Capítulo 4: Bajo el Velo de la Inocencia

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La tarde había caído con un manto de oscuridad sobre la mansión Jeon, envolviendo cada rincón en un silencio inquietante. Jungkook regresó solo, sus pasos resonando firmemente contra el suelo de mármol mientras atravesaba los pasillos solitarios. Había sido un día largo y lleno de negociaciones implacables, el tipo de día que normalmente lo dejaba con una sensación de agotamiento. Sin embargo, esta vez había algo distinto en su mente, algo que no podía sacudir desde la mañana cuando había dejado a Taehyung solo en la mansión.

Había algo en la forma en que el omega lo había mirado, una mezcla de miedo y vulnerabilidad que despertaba en Jungkook una curiosidad perturbadora. No era una curiosidad normal; era algo más oscuro, un deseo de explorar hasta dónde podía empujar a Taehyung, cuán lejos podía llevarlo antes de romperlo. Pero en lugar de agotarlo, ese pensamiento lo llenaba de una energía inquietante.

Cuando llegó a la puerta de la habitación que ahora compartían, Jungkook se detuvo por un momento, la mano en el pomo de la puerta, permitiendo que una leve sonrisa se curvara en sus labios antes de empujar la puerta. Lo que encontró al otro lado lo tomó por sorpresa, aunque no lo demostró. Taehyung estaba de pie junto a la cama, con el cabello húmedo cayendo en suaves mechones sobre su rostro, y su piel brillaba con un resplandor perlado, claramente recién salido de la ducha. El omega se estremeció ligeramente al notar la presencia del alfa, levantando la vista tímidamente hacia él.

—¿Qué has estado haciendo en mi ausencia, Taehyung?— preguntó Jungkook con un tono suave, aunque su voz contenía un filo que no pasó desapercibido para el omega.

Taehyung bajó la mirada nuevamente, sus dedos jugueteando nerviosamente con el borde de la toalla que apenas se sostenía alrededor de su cuerpo delgado. —Estuve... leyendo—, murmuró, su voz apenas un susurro. —Y luego salí al campo de tulipanes... para despejar mi mente.—

La confesión, tan simple como era, golpeó a Jungkook de una manera que no esperaba. Nunca antes había escuchado una voz tan dulce, tan pura. Había algo en la fragilidad de Taehyung, en la forma en que sus palabras temblaban con cada sílaba, que lo atraía de una manera peligrosa. Se acercó al omega lentamente, cada paso calculado, sus ojos recorriendo la figura temblorosa frente a él.

Cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca como para sentir el calor que emanaba del cuerpo de Taehyung, Jungkook levantó una mano y acarició su rostro con una suavidad inesperada. La piel del omega era suave como la seda bajo sus dedos, y Taehyung cerró los ojos instintivamente ante el contacto, su respiración acelerándose ligeramente.

—Eres un omega hermoso, Taehyung,— murmuró Jungkook, inclinándose hacia él. —Tan inocente, tan puro...— Su voz era un susurro bajo, casi como un secreto compartido entre los dos. Taehyung se estremeció ante las palabras, sus ojos abriéndose lentamente para encontrarse con la mirada penetrante del alfa.

El silencio entre ellos era pesado, cargado de una tensión que Taehyung no entendía completamente, pero que lo llenaba de una mezcla de miedo y algo más que no podía nombrar. Jungkook se acercó más, su aliento caliente contra la piel fría de Taehyung, sus dedos rozando el borde de la toalla.

—¿Por qué te escondes?— susurró Jungkook, su tono suave pero peligroso. —No tienes nada que ocultar de mí...— Con un movimiento rápido pero delicado, tiró de la toalla, arrancándola de las manos temblorosas de Taehyung.

El omega dejó escapar un jadeo ahogado, su cuerpo quedando completamente expuesto ante los ojos del alfa. Taehyung sintió como si el mundo se hubiera detenido en ese instante, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras la vergüenza y el miedo lo envolvían. Sus instintos le gritaban que cubriera su desnudez, pero su cuerpo no respondía, paralizado bajo la mirada intensa de Jungkook.

Jungkook no dijo nada mientras sus ojos recorrían lentamente cada centímetro del cuerpo del omega, tomando su tiempo para absorber cada detalle. Era la primera vez que veía a Taehyung así, completamente vulnerable, y había algo en esa visión que despertaba en él un placer oscuro y retorcido.

—Perfecto,— murmuró finalmente, más para sí mismo que para Taehyung. Sus dedos se deslizaron lentamente por el costado del omega, dejando un rastro de escalofríos a su paso, mientras su otra mano se posaba en la base del cuello de Taehyung, sus dedos presionando ligeramente.

Taehyung no podía apartar la mirada del alfa, su cuerpo temblando ante el contacto frío y calculador. Había algo en la manera en que Jungkook lo miraba, una intensidad que lo hacía sentir pequeño y débil, pero también algo más. Era como si el alfa estuviera viendo más allá de su piel, buscando algo más profundo, algo que ni siquiera Taehyung sabía que existía.

—¿Tienes miedo, Taehyung?— preguntó Jungkook de repente, su voz apenas un susurro. Pero en lugar de una respuesta, lo único que recibió fue un jadeo suave cuando sus dedos presionaron un poco más fuerte en la garganta del omega.

Taehyung intentó hablar, pero su voz se había ido, perdida en la confusión de emociones que lo abrumaban. Jungkook sonrió ligeramente ante la falta de respuesta, sus ojos brillando con un destello de malicia mientras bajaba su mano por el pecho de Taehyung, deteniéndose justo en el borde de sus costillas.

—No tienes que tener miedo,— continuó, su tono tranquilizador pero cargado de una promesa oscura. —Siempre serás mío, Taehyung. No importa lo que pase, no importa lo que sientas... siempre serás mío.—

Las palabras de Jungkook resonaron en la mente de Taehyung, cada una de ellas grabándose en su conciencia como una sentencia irrevocable. Sabía que no tenía escape, que estaba atrapado en este juego cruel que Jungkook parecía disfrutar tanto. Y, a pesar de todo, había una parte de él que se sentía atraída por esa oscuridad, un deseo inconfesable que lo aterrorizaba más que el propio alfa.

Jungkook, sin apartar la mirada de los ojos aterrorizados de Taehyung, se inclinó hacia adelante, acercando sus labios al oído del omega. —Voy a disfrutar mucho de romperte, poco a poco...— susurró, su aliento caliente contra la piel fría de Taehyung.

El omega cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear las palabras del alfa, pero no pudo evitar que un escalofrío recorriera su cuerpo ante la amenaza implícita. Jungkook lo sintió, y su sonrisa se ensanchó, disfrutando del poder que tenía sobre el pequeño omega.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Jungkook se alejó ligeramente, dejando que sus dedos se deslizaran lentamente por el costado de Taehyung una vez más antes de apartarse por completo. El alfa observó cómo Taehyung se doblaba ligeramente sobre sí mismo, sus brazos envolviendo su propio cuerpo en un intento desesperado de recuperar algo de dignidad.

—Vístete,— ordenó Jungkook, su voz recuperando su tono autoritario habitual. —No quiero que te enfermes.—

Taehyung asintió débilmente, sus manos temblorosas alcanzando la toalla caída mientras intentaba cubrir su desnudez lo más rápido posible. Jungkook lo observó en silencio, su expresión volviendo a esa máscara impenetrable que siempre llevaba.

Cuando Taehyung finalmente estuvo cubierto, aunque de manera torpe y apurada, Jungkook dio media vuelta y salió de la habitación sin decir una palabra más. Pero antes de cerrar la puerta detrás de él, se detuvo un momento, lanzando una última mirada a Taehyung.

—Recuerda, Taehyung,— dijo suavemente, sus palabras flotando en el aire como una advertencia silenciosa. —Eres mío, y nunca te dejaré olvidar eso.—

Con eso, la puerta se cerró, dejando a Taehyung solo en la habitación, su cuerpo temblando mientras la realidad de su situación se hundía profundamente en su mente. Sabía que no había escapatoria, que estaba atrapado en un juego que no podía ganar. Y aunque lo sabía, una pequeña parte de él no podía evitar preguntarse cuánto más podía soportar antes de romperse por completo.

Fuego EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora