Capítulo 2: Sombras y Súplica

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El viaje hacia la mansión Jeon fue largo y cargado de una tensión insoportable. Taehyung estaba sentado en el asiento trasero del lujoso auto, sus manos temblorosas apretadas sobre su regazo mientras las lágrimas caían sin control por sus mejillas. El omega apenas podía contener los sollozos que se escapaban de su garganta, su cuerpo convulsionando con cada respiración entrecortada. El miedo y la desesperación lo envolvían como un manto oscuro, una realidad tan cruel que parecía imposible que fuera cierta.

Jungkook, al volante, mantenía la mirada fija en la carretera, su mandíbula apretada en una línea dura. El alfa había esperado que el omega mostrara algo de resistencia, quizás unas pocas lágrimas, pero la intensidad del llanto de Taehyung comenzaba a desgastar su ya escasa paciencia. No había previsto que su nueva adquisición fuera tan emocionalmente frágil, y la continua súplica del omega comenzaba a ser una distracción que no estaba dispuesto a tolerar.

—Por favor, déjame ir...— Taehyung gimoteó, su voz temblorosa resonando en el espacio cerrado del auto. —Yo no hice nada malo... no merezco esto... por favor...—

Jungkook frunció el ceño, sintiendo cómo la ira comenzaba a burbujear bajo la superficie. Llevó una mano al volante y la otra se cerró en un puño sobre su muslo, intentando mantener el control. No era un hombre que tolerara la debilidad, y ver a Taehyung en ese estado de desesperación solo alimentaba su frustración.

—¡Cállate!—, ordenó con una voz tan afilada como un cuchillo. Pero Taehyung, perdido en su miedo, no pudo contenerse.

—Por favor...—sollozó nuevamente, con la mirada perdida en el vacío, sin atreverse a mirar al alfa que lo había tomado como si fuera una simple propiedad. —No soy parte de esto... no soy como ellos... déjame ir...—

Fue la gota que colmó el vaso. Jungkook, con un gruñido de irritación, frenó bruscamente el auto en un costado de la carretera. El súbito movimiento hizo que Taehyung se inclinara hacia adelante, su cuerpo delgado sacudido por la inercia. Antes de que pudiera reaccionar, Jungkook se giró en su asiento, sus ojos oscuros ardiendo de rabia.

En un movimiento rápido y brutal, Jungkook estiró el brazo y tomó a Taehyung por la barbilla, forzándolo a mirarlo. Los dedos del alfa se clavaron en la delicada piel del omega, su fuerza imponiéndose como un recordatorio de la superioridad que ejercía sobre él.

—Escúchame bien, omega—, gruñó Jungkook, su voz baja y cargada de una amenaza inminente. —Eres parte de la familia Kim. Eso significa que eres parte de su deuda. No me importa si tú personalmente no has hecho nada. Eres una extensión de ellos, y ahora, eres mío.—

Taehyung intentó negar con la cabeza, pero el agarre de Jungkook se lo impidió. Los ojos del omega, llenos de lágrimas, se encontraron con los del alfa, buscando un atisbo de compasión que no existía.

—Déjame ir...—, susurró, su voz apenas un murmullo entre los sollozos.

—Si no dejas de llorar ahora mismo,— Jungkook continuó, cada palabra pronunciada con una frialdad aterradora, —Te juro que te mataré a golpes. No me importa cuán frágil seas. No voy a tolerar este llanto patético. ¿Entendido?—

El terror en los ojos de Taehyung se profundizó, su cuerpo se encogió instintivamente ante la amenaza. Jungkook soltó su barbilla con un empujón despectivo, regresando su atención al camino. Taehyung, temblando de miedo, intentó calmar sus sollozos, pero le resultaba casi imposible. Cada respiración era un esfuerzo, y aunque trataba de detener las lágrimas, éstas seguían cayendo silenciosamente, empapando sus mejillas y manchando su ropa.

El resto del viaje transcurrió en un silencio tenso, roto solo por los ocasionales sollozos que Taehyung no podía contener. Jungkook no volvió a decir una palabra, su mente enfocada en llegar a la mansión Jeon lo antes posible. El alfa sentía una mezcla de satisfacción y frustración. Había conseguido lo que quería: Taehyung estaba a su merced, y aunque el omega no era más que una herramienta para él, la resistencia emocional del chico estaba resultando ser un obstáculo inesperado.

Finalmente, llegaron a la imponente mansión Jeon, un edificio que se alzaba en la oscuridad como un monolito de poder y lujo. La fachada de la mansión era tan intimidante como su dueño, con altos muros de piedra y ventanas que parecían ojos vigilantes, escrutando a quienes se acercaban. Jungkook detuvo el auto frente a la entrada principal, donde los guardias ya estaban apostados, esperando la llegada de su jefe.

Taehyung no quería salir del auto. El omega estaba paralizado por el miedo, sus manos aferradas al borde de su asiento como si su vida dependiera de ello. Jungkook, al darse cuenta de la resistencia pasiva de Taehyung, sintió cómo la irritación volvía a subir a la superficie. Sin decir una palabra, salió del auto y rodeó el vehículo con pasos decididos, abriendo bruscamente la puerta trasera.

—Sal—, ordenó con voz firme, pero Taehyung no se movió, sus ojos grandes y asustados fijos en el suelo del auto. El alfa apretó los dientes, su paciencia agotándose rápidamente. Sin más preámbulos, se inclinó hacia adentro y agarró a Taehyung por el brazo, tirando de él con fuerza.

El omega soltó un pequeño grito de dolor cuando fue arrastrado fuera del auto, sus pies tropezando al chocar con el suelo. Jungkook lo sujetó con fuerza, sin dejarle un momento para recuperarse. Su agarre era como un yugo, firme y sin concesiones, mientras lo arrastraba hacia la entrada de la mansión.

Taehyung trató de resistirse, sus pies tropezando en un intento desesperado por detenerse, pero la fuerza de Jungkook era abrumadora. Cada vez que trataba de apartarse, el agarre del alfa se volvía más doloroso, y el omega pronto comprendió que no tenía escapatoria. Sus lágrimas volvieron a caer, pero esta vez en silencio, mientras era llevado al interior de la mansión que, a sus ojos, se asemejaba a una prisión sin esperanza.

Jungkook no se detuvo hasta llegar a una de las habitaciones en el piso superior, un cuarto grande y elegantemente decorado que contrastaba violentamente con la fría bienvenida que había recibido. El alfa empujó a Taehyung dentro de la habitación, cerrando la puerta detrás de ellos con un golpe seco. El omega cayó de rodillas, sus piernas incapaces de soportar el peso de su miedo y agotamiento.

—Levántate—, ordenó Jungkook, pero Taehyung apenas podía moverse. Sus manos temblorosas se apoyaron en el suelo, tratando de encontrar la fuerza para obedecer, pero su cuerpo no respondía. Estaba completamente agotado, física y emocionalmente, y todo lo que quería en ese momento era desaparecer.

Jungkook observó al omega con una mezcla de impaciencia y algo que no reconocía en sí mismo: un destello de lástima. Pero era un sentimiento que rápidamente reprimió, endureciendo su expresión. No había lugar para la compasión en su mundo. Taehyung era suyo ahora, un pago, una propiedad, y necesitaba entenderlo cuanto antes.

Sin más advertencias, Jungkook se acercó a Taehyung y lo levantó bruscamente por el brazo, obligándolo a ponerse de pie. El omega gimió de dolor, sus piernas temblando bajo su peso mientras trataba de mantenerse erguido. Los ojos de Jungkook se clavaron en los de Taehyung, tan fríos como el hielo.

—Te guste o no, este es tu hogar ahora—, declaró el alfa, su voz cortante. —Vas a obedecerme en todo. Y si vuelves a resistirte o llorar, te aseguro que lo lamentarás. No soy alguien con quien quieras jugar, omega.—

Las palabras de Jungkook eran una sentencia, y Taehyung lo sabía. Asintió débilmente, incapaz de hablar, solo queriendo que el dolor y el miedo se detuvieran. Jungkook soltó su brazo, empujándolo ligeramente hacia la cama que dominaba la habitación.

—Duerme—, ordenó Jungkook antes de darse la vuelta y salir de la habitación, cerrando la puerta tras él.

Taehyung se quedó de pie por un momento, temblando, antes de dejarse caer en la cama, su cuerpo sacudido por pequeños espasmos de miedo. Intentó encontrar consuelo hasta que finalmente calló rendido en sueño.

Fuego EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora