con él hacia el sitio donde estaban.

-Vamos a empezar por algo suave. Coge esas mancuernas y empieza a levantar poco a poco.

Le fui indicando cómo hacer algunos ejercicios y él se fue relajando con el rato. Al cabo de un rato, me dijo:

-Quiero probar esa máquina de ahí.

Señaló a la barra de discos y entonces nos dirigimos hacia allí.

-Empieza suave, levantando solo la barra, parece que no, pero pesa lo suyo.

Me miró con cara de tonto, se notaba que no había pisado un gimnasio en su vida.

-De acuerdo.

Cogió la barra colocando las manos como le indiqué y empezó a levantarla.

-Ostia, pues sí que pesa, joder.

-Te lo advertí, ¿necesitas ayuda?

-Ayúdame a colocarla, por favor.

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