Isaac contemplaba el techo de la recámara que le habían asignado. Como había prometido Hastings, Maricela los había conducido a través del palacio hasta el ala de invitados. Mientras un grupo de hermanos terminaban de preparar sus habitaciones, los llevó a un elegante comedor adyacente donde no tardaron en servirles la primera cena decente que habían comido en meses.
Aunque los dejaron solos mientras comían, Isaac tenía la sensación de que podía haber orejas escuchando. Con algunas miradas intensas y golpes discretos bajo la mesa, hizo entender a sus amigos que era mejor no sacar a colación nada que hubiesen decidido ocultarle al dux.
Exhaustos como estaban, apenas cruzaron palabra para alabar los manjares que les habían servido y comentar la magnificencia de la mansión y algunos detalles que les habían llamado la atención de ella.
Al terminar los condujeron a sus respectivos dormitorios.
Estaban a punto de separarse para asearse e irse finalmente a dormir, cuando, tras asegurarse de que Maricela ya había desaparecido por el pasillo, Isaac les pidió a Naia, Áleix y Asia si podían reunirse antes de meterse en la cama para acabar de pactar una historia que les evitase caer en contradicciones si a la mañana siguiente hablaban con ellos por separado.
Quedaron media hora después en el dormitorio del médium.
La sola idea de poder ducharse con agua caliente corriente después de lo que parecían décadas bastó para soportar la idea de atrasar todavía un poco más el momento de cerrar los ojos y entregarse al mundo de los sueños.
Asia dio una vuelta por el complejo mientras los tres dejaban que las múltiples capas de suciedad acumuladas desaparecieran por el desagüe de los baños adosados a sus habitaciones. Aunque seguían siendo elegantes y con un aire clásico, eran mucho más sencillos y funcionales que las sofisticadas estancias del palacio.
Cuando volvieron a juntarse les relató lo que había visto: en ese momento debía haber más de doscientas personas en la Pradera, la mayoría de ellas durmiendo en sus respectivas habitaciones, unas pocas en salones informales leyendo, charlando o meditado. Les describió las numerosas bibliotecas con las que se había encontrado; los objetos expuestos aquí y allá, las armerías llenas de espadas, arcos y otros instrumentos y los distintos herbolarios dedicados a la conservación de plantas y otros compuestos en pequeños tarros de cristal.
También se había topado con comedores gigantescos, varias cocinas modernizadas, pero todavía desfasadas, y una enfermería.
Isaac aprovechó la oportunidad para explicarles los motivos y los razonamientos detrás de las distintas piezas de la historia que se había inventado. Juntos acabaron de pactar algunos detalles, decidieron cómo encararían las preguntas, qué estaban dispuestos a revelar y qué no y determinaron que era mejor guardar el libro a buen recaudo lejos del médium. Si lo querían, él sería la primera persona a la que registrarían.
Finalmente, cada uno se dirigió a su habitación.
Isaac dio una vuelta en el catre.
El encuentro había sido breve. Era demasiado tarde y estaban demasiado cansados para alargarlo y discutir más allá de la mañana siguiente; también para discutir sobre lo que había ocurrido en las últimas horas.
Isaac tampoco tenía ganas de verbalizar sus preocupaciones sobre Nit. ¿Lo habrían herido? ¿Lo habrían tomado prisionero? ¿Estaría... estaría muerto?
Pese a que ni Alma ni él habían parecido preocupados con la posibilidad de morir, eso no significaba que no pudiese llegar a ocurrir. Nit había hablado de «circunstancias especiales» pero nunca había llegado a explicar cuáles eran estas. Sin conocerlas, Isaac no tenía manera de saber si podían llegar a repetirse. Que ambos hermanos no mostrasen preocupación no significaba que no debiesen tenerla.
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Cuando la muerte desapareció
Random¿Qué harías si, durante una maratón de películas de terror con tus amigos, empiezas a escuchar ruidos en la planta de arriba? ¿Qué harías si los golpes y gruñidos vienen ni más ni menos que de tu habitación? ¿Y si te dijera que abrir la puerta te c...