Capítulo 66

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Naia se frotó los ojos mientras un bostezo mal disimulado escapaba de entre sus labios. No tenía ni idea de que hora era. Sus ojos se dirigieron hasta una de las ventanas solo para descubrir que ya había anochecido y las estrellas adornaban el firmamento.

Inconscientemente buscó el móvil entre los pliegues de la túnica para comprobar la hora. Se sorprendió al descubrir que se habían hecho las seis y media de la tarde: llevaba más de seis horas interrogando a Benjamin. Y él no se había quejado en ningún momento.

Observó al chico mientras hojeaba un libro y comparaba su contenido con otro volumen que se mantenía en precario equilibrio sobre sus piernas. Se había colocado unas gafas de lectura pardas que reflejaban en los cristales los brillos anaranjados del fuego de la chimenea.

Durante todo el día, no solo había sido amable y atento con ella, sino que además reparó en que había disfrutado el tiempo que había pasado junto a él. Algunas preguntas habían tenido respuesta, otras no, pero sin juegos, sin manipulaciones, sin aires de superioridad ni prepotencia. Solo una genuina autenticidad e interés sincero.

Sin ser consciente de que estaba siendo observado, Ben se apartó un mecho rebelde de los ojos y frunció el ceño ante un párrafo del tomo.

—Podría ser valerr... —reflexionó en voz alta sin alzar la mirada del texto—. Aunque hay algunas palabras que no encajan del todo...

» ¿Puedes deletrearme la palabra esa que suena como denocon-no-sé-qué? —preguntó unos segundos después todavía absorto en las letras.

Naia no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa al observar su encantadora concentración. Al notarlo se obligó a apartar la mirada de él y abrir el tomo que Lilia les había dejado en la granja. Encontró la palabra que había mencionado en una de las primeras líneas.

Había dudado durante gran parte de la tarde, pero Isaac no había requerido el libro en ningún momento así que su reunión con el dux tenía que haberse orientado hacia otros temas. Eso significaba que nadie estaba tratando de traducir el cuaderno.

Finalmente había decidido enseñárselo a Ben y pedirle su ayuda para descifrarlo con los compendios de Liú Ming Ue. En plural.

Resultó que sus diccionarios diferenciaban entre más de cincuenta variantes de las lenguas ancestrales, por lo que el primer paso había sido tratar de averiguar en cuál de ellas estaba escrito.

D-é-n-o-c-r-u-r-e —deletreó Naia—. Suena un poco como francés ¿no? —Notó de repente.

Cuando Asia lo había encontrado esa mañana sobre la mesa del salón habían supuesto que estaba redactado en alguna forma del latín antiguo. Más tarde Isaac les había confirmado que no era así y había sido días después que Nit lo había identificado como una de las lenguas de las brujas. Aún así, no había sido hasta que se había enfrascado en la traducción que había reparado en la ligera cadencia francesa de las palabras.

No parecía descabellado si tenían en cuenta que tanto Lilia como Idara eran de origen francés.

—Podría ser... —murmuró Benjamin arrastrando las palabras mientras sus ojos continuaban absortos en las páginas del diccionario—. Si la bruja tenía influencia gala... podría ser que hubiese mezclado los idiomas sin querer o que desarrollasen un dialecto específico a partir de ambas...

Dejó la frase sin terminar cuando encontró algo interesante en el texto.

—Debía ser una lengua de transmisión principalmente oral... —propuso Naia—. No creo que hubiera muchas escuelas de valerr, ¿no?

Cuando la muerte desaparecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora