Capítulo 14: Atados por el Destino

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Los días siguientes transcurrieron en un torbellino de pensamientos oscuros para Taehyung. Cada mañana, al abrir los ojos, el mismo vacío lo asaltaba, esa misma pregunta que lo atormentaba desde lo más profundo de su ser: ¿por qué él? ¿Qué había hecho para merecer tanto sufrimiento?

Se había acostumbrado a la presencia de Jungkook, el alfa que lo había herido de tantas formas, pero que ahora parecía desesperado por enmendar sus errores. Taehyung permitía que Jungkook lo cuidara, aunque su mente estaba siempre envuelta en una maraña de confusión y dolor. Cada gesto amable del alfa, cada intento por suavizar el ambiente entre ellos, no hacía más que recordarle la brutalidad de la que había sido víctima.

Una tarde, mientras la luz dorada del atardecer entraba por las ventanas de la mansión, Taehyung se sentó en el borde de su cama, mirando sus manos temblorosas. Su mente viajaba, explorando los rincones oscuros de su conciencia, buscando respuestas. Pensaba en su vida, en los eventos que lo habían llevado hasta ese momento. ¿Acaso era víctima de un castigo del destino? ¿O tal vez había sido marcado desde su nacimiento para vivir en sufrimiento? Era como si su vida hubiera sido escrita con tinta negra en un libro que solo él podía leer, y cada página estaba llena de dolor.

Mientras se sumergía en estos pensamientos, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Jungkook entró, su expresión una mezcla de preocupación y culpa. Taehyung lo observó por un momento, viendo cómo el alfa se movía con cautela, como si temiera romper algo aún más.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Jungkook, su voz baja y llena de incertidumbre.

Taehyung no respondió de inmediato. En su mente, las preguntas seguían girando, una y otra vez. Finalmente, levantó la vista hacia Jungkook, su mirada perdida, vacía.

—No lo sé —murmuró finalmente—. No sé cómo me siento... No sé por qué me pasan estas cosas...

Jungkook se sentó a su lado en la cama, manteniendo una pequeña distancia entre ellos, como si no quisiera invadir el espacio de Taehyung más de lo necesario. Lo miró con un dolor evidente en sus ojos, pero no se atrevió a tocarlo. Sabía que Taehyung estaba en un lugar delicado, que cualquier gesto en falso podría empujar al omega aún más lejos de él.

—Tae... —empezó Jungkook, pero las palabras se le atoraron en la garganta. ¿Qué podía decir? ¿Cómo podía consolar a alguien que había destrozado tan completamente?—. Lo que pasó... lo que hice... No puedo disculparme lo suficiente. No sé si alguna vez podrás perdonarme, pero quiero que sepas que estoy aquí. Estoy aquí para ti.

El omega miró a Jungkook, intentando procesar sus palabras. No era la primera vez que el alfa le decía algo así en los últimos días, pero había algo diferente en su tono, algo que Taehyung no podía identificar del todo. Sentía una extraña mezcla de emociones dentro de sí mismo: miedo, confusión, tristeza, pero también algo más... algo que no se atrevía a nombrar.

—¿Por qué me sigues cuidando? —preguntó Taehyung después de un largo silencio—. Después de todo lo que ha pasado... ¿por qué?

Jungkook bajó la cabeza, sus manos apretadas en su regazo. Había pensado en esa pregunta más veces de las que podía contar en los últimos días. Había intentado encontrar una respuesta que no sonara vacía, que pudiera explicar sus propias acciones, pero nada parecía suficiente.

—Porque... —comenzó, buscando las palabras adecuadas—. Porque aunque lo que hice estuvo mal, aunque no puedo cambiar el pasado, no puedo dejar de sentir que estás destinado a ser una parte de mi vida, Taehyung. No sé si es el destino o algo más, pero siento que no puedo dejarte. No después de todo lo que hemos pasado.

Las palabras de Jungkook resonaron en la mente de Taehyung, mezclándose con sus propios pensamientos oscuros. Destino. Esa palabra, ese concepto, siempre había sido algo que él había considerado como una carga, una sentencia que lo obligaba a soportar lo insoportable. Pero ahora, escuchar a Jungkook hablar de ellos como si estuvieran destinados a estar juntos, le provocó una extraña sensación en el pecho. Era como si una pequeña chispa de esperanza quisiera prender en medio de la oscuridad, pero él la apagó antes de que pudiera crecer.

—Destino... —repitió Taehyung en un susurro—. Si esto es el destino, entonces es cruel...

Jungkook levantó la vista, encontrándose con la mirada de Taehyung. Vio el dolor en sus ojos, pero también vio algo más, algo que lo hizo sentir una punzada de esperanza. El alfa extendió su mano lentamente, deteniéndose justo antes de tocar la de Taehyung, esperando alguna señal de que no debía avanzar.

—No quiero que sufras más, Taehyung —dijo Jungkook, su voz llena de una sinceridad que no podía ocultar—. Si hay algo que puedo hacer para ayudarte, para hacer esto más llevadero, lo haré. No quiero que creas que estás destinado a vivir en sufrimiento. No si yo puedo evitarlo.

Taehyung observó la mano de Jungkook, tan cerca de la suya, pero no hizo ningún movimiento para alejarse. Había algo en las palabras del alfa que resonaba dentro de él, aunque su mente seguía enredada en la confusión y el dolor. Sentía miedo, sí, pero también había una parte de él que anhelaba esa cercanía, que necesitaba la presencia de Jungkook para no sentirse tan solo.

Finalmente, en un movimiento lento y temeroso, Taehyung movió su mano para tocar la de Jungkook. Fue un contacto ligero, casi imperceptible, pero para ambos significó mucho más. Jungkook no se movió, permitiendo que el omega tomara la iniciativa, respetando el espacio que él mismo había invadido tantas veces antes.

—No sé si puedo perdonarte —admitió Taehyung, su voz apenas un murmullo—. Pero tampoco quiero que te alejes. No puedo soportar estar solo...

Jungkook sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Sabía que no podía forzar el perdón de Taehyung, y sabía que el camino hacia la redención sería largo y arduo. Pero ese pequeño gesto, esa conexión que habían establecido en ese momento, era un rayo de esperanza en la oscuridad que había envolvido sus vidas.

—No te dejaré solo —prometió Jungkook, cerrando suavemente su mano alrededor de la de Taehyung—. Estaré aquí, siempre. Y haré lo que sea necesario para que no te sientas así nunca más.

Taehyung asintió levemente, sus ojos llenos de lágrimas una vez más, pero esta vez no eran solo de tristeza. Había algo de alivio, algo de esperanza, aunque fuera mínima. Tal vez, solo tal vez, había una posibilidad de que las cosas pudieran mejorar. O al menos, de que no todo estuviera perdido.

Los días pasaron, y aunque el dolor seguía presente, había una especie de rutina que empezaba a formarse entre ellos. Jungkook se aseguraba de que Taehyung estuviera alimentado, aunque el omega comía poco y solo bajo su mirada atenta. Lo acompañaba en largos silencios, respetando su espacio, pero siempre cerca, siempre disponible.

Y aunque el miedo no se había disipado completamente, Taehyung comenzó a encontrar algo de consuelo en la presencia de Jungkook. Había noches en que los recuerdos volvían a atormentarlo, en que despertaba en medio de la noche con el corazón latiendo desbocado, y en esos momentos, Jungkook estaba allí, sosteniéndolo suavemente, susurrándole palabras de consuelo que parecían tan lejanas y a la vez tan cercanas.

Taehyung no estaba seguro de si alguna vez podría olvidar lo que había sucedido, o si podría dejar de sentir ese dolor profundo que lo consumía. Pero con cada día que pasaba, con cada gesto amable de Jungkook, una pequeña parte de él comenzaba a creer que tal vez, solo tal vez, había algo más para él. Algo más allá del sufrimiento, algo que podría llamarse esperanza.

Fuego EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora