Capítulo 13: Ecos de la Fragilidad

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La mañana siguiente amaneció envuelta en un silencio opresivo, un eco de la tempestad que había estallado la noche anterior. Los primeros rayos de sol entraban tímidamente por las ventanas, iluminando la habitación donde Taehyung yacía en la cama, apenas consciente del mundo a su alrededor. Sus ojos hinchados por el llanto se mantenían cerrados, como si al hacerlo pudiera escapar del dolor que lo envolvía, de la realidad que ahora lo consumía.

Jungkook, por su parte, se despertó sintiendo el peso de sus actos del día anterior como una piedra en su pecho. La furia que había sentido se había disipado, dejando un vacío frío y una creciente sensación de arrepentimiento. Al abrir los ojos, sus pensamientos fueron inmediatamente hacia el pequeño omega que yacía a su lado. Lo observó por unos instantes, notando la fragilidad del cuerpo de Taehyung, cómo su pecho subía y bajaba de manera irregular mientras aún intentaba encontrar paz en el sueño.

Con un suspiro profundo, Jungkook se levantó de la cama, sintiendo la necesidad de hacer algo, cualquier cosa, para remediar el daño que había causado. Sabía que las heridas que había infligido no solo eran físicas, sino también emocionales, y que la culpa por lo que había hecho lo perseguiría. Pero, por alguna razón que no podía entender completamente, sentía que debía cuidarlo ahora, como si de alguna manera eso pudiera borrar la brutalidad de la noche anterior.

Se dirigió al baño, llenando la bañera con agua tibia. El vapor comenzó a llenar la habitación, creando un ambiente cálido que contrastaba con el frío que sentía en su pecho. Luego, volvió a la cama, mirando a Taehyung con una mezcla de culpa y determinación. Se inclinó sobre él, colocando una mano con delicadeza sobre su hombro.

—Taehyung —susurró, su voz baja, como si temiera romper algo frágil—, vamos a lavarte.

El omega no respondió de inmediato, sus ojos permanecían cerrados como si aún estuviera en su propio mundo. Jungkook lo llamó de nuevo, con un tono más firme pero no menos cuidadoso. Taehyung finalmente abrió los ojos, pero la mirada que le dio a Jungkook era vacía, como si una parte de él hubiera desaparecido en la noche anterior.

Sin decir una palabra, Taehyung permitió que Jungkook lo levantara de la cama. Su cuerpo se sentía débil, tembloroso, y cuando intentó ponerse de pie, sus piernas cedieron bajo su propio peso. Jungkook lo sostuvo rápidamente, sintiendo lo frágil que era el omega bajo su toque. Cada sollozo ahogado que escapaba de los labios de Taehyung era como un golpe directo al corazón de Jungkook, un recordatorio de lo que había hecho.

Jungkook lo llevó con cuidado hacia el baño, sus pasos lentos y medidos para no causarle más dolor. Al llegar a la bañera, ayudó a Taehyung a desvestirse, sus dedos trabajando con suavidad mientras quitaba la ropa del omega, revelando las marcas que su propio cuerpo había dejado en la piel de Taehyung. Cada moretón, cada rasguño, cada señal de la violencia de la noche anterior estaba allí, y Jungkook sintió que el peso de su culpa se hacía aún más insoportable.

Taehyung se dejó guiar al agua tibia, sus movimientos torpes y lentos. Cuando su cuerpo entró en contacto con el agua, un leve jadeo escapó de sus labios, pero no era de alivio, sino de la mezcla de dolor físico y emocional que lo consumía. Jungkook se arrodilló junto a la bañera, tomando una esponja y comenzando a limpiar el cuerpo del omega con una suavidad que contrastaba con la brutalidad que había mostrado la noche anterior.

Cada caricia era cuidadosa, cada movimiento medido. Jungkook sentía la fragilidad de Taehyung bajo su toque, cómo el omega temblaba con cada roce, cómo su respiración se aceleraba y se entrecortaba. Pero lo que más le dolía era el silencio, la falta de cualquier sonido de Taehyung que no fuera un sollozo o un jadeo ahogado. No había palabras, no había quejas, solo un doloroso silencio que se interponía entre ellos.

—Lo siento... —murmuró Jungkook finalmente, aunque no estaba seguro de que Taehyung lo escuchara. Las palabras se sentían vacías, insuficientes para reparar el daño que había hecho.

El omega no respondió, simplemente cerró los ojos, permitiendo que Jungkook continuara. Mientras lo lavaba, Jungkook sintió una creciente desesperación dentro de sí mismo. Quería hacer algo, cualquier cosa, para que Taehyung volviera a mirarlo, para que volviera a ser el omega que había conocido, aquel que era dulce y tímido, pero que siempre tenía una sonrisa en los labios cuando estaban juntos. Pero sabía que eso no sucedería, no después de lo que había hecho.

Después de lo que pareció una eternidad, Jungkook terminó de lavar a Taehyung. Lo ayudó a salir de la bañera y lo envolvió en una toalla suave, secando su cuerpo con la misma suavidad con la que lo había lavado. Taehyung se dejó hacer, sus ojos fijos en un punto indeterminado, su mente perdida en pensamientos que Jungkook no podía alcanzar.

Cuando terminó, Jungkook lo llevó de regreso a la habitación, ayudándolo a vestirse con ropa limpia. Cada movimiento que hacía Taehyung era torpe y lento, y el alfa tuvo que sostenerlo varias veces para evitar que cayera. Sentir el cuerpo frágil del omega contra el suyo, el peso ligero que casi no podía soportar su propio peso, hizo que Jungkook se sintiera aún más miserable.

Finalmente, Jungkook decidió que debían ir a desayunar. Sabía que Taehyung no había comido bien en días, y aunque el omega intentaba resistirse, lo guió suavemente hacia el comedor. El viaje fue silencioso, el único sonido que se escuchaba era el crujido del suelo bajo sus pies y el leve sollozo que a veces escapaba de los labios de Taehyung.

Cuando llegaron al comedor, Jungkook ayudó a Taehyung a sentarse, su cuerpo aún tembloroso y débil. La comida ya estaba servida, pero Taehyung miró el plato frente a él con una expresión de desconcierto y tristeza. El nudo en su garganta se hacía más grande con cada segundo que pasaba, y aunque intentó comer, cada bocado se sentía como una piedra que se negaba a bajar.

Jungkook lo observaba en silencio, su corazón pesado. Sabía que lo había tratado como un objeto, que había usado a Taehyung sin pensar en las consecuencias, sin considerar lo que significaba para el omega. Pero ahora, sentado frente a él, viendo la lucha interna de Taehyung por hacer algo tan simple como comer, se dio cuenta de lo mucho que había arruinado.

—Come, por favor —murmuró Jungkook, su voz apenas audible.

Taehyung levantó la vista, sus ojos brillando con lágrimas que aún no habían caído. Intentó llevar la cuchara a sus labios, pero su mano temblaba tanto que apenas podía sostenerla. Finalmente, la dejó caer sobre el plato, el sonido del metal chocando contra la porcelana resonando en la habitación.

—No puedo... —susurró Taehyung, su voz quebrada—. No puedo hacer esto...

Jungkook sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor al escuchar esas palabras. El omega, su Taehyung, estaba roto, y él era el culpable. Sin saber qué hacer, Jungkook se levantó de su silla y se acercó a Taehyung, arrodillándose a su lado. Con una mano temblorosa, tomó la de Taehyung, intentando transmitir algo de consuelo, algo de calidez, pero el omega solo tembló aún más.

—Lo siento... —dijo Jungkook, y esta vez, las palabras salieron con más fuerza, con más desesperación—. Lo siento tanto, Taehyung...

Taehyung no respondió, simplemente apartó la mirada, dejando que las lágrimas corrieran libremente por su rostro. Jungkook lo observó, su propia alma herida por el dolor que había causado. No sabía cómo arreglar lo que había roto, no sabía si podía hacerlo. Pero en ese momento, decidió que haría lo que fuera necesario para que Taehyung pudiera sanar, para que pudiera encontrar algo de paz, aunque eso significara perderlo para siempre.

El silencio continuó entre ellos, cargado de todo lo que no se decía, de todo lo que estaba roto y no podía ser reparado. Y aunque estaban juntos en el mismo lugar, la distancia entre ellos nunca había sido tan grande.

Fuego EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora