12. La reunión de exalumnos

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Michael no entendía lo que pasaba, no alcanzaba a procesar a dónde lo llevaban, y cuando analizó lo ocurrido, él se encontraba tras bambalinas de un escenario sobrepuesto, donde alcanzó a reconocer un rostro familiar.

—¿Rachel?

La rubia de nariz recién operada lo saludó con un beso en la mejilla.

—Llegas tarde, Michael. Tuvimos que subir a ese pelmazo en tu lugar.

Señaló sin interés a un sujeto que caminaba de aquí para allá. Apasionado hablaba al público acerca de lo interesante que era ser un piloto de las fuerzas armadas.

—¿Tarde para qué?

—¿Para tu plática? —dijo con obviedad—. Confirmaste hace semanas que hablarías de tu historia de éxito después de la escuela.

—Yo no confirmé nada.

Con la intención de volver con su grupo, dio un paso, pero Rachel lo frenó con una mano en su pecho.

—Lo hiciste. Hace semanas. —Le mostró una tablet con evidencia que avalaba sus palabras.

—Esa no es mi firma. Yo ni siquiera sabía de esta estupidez hasta hace unos días.

—Michael, me importa un carajo. Esto se está transmitiendo en vivo y muchos están esperando escucharte hablar.

—¿De qué mierda se supone que hable?

—Del hospital donde trabajas, tonto.

Sumó dos más dos. El poco color que le quedaba se fue a sus pies y escapó de su alma. El psicópata que lo había secuestrado quería que se pusiera la soga al cuello; que revelara santo y seña de todo lo ocurrido. Y si Lauren tenía razón, Ray Cadwell estaría entre el público, y el tema de Nina Cadwell, su hermana, no sería fácilmente ignorado.

—No, Rachel. No puedo hacer esto.

—-No me vayas a decir que tienes miedo de hablar en público... O hacer cosas en público —le susurró con una voz aterciopelada.

Michael la vio con una ceja alzada y se alejó un paso de ella.

—Ya sabes... por lo que hablamos por mensaje hace unos días. —Le guiñó el ojo.

Antes de decirle que él no era quien había hablado con ella, decidió sacarle un poco de información.

—Estuve pensando en todo lo que dijimos en esas conversaciones... —inició él, hablando con cuidado para no echar a perder esa única oportunidad.

—¿Te parece si hablamos después de tu presentación? —Ella bajó el volumen de su voz y se acercó a él, dándole una caricia en el cuello.

—Sí, claro.

Él escondió su cuello, no porque le agradara el tacto, sino porque tenía un recuerdo bastante doloroso de esa mujer. No tenía la menor intención de tenerla cerca.

—En cinco minutos entramos al escenario, ¿sí? —dijo Rachel, perdiéndose en el filo del escenario.

Mientras tanto, al nivel del suelo, Adrianne pronto se dio cuenta de que seguirle el ritmo a Lauren era lo opuesto al bajo perfil que habían premeditado. Después de las primeras personas que ella saludó con un brinco y un abrazo, Hank y Addie se quedaron al margen, hasta atrás del gimnasio.

La gran sala estaba casi en penumbras; había varias mesas redondas y sillas puestas. En medio de la cancha y frente al escenario, un espacio designado para bailar, asumió ella. Habían meseros yendo y viniendo, y en cuanto le preguntó qué tomarían esa noche, Adrianne se adelantó y dijo que por el momento estaban bien.

Operativos invisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora