Hechizo Culiao

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Amaya

Dicen por ahí que todo termina justo en el lugar donde empezó. Por eso, la Matilde y el Maximiliano no encontraron mejor idea que venir a encerrarnos, al Amaro y a mí, en los contenedores de basura del edificio.

Bueno, en realidad, la intención de los dos que están afuera es solucionar este problema, pero dudo que eso ocurra.

—¡Hablen!—gritó desde afuera la Matilde, que al parecer piensa quedarse ahí hasta que crucemos aunque sea una palabra con el Amaro.

Me giré a mirar al Amaro, que estaba sentado en uno de los peldaños que hay para bajar al lugar. Él me miró cansado e hizo una mueca bajoneada, yo creo que es porque no quiere hablar del tema; al menos eso me dio a entender ayer cuando le pregunté lo del hechizo y no me respondió nada.

—¿Vai a responder la pregunta que te hice ayer?

—¿Cuál pregunta?—se hizo el chistoso, pero al darse cuenta que yo no estaba huebiando, murmuró cabizbajo:—Sí.

—¿Todo este tiempo hay estado fingiendo que el hechizo funcionó, Amaro?

Se levantó de donde estaba sentado y se pasó las manos por los pantalones con nerviosismo. Mientras yo rogaba en mi interior que no fuese verdad.

—Déjame explicarte...

—¿Qué cosa me vai a explicar?—lo miré triste y me llevé la mano a la frente con frustración.—¿Por qué lo hiciste? Yo me sentía mal por ti, creí que te estaba quitando una oportunidad...

—Al principio no sabía.—me miró con atención y soltó un suspiro.—El día que todo esto pasó, de verdad me sentí más atraído a ti.

—¿Cómo...?

—No sé, Amaya.—respondió agobiado y soltó una risa incrédula.—No tengo idea de por qué pasó, pero supongo que convencí a mi mente de que había funcionado la hueá de amarre, porque me negaba a creer que realmente había sentido una conexión contigo.

—¿Cuándo supiste que el hechizo no había funcionado?

—Una vez que la Matilde me dijo que ya estaba la manera pa' revertirlo.—respondió, cabizbajo.—Me habló del agua de luna, así que caché al tiro que en realidad no había caído sobre mí.

—¿Por qué no me dijiste? ¿Por qué fingiste estar enamorado de mí todo este tiempo, Amaro?—sentí el pecho apretarse y la garganta arder, pero intenté disimularlo.

—Porque, aunque no lo creai, me encariñé contigo, Amaya.—susurró, mirándome con tristeza.—Me di cuenta de lo mucho que deseabai experimentar el amor y quise aprovechar lo que había pasado...

—Gracias por hacer caridad con la pobre hueona de la que nunca se han enamorao'.—sentí mis ojos cristalizarse y lo miré con decepción.—¿Qué pasa si me terminaba enamorando de ti?

Guardó silencio, pero la culpa estaba incrustada en sus ojos.

—¿Qué ganabai tú con esto, Amaro?

Cerró los ojos con frustración.—Yo...

—¿Olvidarte de la Luna?—escupí con amargura, y él me miró perplejo.—¿Te funcionó o no? Porque si querí, seguimos fingiendo otro ratito hasta que yo me enamoré de ti y terminí de sacarle celos a tu ex con la hueona que le cae mal.

—No fue así, Amaya.

—¿Entonces?—pregunté y se quedó callado, nuevamente.—Amaro, hasta me pegaron por la mentira que estabai creando.