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El señor Sakurai soltó una carcajada mientras daba palmadas en la espalda de Suguru.

—Estás hecho como tu padre, hijo. Las partes positivas, claro está. Tienes su determinación e inteligencia. Tu documento es casi una tesis, Suguru.

Suguru sonrió incómodo. Pude notar que no sabía que agradecer que aprecien su trabajo, o que debía molestarse por la comparación con su padre.

A pesar de que muchas personas han venido a felicitar a Suguru, su padre no se inmuta ni en girar su cabeza hacia acá. Es como si ni siquiera lo reconociera como su familia. Mis ganas de caminar hacia él y pedirle una explicación hacen que mis manos sufran de un hormigueo insufrible. Sin embargo, dicho hormigueo es detenido por la mano de Suguru, la cual toma la mía.

—Aquí es el presidente, no mi padre, Mei.— dice para recordármelo, aunque parece más un recordatorio para sí mismo.

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

—Ya pasó lo peor— sonrió—. Me paré en ese escenario y expuse un proyecto del cual me enorgullezco. Además, llevaré a una hermosa chica a mi departamento. ¿Qué puede ser mejor que esto?

—Para haber vivido rodeado de lujos, eres feliz con las cosas más simples.

—De ser así, tú no estarías a mi lado esta noche— susurró en mi oído.

—No sabía que fueras tan encantador— respondí con una sonrisa tímida, tratando de ocultar el rubor en mis mejillas.

—Solo contigo— murmuró, su voz suave y cercana, enviando un escalofrío agradable por mi espalda.

Me miró con esos ojos que parecían ver más allá de la superficie, como si intentara descifrar cada uno de mis pensamientos. Mis respiraciones se hicieron más cortas mientras él se inclinaba un poco más cerca.

—¿Qué... qué estás haciendo?— logré preguntar, mi voz casi un susurro.

—Comprobando si la hermosa chica que mencioné también siente lo mismo— dijo, su aliento cálido rozando mi piel.

Nuestros labios estaban a centímetros de distancia, y el mundo a nuestro alrededor pareció desvanecerse. Solo existíamos él y yo, en ese momento.

Sentí cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho, cada segundo alargándose en la espera. Mi mente gritaba que diera un paso atrás, que me alejara antes de que fuera demasiado tarde, pero mi cuerpo se negaba a moverse.

—Y... ¿Qué sientes tú?— pregunté, mi voz temblando ligeramente mientras mis ojos se clavaban en los suyos.

Él sonrió de nuevo, esa sonrisa que siempre lograba desarmarme por completo, y levantó una mano para acariciar suavemente mi mejilla.

—Eso es algo que tú ya sabes— susurró, sus dedos trazando un camino cálido por mi piel.

El contacto envió una corriente de electricidad por mi cuerpo.

—¡Ah, el amor juvenil!— aplaudió el señor Sakurai, quien ahora abraza a una mujer por la cintura.

Esa una mujer de aspecto elegante. Su vestido verde esmeralda terminaba justo por encima de sus tobillos, su maquillaje perfectamente aplicado resaltaba sus ojos oscuros y brillantes. El cabello recogido en un moño bajo mostraba la gracia de su cuello, adornado con un delicado collar de perlas.

—No es necesario que interrumpas, Kenzo— respondió la mujer.

—Oh, no te preocupes, cariño. Solo estaba recordando cómo era estar en su lugar— dijo el señor Sakurai con una risa jovial, mientras la mujer a su lado le lanzaba una mirada cómplice.

Positions | Geto S. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora