8. Día libre

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Adrianne se despertó a solas, y se dio un tiempo para extender sus extremidades, caer en cuenta de su entorno y disfrutar su soledad en un ambiente ajeno.

Como era usual cuando Joey se levantaba al trabajo, le dejaba una pequeña nota en la mesita al lado de la cama.

"Ten un lindo día, hermosa. Te amo. J."

Adrianne sonrió ante el pequeño detalle y ante el olor al café que seguramente seguiría tibio en la cafetera.

Se paró sin prisa hasta la cocina con su celular en la mano. Como cada mañana, lo primero que revisaba era el correo institucional para cerciorarse de que no hubieran resuelto un caso sin ella. Todo lo que encontró fue un par de boletines internos sin importancia.

Luego, revisaba conversaciones sin encontrar nada relevante. Después, redes sociales. Y cuando llegó a lo que la despertó por completo, se alegró ni siquiera haber tocado la jarra de café hirviendo, que seguro se echaría encima.

Antes de hacer algo precipitado leyó la nota que encontró. Revisó sus fuentes e incluso verificó que no fuera una noticia falsa. No supo si lo mejor era una llamada o un mensaje.

El tema era demasiado delicado como para tratarlo por mensaje, pero ¿y si estaba interrumpiendo algo importante? Respiró hondo. Por eso había dejado de sobreanalizar las cosas. Porque había ocasiones en que la ansiedad la consumía.

Casual. Este es un tema delicado. Tienes que ser casual. Acabas de retomar la relación con él. No puedes simplemente apresurarte a esto. Calma, ¡calma! Un mensaje amistoso. No tienes por qué mencionar el tema. Seguro debe estar angustiado. No quieres que se angustie más.

Dri: Buenos días. Me quedé preocupada por ti ayer. ¿Está todo en orden?

Bien. Amistoso, casual. Perfecto.

Aunque...

Recorrió las pocas conversaciones que había tenido con Michael por mensajes. Si no lo conociera mejor, diría que era una de esas personas frías a quienes les importaba poco la vida de los demás. Muchas de sus respuestas iban de poco informativas a monosilábicas.

El corazón de Adrianne ya latía desbocado por una respuesta. El café no ayudó en absoluto, pero intentó enfocarse en otra cosa al leer el boletín de su oficina. Tal vez eso la haría distraerse un poco.

No podía creer cuánto estaba tardando Michael en contestar, pero tampoco podía culparlo. Solo esperaba que esa no fuera la razón por la que Joey no estaba en la cama cuando ella despertó.

La taza de café se había terminado, y ella estaba tentada a hacer otra, cuando su celular sonó.

—¿Hola? —contestó casi de inmediato.

—Buenos días. —Sonaba calmado. Demasiado.

—Michael, ¿estás bien?

Suspiró profundamente.

—Ya te enteraste, ¿verdad?

—La noticia está por todas partes.

—No necesitas decírmelo. No quiero ni salir de mi departamento. Sé que en cuanto ponga un pie en la calle todos estarán sobre mí, queriendo saber algo de lo que no tengo idea.

—¿No tienen cámaras?

—Claro, pero no dentro de la sala. Es por privacidad a los pacientes. Hay demasiados puntos ciegos.

—¿Qué pasará con el hospital?

—No tengo idea. Tenemos demasiados enfermos que entran y salen todos los días. Es un edificio grande. No es como que podamos echar a todos a la calle mientras investigan.

Operativos invisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora