10. El paciente

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—Hey, idiota.

William sentía sus párpados pesados. Escuchó una voz al lado de su cama que seguía insistiendo en que despertara.

Cuando lo hizo, le costó trabajo enfocar su visita por completo. Parpadeó varias veces, y a propósito hizo su voz más rasposa.

—¿Michael?

—¿Cómo estás, animal?

—¿Qué hora es?

—Estás internado. ¿Qué más da? Kate me dijo que te vinieron a visitar por la tarde. Unos detectives.

William cerró sus ojos, dejando que su cabeza se perdiera entre la almohada. Desde luego que estaba despierto ante esa abrupta visita. Un maldito elefante era más sutil.

—Fue muy obvio que alguien lo hizo —musitó William.

—¿Cómo? No me digas que sus sospechas son ciertas. —Se alertó Michael.

—Está en el expediente. Fue entregado. ¿Por qué carajos no lo detuviste? Se supone que tú controlas todos esos casos prioritarios.

Michael frunció el entrecejo. No era justo.

—¿Y yo qué carajos iba a saber? —gritó en susurro—. No soy médico, y no puedo alterar esos resultados. Además, todos esos reportes pasan por el jefe de médicos. Green hizo tu trabajo. No entiendo el alboroto.

—Por esta clase de cosas tú no deberías estar al mando. —Comenzaba a perder los estribos. Michael no estaba entendiendo la magnitud del error.

—¿Qué sé supone que debí haber hecho? ¿Crear un reporte falso?

—Sí, idiota. ¡Precisamente eso! No puedo creer por qué es tan difícil que entiendas que lo primero es el hospital. No importa lo que cueste, ni lo que requiera. Si se muere la hija del alcalde, se miente sobre lo que haya pasado. ¡Carajo! ¡Nadie abriría a la estúpida niña para cerciorarse de las causas!

—¿Quieres bajar la voz? —continuaba susurrando—. Mira, sinceramente no me importa cuántas veces has mentido en esos reportes. No podría importarme menos.

—Bien. Entonces déjame hacer mi trabajo.

—¡Estás en cama, estúpido!

—Mañana mismo haré qué me den de alta. Este hospital se cae a pedazos si no estoy al frente. —Se echó la manta encima y se giró sobre su costado para darle la espalda.

—No sé qué somníferos te han estado dando, pero yo también quiero que este pedazo de porquería siga viva, ¿sabes? Ya contacté a los abogados y mañana vamos a analizar el caso. No estaría mal que un doctor sabelotodo esté presente para dar su punto de vista.

William se quedó viendo sus signos vitales graficados en el aparato a su lado.

—Dile a Beth que esté presente. —Respondió de mala gana—. Ella me dará todos los detalles luego.

—No quiero que nadie más sepa de esto.

—¿Qué? ¿No confías en ella?

Esa era una pregunta muy complicada. Michael metió sus manos a los bolsillos para encontrar la mejor respuesta y no evidenciar cuánto repudiaba a la jefa de pediatría qué siempre lo trataba como otro de sus pacientes.

—Tenías razón.

La declaración hizo qué William de inmediato se girara para sentarse sobre su cama y encararlo por completo.

—No debí involucrarme con ella.

Con su mirada verde le pidió seguir.

—Es odiosa. No quiere ser mi pareja; quiere ser mi madre, quiere meterse con tu familia, es posesiva y es un fastidio.

Operativos invisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora