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—¿Quieres dejar de moverte? Puede que tú hayas terminado, pero yo sigo trabajando en mi dibujo— le digo mientras él parece estar haciendo malabares con unas pelotas de decoración.

Suguru me miró con una expresión traviesa, sin detener sus movimientos. Las pelotas de decoración volaban de una mano a otra con sorprendente habilidad.

—¿Y cómo esperas que me quede quieto cuando tú estás tan concentrada?— dijo, lanzando una pelota al aire y atrapándola con facilidad—. Además, ¿no se supone que dibujar debe ser inspirador? Estoy dándote espectáculo.

Rodé los ojos, luchando por mantener mi atención en el dibujo. La luz suave de la tarde entraba por la ventana, y el sonido de su risa hacía difícil concentrarse en las líneas y sombras que intentaba plasmar.

—Bueno, tu "espectáculo" está distrayéndome más que inspirándome— contesté, mordiendo mi labio al intentar corregir un trazo—. Si sigues así, te voy a terminar dibujando una nariz de payaso.

Suguru dejó de hacer malabares y se acercó a mí, apoyando su barbilla en mi hombro mientras observaba el dibujo.

—¿Un payaso?— susurró cerca de mi oído, su aliento provocando un cosquilleo—. No es justo, ya no puedo hacerle modificaciones al mío. Y te habrías visto linda con una nariz así.

No pude evitar sonrojarme un poco. Sus palabras, aunque simples, siempre encontraban la manera de tocarme.

—Ya, déjame trabajar— dije, empujándolo suavemente con el codo—. Si sigues distrayéndome, voy a culparte cuando esto no quede como quiero.

—Dijimos que sería un dibujo simple. Y ya te alargaste diez minutos del tiempo pactado— dijo, cruzando los brazos, fingiendo estar molesto.

Lo miré por encima del hombro, arqueando una ceja.

—Diez minutos no es nada si quieres algo bien hecho— le respondí, con una sonrisa juguetona—. Además, tú también te tomaste tu tiempo con el tuyo, y no me quejé... mucho. De hecho, me molesta que no te haya tomado tanto tiempo como a mí.

Él soltó una risa suave, pero se acercó y se sentó a mi lado en la cama, mirando mi dibujo con más detenimiento. Sus ojos pasearon por cada detalle de las líneas que había trazado, y aunque no dijo nada al principio, pude sentir su aprobación en la forma en que su expresión se suavizó.

—Bien, ya. Estoy satisfecha con mi trabajo— sostengo el libro de bocetos contra mi pecho, para impedir que pueda ver lo que he hecho.

Suguru tomó su libro, el cual estaba boca abajo para que yo no pudiera ver su dibujo. Me imitó y lo puso contra su pecho.

—Uno... dos... tres— contamos al unísono, con sonrisas expectantes.

Al llegar al tres, volteamos nuestros libros al mismo tiempo, mostrándonos lo que habíamos dibujado. Mi corazón latía un poco más rápido de lo habitual, una mezcla de curiosidad y anticipación. Cuando vi su dibujo, no pude evitar soltar una carcajada. Había dibujado una caricatura de mí, exagerando mis expresiones faciales y dándole un toque cómico a mi peinado. Estaba llena de detalles absurdos, pero de alguna manera, capturaba perfectamente mi esencia.

—¿Eso soy yo?— pregunté entre risas, cubriéndome la boca con la mano—. No puedo creer que me hayas dibujado así.

—¡Claro! Es tu versión exagerada, pero admito que está adorable— dijo Suguru, riendo también, claramente orgulloso de su obra.

—¡Adorable!— exclamé, fingiendo estar ofendida—. Si eso soy yo, tú no te salvas.

Le mostré mi dibujo, una versión estilizada y elegante de él, pero con un toque dramático en su expresión. Había jugado con las sombras, dándole un aire misterioso y un poco ridículo, como un protagonista de novela romántica.

Positions | Geto S. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora