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El rostro de Suguru expresaba que no quería estar aquí. Aunque me da la espalda, estoy sentada en un ángulo desde el que puedo ver sus expresiones por el espejo frente al que está parado. Sus brazos extendidos y sus piernas ligeramente separadas para que el sastre tome sus medidas. 

Su padre lo mandó a hacerse un traje a la medida para su boda. No es el padrino de bodas, pero sí le han pedido que se pare junto a su padre en el altar; como si no fuese suficiente con obligarlo a asistir. 

Me preocupa cómo debe estarse sintiendo. Sé que la situación le fastidia, pero también entiendo que todo esto le cayó como un balde de agua fría.

Suguru mantenía una expresión impasible, pero sus puños cerrados y la tensión en sus hombros revelaban su incomodidad. Yo observaba desde una esquina, queriendo ofrecerle algún consuelo sin entrometerme demasiado. El sastre seguía trabajando con precisión, ajustando la tela y tomando notas, completamente ajeno al conflicto interno de Suguru.

Después de unos minutos, el sastre terminó de tomar las medidas y salió, dejándonos a solas en la habitación. Suguru se giró hacia el espejo y, tras un suspiro pesado, se encontró con mi mirada reflejada.

—Es ridículo— murmuró, casi sin fuerzas—. Como si estar parado allí al lado de él arreglara algo, como si eso pudiera hacer que todo estuviera bien.

Me acerqué lentamente, intentando medir mis palabras. Sabía que no necesitaba consuelo forzado, solo alguien que estuviera allí, presente, para sostenerlo.

—Pudiste haber dicho que no.

—Sí, claro, ¿y quedar como un berrinchudo? No, Mei. 

—No es un berrinche querer algo de paz— murmuré suavemente—. No tiene nada de malo querer alejarte de todo esto.

Suguru me miró de reojo, con una sonrisa amarga en los labios.

—Mi padre nunca lo entendería. Para él, la paz es algo que se obtiene después de cumplir con todas las expectativas. Y eso es lo que siempre espera de mí, que haga lo que él quiere, aunque yo no esté de acuerdo.

En ese momento, recibe un mensaje de texto. Al leerlo, aprieta tanto su mano, que por un momento he creído que iba a romper su celular.

—Estamos invitados- No. Estamos obligados— se corrigió de inmediato— a una cena con mi padre y su prometida esta noche.

—¿Obligados?— fruncí el ceño.

—No es como que me haya dado una explicación, pero supongo que quiere presentarme a su futura esposa... Y tal vez quiera conocerte a ti.

—Por favor dime que no es tipo de hombre que me ofrecería un cheque por millones de dólares con tal de alejarme de ti.

Él arqueó una ceja.

—¿Por qué? ¿Lo tomarías?— sujetó mi cintura para acercarme a él.

—Depende de cuántos ceros tenga el cheque— respondí, levantando la barbilla con un toque de dramatismo—. Si es lo suficientemente generoso, podría pensarlo. Tal vez podría considerar hacer una oferta para quedarme y sacarle el doble.

Suguru soltó una risa suave y rodó los ojos, aunque sus dedos se apretaron ligeramente en mi cintura.

—Entonces mejor me aseguro de que no lleve ningún cheque. No voy a correr ese riesgo contigo.

—Oh, claro, como si fuera tan fácil deshacerte de mí— respondí, y al ver su mirada, me di cuenta de que había captado lo que realmente me preocupaba: que su padre pudiera verme como un estorbo o una amenaza a sus planes.

Positions | Geto S. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora