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—¿Puedes tranquilizarte?

Lo veo caminar de un lado a otro, su figura impecable en ese traje que me deja sin aliento. Sus pasos son rápidos, casi frenéticos, como si el suelo pudiera darle la calma que está buscando. Sé lo importante que es este proyecto para él, cuánto ha trabajado y que probablemente su padre no esté feliz de verlo en ese escenario. Sus manos, siempre tan seguras, ahora juegan nerviosamente con los botones de su saco.

Es el primer día de la EXPO para futuros emprendedores, o aquellos que buscan hacer crecer su negocio. Quería estar con Suguru desde temprano, pero me dijo que lo mejor era encontrarnos aquí. Envió a uno de sus choferes por mí, me entregaron un pase para poder estar con él, y después me trajeron a una de las salas de espera. Se supone que estas las comparten los expositores, pero Suguru ha reservado una solo para él.

Él se detiene y me mira, esos ojos que siempre tienen un brillo especial, ahora llenos de una mezcla de determinación y ansiedad. 

—Eso quiero, pero... Carajo, aunque me diga una y otra vez que no me importa lo que mi padre piense, me pone los pelos de punta.

Camino hacia él y tomo sus manos, esas manos que han creado sueños y realidades.

—Vas a estar genial— le digo, y me esfuerzo por transmitirle toda la confianza que siento por él.

Él suspira y asiente— Gracias. No sé qué haría sin ti.

—Lo mismo que haces ahora, pero con menos estilo— bromeo, tratando de aligerar el ambiente.

Su risa, aunque breve, me reconforta. Sé que en unos minutos entrará en ese escenario, y sé que, sin importar el resultado, estaré aquí, a su lado, admirando al hombre que es, no solo por su apariencia, sino por su pasión y dedicación. 

Lo guío para que se siente conmigo en el sofá de la sala.

Mis pensamientos no pueden alejarse de él. Lo observo en silencio mientras sus ojos viajaban hacia otro lado y no puedo evitar ajustarse la corbata frente al espejo de ese lado de la habitación. Su expresión, generalmente tranquila y confiada, estaba ahora marcada por una sombra de preocupación.

Me preocupaba que la opinión de su padre sobre él pesara demasiado en su mente. Sabía cuánto significaba para él la aprobación de este proyecto, quizás más de lo que él mismo quería admitir. Era consciente de la presión que sentía y me dolía verlo así.

—Todo saldrá bien, Suguru— le susurré, tratando de infundirle la confianza que en ese momento parecía faltarle—. No importa lo que pase, estoy contigo.

Él asiente, sonriendo con esfuerzo, y aunque la preocupación no desapareció por completo, sentí que mi apoyo le daba algo de consuelo. Y eso, por ahora, era suficiente.

—Además, tú mismo lo dijiste, ¿no?— busco su mirada—. En este lugar, importa la opinión de los demás jueces, no la de tu padre. Podrá ser el presidente de la empresa, pero en este evento, no es él quien tiene la última palabra. 

Él soltó un suspiro largo, como si mis palabras le brindaran un poco de alivio.

—Lo sé— murmuró, apretando mis manos con suavidad—. Es solo que... siempre he querido demostrarle que puedo lograrlo por mí mismo, sin su sombra detrás de cada uno de mis pasos. No solo a él, sino a todos aquellos que creen que tengo mi trasero en una silla de cuero solo por ser su hijo.

—Y lo harás— le aseguro, manteniendo mi voz firme y confiada—. Ya lo estás haciendo. Todo este proyecto es tuyo, fruto de tu trabajo y dedicación. Los demás jueces verán eso, verán lo que yo vi todo este tiempo en el que te has preparado: tu talento, tu pasión, y tu capacidad.

Positions | Geto S. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora