La bebé de Marco tocaba la pantalla y balbuceaba. Era una niña de apenas un año, pero ya tenía unas pestañas envidiables.
—No puedes tocar a papá —se rio Esmeralda, la tía de Marco, mientras sostenía a la bebé—. ¡Diles adiós, Margarita! —Tomó su pequeña mano y la meneó—. ¡Adiós, adiós!
La videollamada finalizó.
En menos de una hora salía el avión de Marco, así que tenía que aprovechar para terminar de aclararnos nuestra vida en los últimos años. El lobby del aeropuerto estaba tranquilo pese a las fechas, solo un par de maletas arrastradas resonaban cada tanto junto con los coros de las pláticas que pasaban a nuestro lado.
—Tu niña es preciosa. Pero jamás imaginé que te gustaría tener bebés.
—Y tienes razón, no quería traer hijos al mundo. Es una crueldad.
Esa respuesta era la misma que la de Anthony, tuve que morderme la lengua para contener las lágrimas. Era un duelo que no estaba segura de si pasaría. Mientras más avanzaba el tiempo, más nostálgicos se volvían nuestros recuerdos y más me atormentaban.
—Pero bueno, mi tratamiento para no tener hijos falló. Estoy bien salado —se burló al tiempo que se pasaba una mano por el rostro—. Le pedí a Sofía que no lo tuviéramos. Pero ella quiso seguir adelante. —Sonrió con pesadez—. Y bueno, ya sabes lo que pasó con mi Sofía—. Bajó la vista y tuvo que parpadear varias veces para continuar.
Su novia murió por una mutación del virus AIRD. Estuvo medio año en tratamiento, visitando doctores y probando medicamento tras medicamento. Era doloroso saber que mi amigo y yo caminábamos sobre un duelo similar.
—Y al final, me quedé solo con la nena. Ya ves, la vida y sus giros de trama —se rio por lo bajo—. Es una crueldad tenerla en este mundo, sigo pensando lo mismo. Pero es mi mundo entero, Jade.
—Serás un padre grandioso.
—Con ayuda de este, claro. —Marco abrazó a Stevie en cuanto llegó.
—Ten. —Stevie le entregó una botella de agua—. Para ti también, Jade. Toma.
—Gracias.
—¿Ya no firmarás con ninguna disquera? —quiso saber Stevie. Llegó mucho después que yo, así que apenas tuvimos tiempo para platicar—. Ya sabes que yo te defiendo, Jade.
—Muchas gracias. Me ayudaste mucho con el contrato de Theria. Pero al menos este año no firmaré contratos de ningún tipo.
—Mmm. Estás igual que este. Tampoco quiere saber ya nada de la música. ¡Eh! No me miren así, perdonen. Lo que quiero decir es que tómense su tiempo, pero no lo dejen de lado toda la vida —carraspeó—. Iré por más... agua. Ya regreso.
—Es lindo —me reí al verlo caminando a toda prisa.
—Y aunque no lo parezca, fue su inteligencia lo que me enamoró. Su inteligencia social no, desde luego. Pero es toda una pistola para las leyes.
—Es bastante bueno, sí. Sobre todo para lo joven que es.
—Oye, Jade lo lamento. He querido decirte esto todos los días desde que te vi.
—¿Por qué?
—No debí de dejarte con Anthony. Lo peor es que ya lo sospechaba. Maldita sea. Debí de hacerle caso a mi intuición.
Tuve días para irle contando, conforme mi propio dolor me lo permitía, lo que viví con Anthony. No dije el nombre de los Hijos de Caín ni conté nada relacionado a su misión. Posiblemente, a Marco le daba bastante igual todo eso. Y con toda probabilidad, Anthony jamás se enteraría que conté todo sobre su secta. Pero no me vi capaz de traicionarlo.
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Todas las promesas que murieron
Science FictionJade odia complicarse la existencia porque sueña con ser una cantante reconocida en una industria monopolizada por inteligencias artificiales. En su camino tendrá que sobrellevar los matices de las vida: reencuentros inesperados, amigos que se queda...