22. Royal Central

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Addie se había remontado a la época de cuando tomaba los CDs de Chrissy y los escondía en su habitación. En lugar de su hermana, ahora había una rubia con cabeza de tomate gritándoles algo que hacía un rato ya no escuchaba. Todo se había tornado en gritos sin sentido, en reproches. y en comentarios que Michael le devolvía. Aunque sus palabras eran ciertas, ella no veía las razones.

Le gritó algo acerca de violar su intimidad, algo acerca de sus fotografías privadas. Que mandaste a más de veinte, añadió Adrianne en su cabeza. Algo acerca de violar su plataforma de trabajo, y algo de hacerse pasar por alguien más.

Adrianne solo veía la pantalla, ni siquiera de reojo o disimuladamente. Ella estaba a la espera de que el falso Michael le respondiera. Y de hecho, lo hizo. Estaba midiendo qué tan peligroso sería escribir una simple línea. Tenía los gritos de ambos a escasos centímetros de ella. Podía ver a Rachel haciendo aspavientos incluso por el rabillo del ojo, y al verdadero Michael intentando calmarla.

Hubo un punto en donde él se paró frente a ella e intentó tomarla por los hombros para pedirle calma, pero ella quitó sus manos de encima y retrocedió unos pasos. Rachel casi podía estar en el pasillo, y fue cuando Addie no lo pensó más.

Rachel: Dame tu número de teléfono, guapo. Así puedo enviarte la ubicación de donde estoy para que me arranques esta ropa con los dientes.

—¡Oye! ¡Tú! ¡Deja de escribir! —Rachel se abrió paso al lado de Michael para empujar a Adrianne lejos de la computadora.

De inmediato, ella se paró de su silla.

—Cálmate, niña —dijo Adrianne con un tono imponente—. No creas que estamos jugando para ver cuántos quieren verte desnuda. Lo hacemos porque queremos que todo esto termine de una vez.

—¡Si van a usar a alguien de cebo, mejor usa a tu puta...! —Rachel intentó amenazarla al empujarla por los brazos, pero Adrianne tomó su mano en el momento en el que hizo contacto con ella y torció su muñeca, de la misma forma en la que sometió a Michael con anterioridad,

—Es todo —dijo con calma—. Hoy lo veremos y no tendremos que volver a verte.

—¡Suéltame, animal! ¡Mickey! —chilló.

—Addie...

La dejó en libertad.

—Lo único que queremos es estar tranquilos —Michael bajó el tono de voz—. Solo necesitamos que nos ayudes esta vez. Es todo. Después de esto, desapareceremos de tu vida.

—No.

—Niña, se lo debes a Michael —dijo Adrianne con mala cara—. Después de soportar todos tus numeritos desde la preparatoria hasta hoy, al menos merece vivir en paz. Con o sin tu ayuda, voy a procurar que eso pase. Ahora, ¿quieres cooperar por las buenas o por las malas?

Michael no esperaba que tuvieran que llegar a los extremos de pedir aliados a punta de amenazas, pero ya estaba cansado. Metió las manos a los bolsillos.

—¿Qué quieren que haga? —preguntó con lágrimas en los ojos mientras acariciaba su muñeca.

***

Michael no estaba seguro de cómo se desarrollaría el plan. Addie y él estuvieron con Rachel en todo momento desde que ella consiguió un nuevo celular. Básico, sin otra función más que para recibir llamadas y mensajes de texto. Solo lo usarían una vez.

Rachel comenzó con voz aterciopelada, ignorando a Addie, concentrada en los ojos azules de Michael, pensando que lo estaba citando a él, en lugar de al enfermo del otro lado de la línea.

Operativos invisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora