11. Reencuentro

2 0 0
                                    


Adrianne abrió la puerta, sin estar muy cómoda por solo llevar una bata de baño encima, pero no podía hacer demasiado al respecto. Cuando le avisaron que había un "joven esperándola abajo", ella cortó su ducha y dio la orden de dejarlo pasar.

Estaba descalza y su cabello goteaba, pero todo eso se borró de su memoria en cuanto lo vio.

—Hola. —Ella saludó casi en un suspiro.

—Te ves muy bien. ¿Eso es lo que llevarás?

—Sí, bueno... —Caminó hacia el recibidor para que él la siguiera—. Cuando te dije que te vería a las 6, esperaba recibirte a las 6:30, no a las 5:30.

Michael no sabía a dónde mirar. Tenía tanto que apreciar en ese entorno, y para ser sinceros, las piernas de la mujer delante de él eran otra distracción. Lo condujo hasta el sofá.

—¿Quieres una cerveza o algo?

—No. Tal vez. Estoy nervioso. —Vio a Adrianne ir hasta la cocina y perderse tras una pared—. Quisiera repasar lo que tenemos planeado para hoy. No pude dormir tras nuestra conversación de ayer.

—Claro. Te escucho.

Vio cómo regresaba a él con dos latas en la mano. Le extendió una. No esperaba que se sentara a su lado, menos porque parecía que solo le había dado tiempo de ponerse la ropa interior debajo de la bata. Había una pequeña abertura que estaba dejando entrever encaje rosa. Michael se entretuvo con la espuma que salía de su bebida.

—Espero que le hayas explicado a Hank y a Lauren la situación, aunque no estoy de acuerdo con que ella sepa...

—Mike. Está al corriente. Ambos están muy bien informados de eso.

—Espero... Supongo que... Está bien. Tal vez eso sea benéfico. —Vio a Adrianne tomar un sorbo—. Asumo que, como todas las reuniones, será en el gimnasio.

—Creo que sí. En realidad nunca he ido a una de esas.

¿Cómo es que podía estar tan calmada? ¿Habían tenido la misma conversación antes de dormir? Todos los planes y escenarios hipotéticos le robaron el sueño a Michael. Se sentía tan paranoico, tan intranquilo... Y ella actuaba como si esta fuera a ser solo otra reunión de exalumnos, y justo ahora estaban en el precopeo.

—Pensé que sí.

—¿Y yo para qué querría volver a ver a esos simios? —dijo ella entre risas—. Lo que Lauren me ha dicho es que siempre son algo muy estándar; unas palabras del director, un par de exalumnos destacados que presumen frente a todos lo que han hecho y un poco de baile.

—Entendido. —Vio su lata—. Será fácil, ¿no? ¿Cuántos asisten?

—No sé. Unas sesenta personas.

—¡¿Qué?! ¿Por qué sesenta tarados querrían volver ahí?

—No sé, Michael. la gente tiene buenas memorias, supongo.

—¿Tú tienes buenas memorias? —Se permitió recostarse sobre el respaldo.

—Claro. Unas buenas, otras malas... Las mejores fueron contigo y Hank, obviamente. —Se recostó a su lado.

—Sí, supongo. —Se enfocó en ella y la manera en la que cruzaba la pierna para que esa apertura de la bata fuera un tanto sugerente.

Vio a su alrededor, desde la televisión, el librero, los pocos elementos decorativos que componían un diseño minimalista y elegante. Podría percibirse como un espacio pequeño, suficiente para uno; un infierno para dos. Pero, quizás, sería el espacio ideal si se compartía con la persona correcta.

Operativos invisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora