Las personas comenzaron a abandonar el salón del subterráneo. En la recepción les entregaban su ropa y zapatos, mientras les indicaban que también debían de desalojar el edificio de inmediato.
Me puse el vestido rojo y mis zapatillas tan rápido como pude, y aproveché la confusión para seguir a Girard, que llevaba a Anthony en brazos, seguidos de los capas rojas. Sentí el miedo trepándome por la espalda en un escalofrío y erizándome la piel por completo. ¿Mi amigo estaba vivo? Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo de nada, por más que intenté llegar a él.
Vi que entraban a una habitación en el segundo piso del salón principal donde colgaban las luces de cascada. Pero la puerta estaba custodiada por dos hombres que no dejaban que nadie se acercara. Mis posibilidades de ver a Anthony llegaban hasta ahí.
Hasta que la ídola de mi infancia apareció entre la multitud de invitados que se dirigían a la salida. Detrás de ella, Andrés, vestido con un traje impoluto, la seguía de cerca. No dudé en acercarme a ellos para exigirles una respuesta.
—¿Cómo está Anthony? —Cuando me interpuse en su camino a la salida, Kayleigh me dedicó una mueca de hastío—. Tienes que llevarme con él.
—No puedo. No estoy autorizada para pasar. Ahora, quítate.
—¿Cómo está Anthony? —volví a preguntar sin apenas contener el temblor de mi voz.
Kayleigh se encogió de hombros, indiferente. Pero Andrés me dedicó una mirada cargada de comprensión, la misma que me dedicaba cuando le contaba mi pésima relación con mi madre o cuando le contaba lo mal que me iba en mis primeros covers, cuando solo un par de personas los veían.
—Es tu oportunidad para saber qué otra visión tuvo Anthony —se inclinó para decirle en voz baja. Aunque estaba tan cerca de ellos que logré escuchar.
Ella consideró en silencio esa propuesta. No entendía nada de las visiones. Creí, honestamente, que se trataba de una algún tipo de paranoia colectiva. Al menos de lo poco que sabía de las sectas, era común que les lavaran el cerebro para creer hasta en lo más ridículo del universo.
—Puede que no tengas otra oportunidad para saber la información de primera mano —volvió a insistirle. Aún sin comprender nada de lo que estaba pasando, sabía que, de una forma u otra, Andrés me estaba ayudando.
—Está bien —cedió Kayleigh—. El ministro es amigo mío, nos dejará quedarnos aquí. Pero entrar a la habitación de Anthony será una cosa diferente. ¿Entiendes? Es posible que tengamos que colarnos. Así que obedece siempre y no hagas nunca estupidez o lo arruinarás todo.
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—No sabía que ustedes dos eran amigas —comentó el primer ministro enarcando una ceja—. Supongo que se conocieron ahí abajo —soltó una risita lasciva—. Está bien. Sigan disfrutando la noche ustedes tres. Ya sabes cuál es tu habitación, querida. Si necesitas cualquier tipo de servicio, solicítalo. —Dio media vuelta y siguió su camino hacia las escaleras.
—Christophe —lo llamó Kayleigh—. ¿Sabes cómo está Anthony?
El hombre volvió a girarse y suspiró antes de responder.
—Está vivo. Es todo lo que sé. —Hubo una breve vacilación antes de continuar—. Pero no me dejaron verlo más tiempo del necesario. Así que no sé en qué condiciones se encuentre.
Kayleigh nos guió hasta una de las habitaciones de la segunda planta, justo enfrente de la habitación donde se encontraba Anthony.
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Todas las promesas que murieron
Fiksi IlmiahJade odia complicarse la existencia porque sueña con ser una cantante reconocida en una industria monopolizada por inteligencias artificiales. En su camino tendrá que sobrellevar los matices de las vida: reencuentros inesperados, amigos que se queda...