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Me duelen las ingles. Tener las piernas abiertas tanto tiempo ha hecho que se entumezcan. Mis manos duelen de estar contra la pared mientras Suguru me embiste como si fuese apenas la primera ronda y no la cuarta.

La ventana está empañada de nuestras respiraciones agitadas. A pesar de que el aire acondicionado está encendido, el calor de nuestros cuerpos cambió la temperatura. Y el suelo. El jodido suelo derramado de mis jugos y los hilos de semen que salen de mi vagina para caer en él.

Estoy cansada, pero se sigue sintiendo demasiado bien. No quiero dejar de sentir su pene resbalarse en mis paredes; golpea mi punto g una y otra vez.

¿Por cuánto tiempo reservó este lugar? ¿Alguien ha sospechado algo? ¿Será que el evento ya acabó? ¿Utahime y Shoko se habrán ido a mi casa?

Todas las preguntas en mi mente, desaparecen cuando Suguru me hace venir otra vez. Esta vez, mis piernas se rinden. Antes de caer al suelo, él me sostiene por la cintura. Se sienta en el sofá y me pone a su lado. Está sucio, pero no hay parte de este lugar que no esté sucio... Me sonrojo de la vergüenza de tan solo pensar en la gente de servicio que tendrá que limpiar la habitación.

—Tú... ¿Pusiste afrodisiaco en las bebidas o qué carajos fue lo de justo ahora?— lo acuso con la respiración entrecortada.

Él observa mi cuerpo, pues aún tiembla, y sonríe para sí mismo.

—No puedo evitarlo. Cada que te escucho gemir, gritar y lloriquear, solo me hace querer más, Yumei. Así que... esto es tu culpa.

—¿Me echas la culpa? Tú eres quien tiene un pene que no se calma con nada— comienzo a arreglar mi vestido.

—Y tú la de la vagina estrecha que solo se mojaba cada vez más.

Quiero esconderme donde jamás me encuentren.

—¿Ahora una reacción natural es algo por lo que me debas culpar?— encuentro una botella de agua y me la bebo de un solo trago.

—Podría decirte lo mismo.

Me giro a verlo con una sonrisa— Touché.

—¿Quieres una hamburguesa con queso?— me pregunta al recuperar al aliento.

—... Sí.

Intentamos lucir lo más presentables posible antes de salir de la habitación. Aunque nuestro olor nos delate. Debí haber traído perfume.

Logramos salir del club sin problema. Cuando subimos a su auto, recibo una llamada de Yuji. Me aclaro la garganta antes de responder.

—Hol...

¿Sabes dónde están mis boxers rojos? Los de la suerte.

—Buenas noches para ti también. ¿Para qué quieres saber eso? ¿No estás en casa de Megumi?

Tuvimos que venir a casa por mi uniforme. Resulta que me pusieron un encuentro mañana por la mañana porque un idiota se lastimó, así que su contrincante pasó a la semifinal contra mí. ¿Los has visto? Mi bóxer— insiste al otro lado de la llamada.

Suguru encuentra un restaurante de comida rápida al poco tiempo de manejar, por lo que se incorpora a la fila del autoservicio. 

—Recuerdo haberlo visto en la lavandería, junto con la bola de ropa que no pusiste a secar— lo regaño, pero, como siempre, él no se ve afectado por ello.

Lo escucho abrir la puerta de la lavandería y comenzar a buscar entre la ropa. Seguro que ha tirado alguna al suelo y ahí seguirá por la mañana cuando llegue. En serio, ¿le cuesta tanto llevarla a su habitación?

Positions | Geto S. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora