Mizuki continuaba entrenando con su arco, cada movimiento preciso y controlado, pero su mente comenzaba a divagar, sumergiéndose en recuerdos que preferiría olvidar. Mientras tensaba la cuerda y soltaba una flecha tras otra, una oleada de pensamientos la invadió, llevándola de regreso a su niñez, a esos días que moldearon quién era hoy.
Mizuki (pensando): ¿Por qué soy así? ¿Por qué me mantengo tan distante, tan cerrada?
Su mente la llevó a los tiempos en que era una niña pequeña, una versión de sí misma que apenas podía reconocer ahora. Era tierna, tímida, con una sonrisa dulce que ofrecía a cualquiera que la mirara. Siempre había sido sensible, llena de sueños y deseos de encajar, de ser aceptada y querida por quienes la rodeaban.
Mizuki (pensando, con un suspiro leve): Recuerdo cómo solía ser... cómo quería ver lo mejor en todos. Pero eso fue antes de que las cosas cambiaran.
Los chicos de su escuela fueron los primeros en mostrarle la dura realidad. Comenzaron con pequeños comentarios, risas contenidas que rápidamente se convirtieron en burlas abiertas. Al principio, Mizuki no entendía qué estaba mal, qué había hecho para merecer esa crueldad.
Mizuki (pensando, mientras su mirada se endurece): Ellos... me hicieron sentir insignificante. Cada palabra, cada risa, era como una daga que se clavaba más profundo.
Las humillaciones no tardaron en llegar. Había momentos en los que los chicos se burlaban de su timidez, de su sensibilidad, llamándola débil y frágil. Incluso pequeños actos de bondad de su parte eran motivo de burla, como si su amabilidad fuera una razón para menospreciarla.
Mizuki (pensando, apretando los labios): Nunca olvidaré cómo se rieron cuando lloré frente a todos. Cómo destruyeron mis cosas, cómo me hicieron sentir que no valía nada.
Un incidente en particular se destacó en su memoria, una broma cruel que la dejó devastada. Los chicos habían arruinado un proyecto en el que había trabajado durante semanas, y cuando intentó recoger los pedazos, solo encontraron más razones para reírse de ella.
Mizuki (pensando, con una punzada de dolor): Ese día, algo dentro de mí se rompió. Me di cuenta de que no podía seguir siendo la misma.
Fue entonces cuando Mizuki decidió que no podía permitir que los demás la vieran vulnerable. Comenzó a construir muros a su alrededor, bloqueando cualquier intento de acercamiento. Se volvió distante, fría, aparentando una seguridad que en realidad no sentía.
Mizuki (pensando, con determinación): Pensé que si nadie podía ver mis verdaderos sentimientos, no podrían lastimarme de nuevo.
A partir de ese momento, se enfocó en ser fuerte, en demostrar que no necesitaba a nadie. Se volvió orgullosa de lo que hacía, porque sabía que era lo único que podía controlar. Pero, aunque era buena en ocultar sus emociones, la verdad era que la herida seguía ahí, profunda y dolorosa.
Mizuki (pensando, mirando al horizonte): Guardé mis sentimientos, los escondí de todos. Excepto de mis padres. Ellos son los únicos en quienes puedo confiar.
Sus padres siempre habían sido su refugio, los únicos que nunca la habían juzgado ni lastimado. Pero fuera de ese pequeño círculo, Mizuki se cerró completamente. No confiaba en nadie más, y estaba segura de que nunca lo haría.
Mizuki (pensando, con una mezcla de tristeza y convicción): Ya no confío en nadie. Y no lo haré nunca más. Es la única manera de protegerme.
Mientras lanzaba otra flecha, Mizuki sintió una punzada de melancolía. Sabía que esta forma de vivir la mantenía segura, pero también la mantenía sola. A pesar de ello, no estaba dispuesta a bajar la guardia. Las cicatrices del pasado eran un recordatorio constante de lo que sucedía cuando confiabas demasiado.
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